En la monótona sesión plenaria de este martes se leyó −durante más de 10 horas, sin contar las intervenciones− el informe final de la comisión especial que investigó donativos provenientes de Taiwán en la administración de Francisco Flores. Para muchos de los presentes en el Salón Azul fue estresante, abrumadora y agobiante la atosigada lectura que casi nadie escuchó.
A las 10:30 de la mañana, la Asamblea Legislativa dio inicio a la lectura del informe de la Comisión Especial sobre el destino de los fondos donados por Taiwán, durante el gobierno de Flores. A pocos minutos de esa hora, el informe pasó de ser protagonista a actor secundario.
El texto recoge el resumen de las entrevistas realizadas a exfuncionarios involucrados en el tema. Y, como caso excepcional e inédito, contiene la transcripción de las dos comparecencias del exmandatario, con las intervenciones de cada uno de los presentes en aquellas fechas. Así, el pleno volvió a vivir, letra a letra, lo dicho por Flores.
Sin embargo, la atención al contenido del mismo no fue prioridad para casi ninguno de los legisladores; esto, a pesar de que algunos de los diputados encargados de la lectura hicieron uso del atril ubicado al final de la alfombra roja que divide en pleno en dos.
Mientras algunos se turnaban para leer, los demás se encargaban de cosas más divertidas: revisaban sus correos electrónicos, sus redes sociales, sus teléfonos, el contenido de alguno que otro periódico impreso, reían y formaban pequeños grupos de interacción que inesperadamente conseguían la atención de los presentes a causa de carcajadas. Así, el Salón Azul se convirtió en una sala de estar y la plenaria en una especie de recreo escolar.
Arena, partido al cual pertenece Flores, adelantó, en voz de su jefe de bancada, Donato Vaquerano, que sus diputados harían acto de presencia, para atender a la convocatoria. Pero hizo énfasis en que no avalan el informe ni la conformación de la Comisión, de la cual ellos se abstuvieron de participar.
Lo del «acto de presencia», sin embargo, fue casi de palabra. Las sillas asignadas a los tricolor permanecieron vacías la mayor parte del tiempo. Los diputados se especializaron en la dispersión: los había en el salón ubicado en la parte trasera del Salón Azul, parados formando pequeños círculos en los laterales de la sala; afuera, en el área asumida como de fumadores; entrando y saliendo, una y otra vez.
Las ausencias fueron tales, y no sólo de los areneros, que en dos ocasiones se tuvo que esperar a que algunos diputados regresaran para poder avalar, con los 43 votos mínimos necesarios, los llamamientos de diputados suplentes.
Pero los demás diputados no se quedaron atrás. Aunque algunos permanecieron implacables en sus asientos, como es el caso de la bancada del FMLN, la atención no era la prioridad. Algunos parecían observar cada centímetro del techo, veían sus relojes, contestaban llamadas y reían, se enfocaban en las pantallas de tus teléfonos o computadoras y, de vez en cuando, se levantaban y avanzaban hacia otro compañero para cruzar palabras.
«Voy a ir a Ataco a pagar, ya regreso», bromeó Ernesto Angulo, de ARENA, en uno de los salones adonde sus compañeros descansaban. Todos rieron. Luego, dijo a unos periodistas: «ya les voy a decir que repitan, porque no escuché. Ja, ja, ja».
Al inicio de la sesión, se estimó que la lectura del documento llevaría al menos nueve horas. Cumplido ese tiempo, los diputados seguían en la lectura y todavía faltaban las intervenciones.
Lo que más parecía disgustar a algunos era la lectura de la transcripción de todas las intervenciones en las comparecencias de Flores. «Mejor hubieran pasado los vídeos», dijo un asistente legislativo sin que su propuesta sonara como broma.
Atrás de los diputados, en el pasillo por donde transitan periodistas, asistentes de legisladores y personal de comunicaciones de la institución, las quejas eran masivas: «no sé por qué no resumen todo, si ya escuchamos al maitro cuando vino»; «hoy sí voy a llegar tarde a mi casa»; «jamás van a terminar si dejan leer a (Reynaldo) Cardoza (diputado del PCN) otra vez».
Conversaciones con intercambio de trucos de belleza también fueron claves para el combate del aburrimiento. Recomendaciones de cortes de cabello, de salones de belleza y de spas entretuvieron, por largo rato, a algunas de las mujeres paradas en el pasillo.
A las 8:00 de la noche, el presidente de la Asamblea Legislativa, Sigfrido Reyes, dijo que ya estaban en la etapa final de la lectura e indicó a Cardoza que continuara. «¡No!», dijo el encargado de comunicaciones de un partido político y, luego, escuchó cada uno de los errores que cometió el legislador, que fueron acompañados de largas pausas.
Poco a poco, los diputados dispersos comenzaron a ocupar sus lugares. La discusión dio inicio con Donato Vaquerano, alrededor de las 8:45 de la noche. El jefe de la fracción arenera dejó claro que no están de acuerdo con el actuar de la Comisión y dijo que la única investigación seria que se puede hacer por el caso le corresponde a la Fiscalía General de la República.
Mientras los demás diputados que tomaron la palabra, miembros de la Comisión, hablaban de lo orgullosos que deberían sentirse los salvadoreños por haberse descubierto las irregularidades y exigir justicia, los asistentes y personal de la Asamblea no paraban de ver la hora. Y algunos diputados areneros sonrían, comentaban cosas entre sí y asentían o reían. Así pasó el trayecto final de la sesión en la que Francisco Guillermo Flores Pérez fue nombrado incontables veces; veces que los presentes oyeron, pero casi nunca escucharon.