El papa Francisco ha nombrado a monseñor Luigi Roberto Cona nuevo nuncio apostólico en El Salvador, donde reemplazará a Santo Gandemi, que fue designado en septiembre pasado para ocupar ese mismo cargo en Serbia.
«El Santo Padre ha nombrado al reverendo monseñor Luigi Roberto Cona, hasta ahora Consejero de Asuntos Generales de la Secretaría de Estado, elevándolo al mismo al mismo tiempo a la sede titular de Sala Consilina, con la dignidad de Arzobispo», indicó hoy el Vaticano en un comunicado.
Cona, que nació en Niscemi (Caltanissetta, sur de Italia) el 10 de noviembre de 1965 y es graduado en Teología Dogmática, fue ordenado sacerdote el 20 de abril de 1990, y entró en el Servicio Diplomático de la Santa Sede el 1 de julio de 2003.
Ha trabajado en las Nunciaturas Apostólicas de Panamá, Portugal, Camerún, Marruecos, Jordania y Turquía, en la Sección de Asuntos Generales de la Secretaría de Estado y en la Representación Pontificia en Italia, mientras que fue nombrado Asesor de Asuntos Generales de la Secretaría de Estado el 24 de octubre de 2019.
El pasado día 14, Francisco recibió a un grupo de peregrinos salvadoreños que viajaron al Vaticano para agradecer la beatificación de los mártires Cosme Spessotto, Manuel Solórzano, Nelson Lemus y Rutilio Grande, por el que el pontífice mostró, como por San Óscar Romaro, una gran devoción.
En ese encuentro, el papa manifestó que estos beatos, todos asesinados por escuadrones de la muerte en el contexto de la guerra civil (1980-1992), «son un regalo inmenso, tanto para la Iglesia que peregrina en El Saavador como para la Iglesia universal» .
Y ante ellos el papa reveló un recuerdo personal: «A la entrada de mi estudio, tengo un pequeño cuadrito con un pedazo del alba ensangrentada de San Óscar Romero y una catequesis chiquitita de Rutilio Grande, para que me hagan recordar que siempre hay injusticias por las que hay que luchar, y ellos marcaron el camino».
Tras añadir que «el primer fruto de la muerte de los beatos fue el restablecimiento de la unidad de la Iglesia», pidió los religiosos salvadoreños que, como estos mártires «estén, siempre de camino hacia su pueblo para identificarse con ellos, para vivir con ellos».
Los sacerdotes Grande, Lemus y Solórzano fueron asesinados en 1977, mientras que la muerte del religioso italiano Spessoto ocurrió en 1980 y fueron beatificados en San Salvador en enero.