Juan Carlos López es un profesional en el área de química y farmacia. Tiene 45 años, esposa e hijos y se dedica a la gerencia en un hospital privado. Al igual que más de 10,000 compatriotas, experimentó los efectos de la COVID-19, una enfermedad que dijo «no se le desea a nadie».
Juan Carlos decidió tomar acción tras haber superado una experiencia que define como traumática y ahora este hombre devuelve su agradecimiento con el personal médico donando plasma convaleciente.
El plasma es uno de los tratamientos experimentales para que la condición de los pacientes más graves de COVID-19 puedan recuperarse y las redes sociales están saturadas de mensajes de salvadoreños que buscan gente altruista. Juan Carlos decidió volverse uno de ellos.
«Si Dios me dio la oportunidad de vivir, ¿por qué voy a cobrar por la salud o por tratar de dar salud a alguien más? Desde un inicio dije que si salía de esta dura prueba, me comprometía en donar plasma todas las veces que fuera necesario para otros hermanos», dice hoy Juan Carlos, quien pasó más de un mes entre síntomas, hospitalizaciones hasta un largo aislamiento en su casa.
«Estuve 21 días aislado totalmente. Cuando uno tiene la enfermedad siente que si cierra los ojos ya no los va a volver a abrir, es bastante traumática la enfermedad. Llegaba a las 5:00, 6:00 de la mañana sin cerrar los ojos, es difícil y eso le hace conciencia a uno», cuenta sobre los días en que experimentó el coronavirus, por el que incluso tuvo que ser atendido con oxígeno.
La enfermedad
Además de enfermarse de COVID-19, Juan Carlos tuvo que estar con la incertidumbre sobre la salud de su familia. Su hija, menor de edad, perdió el olfato, su esposa tuvo síntomas más fuertes, mientras que su hijo mayor estaba asintomático.
A él la enfermedad le tocó la puerta el 10 de mayo: «El siguiente día amanecí con dolor de cuerpo, me evaluaron y me dijeron que presentaba flema en las amígdalas, me dieron antibióticos. Esa semana comencé a sentirme mejor».
Sin embargo, desde el 18 al 23 de mayo su salud se deterioró y no fue hasta el día 25 que las autoridades sanitarias llegaron a su casa para hospitalizarlo. Veinticuatro horas después, le confirmaron que era positivo al virus SARS-CoV-2.
Tras cuatro días ingresado con oxígeno, le dijeron que por sus condiciones podían darle el alta y pasó 21 largos días encerrado, comunicándose con su familia por medio de videollamadas y bajo un estricto protocolo sanitario.
Juan Carlos, el donante
Luego del periodo de cuarentena, más otros 15 días sin síntomas, Juan Carlos ya recuperado decidió buscar cómo donar plasma convaleciente. «Al inicio fue un poco difícil, porque llamaba a un lugar, luego a otro», cuenta.
Finalmente, por medio de una empleada sanitaria llamada Ruth, Juan Carlos pudo ir al Hospital Rosales, el pasado 8 de julio, a las 7:30 de la mañana. Fue la primera de dos visitas que ha hecho, y espera volver.
«Hay un médico que te hace los controles, un cuestionario, toma signos vitales y demás pruebas y aparte los exámenes de laboratorio», menciona sobre los requisitos para donar plasma, además de los 15 días sin medicamentos y haber cumplido al menos un mes de recuperación de la enfermedad.
Se presentó sin haber consumido alimentos, como se lo pidieron: «Llevé mi galleta pero después del examen físico con el médico y la toma de sangre, me dicen ‘Juan Carlos, ahí está la refrigeradora, agarre gaseosa, agua, pancito, galletas, porque tenés que comer después de la toma de sangre’. Es sorprendente cómo lo atienden a uno».
También dijo que el proceso de donación de plasma no es como una extracción convencional de sangre: «No es que uno se queda sin sangre, lo único que le extraen es el plasma, le hacen un recuento de plaquetas, de glóbulos rojos, con cuántos inició y con cuántos finaliza. Uno no arriesga su salud». Al final, incluso, la sangre es devuelta al organismo.
Para Juan Carlos, donar plasma convaleciente es algo con lo que se permite ayudar a personas necesitadas y devolverles la confianza, además de un compromiso que adquirió tras superar la enfermedad que oficialmente ha matado a 286 salvadoreños.
«Mi límite es hasta donde me permita mi salud. Si puedo seguir donando plasma las veces que sea necesario, lo haré con el mayor de los gustos. Estoy abierto y dispuesto a ayudar a estas personas. Lo haría una y todas las veces que fuera necesario», dice Juan Carlos, quien ya está de vuelta en sus tareas administrativas en un hospital privado.