Las salvadoreñas Mónica, Roxana y Evelyn no se han quedado de brazos cruzados y han echado mano de su ingenio para sobrevivir a la crisis por la pandemia de la COVID-19 que cada día hace un mayor efecto en los hogares de este país centroamericano y por la cual fueron suspendidas de sus respectivos empleos.
Estas mujeres han optado por «taxear» -conducir un taxi-, regresar al negocio familiar de la venta de carbón y fabricar mascarillas para aportar a sus hogares y sobrellevar una situación económica difícil que, como a muchos, les está tocando vivir debido a la crisis que se prevé se agudice en un país pobre como El Salvador.
Según datos del Ministerio de Economía, los efectos económicos de la COVID-19 y una «contracción de la demanda mundial» le costarían a El Salvador más de 60.000 empleos, lo que elevaría al 8,24 % la tasa de desempleo de un 6,3 % previo.
El Salvador se encuentra en la fase de contagios masivos con el sistema de salud colapsado y en la primera etapa de la reactivación económica, en la que solo entran los negocios y empresas de productos de primera necesidad.
De acuerdo con datos oficiales, el martes se registraron 177 nuevos casos y seis personas más fallecieron, con lo que la cifra de decesos subió a 119.
AYUDAR A OTROS A TRASLADARSE
«Gracias a Dios no me ha ido tan mal y he podido ayudar a las personas que lo necesitan», dijo a Efe Mónica Zamora, de 37 años, quien trabaja como asesora de ventas de materiales de construcción pero ahora se dedica a la «taxeada», ya que fue suspendida temporalmente de su trabajo por la pandemia.
Zamora, una madre soltera que vive con sus padres e hijo de 15 años, fue suspendida de su empleo a mediados de mayo, por lo que días después tomó la decisión de «taxear».
«Me puse a taxear para ayudar a las personas a trasladarse en alguna emergencia y también para ayudar a mi familia», contó la mujer cuya madre y padre también fueron suspendidos de sus trabajos.
La ahora taxista eventual hizo la propaganda de sus servicios y de inmediato sus vecinos de Ciudad Credisa, una colonia ubicada en el populoso municipio de Soyapango, la buscaron para hacer viajes a supermercados, farmacias y hospitales.
En su carro las medidas de higiene son aplicadas al pie de la letra. Cuando un cliente se sube lo primero que hace es ofrecerle alcohol en gel y casi siempre los pasajeros van en la parte de atrás.
Ella usa lentes protectores y la respectiva mascarilla, que no debe faltar.
«La verdad yo creo que no cobro lo que es (la tarifa correspondiente), lo hago más para ayudar a las personas porque ellos también me ayudan (…) es divertido ir de aquí para allá y esto me sirve para distraerme», expresó.
Zamora trabaja desde hace unos dos años en una cooperativa que distribuye a ferreterías material de construcción, es asesora en ventas y tiene la esperanza de que cuando la situación en el país mejore un poco la vuelvan a llamar.
«Nos dijeron que nos iban a llamar, yo estoy segura de que me van a llamar (…) mi jefa nos dijo que estábamos suspendidos, no nos dijo que el trabajo lo estábamos perdiendo sino que era nada más durante la pandemia», añadió.
Hasta entonces esta mujer seguirá en la «taxeada» recorriendo las calles de San Salvador y ayudando a quienes lo necesitan.
El rubro de la construcción está contemplado en la primera fase de la reapertura económica que comenzó el 16 de junio. Sin embargo, las empresas solo están funcionando con el 40 % de sus empleados.
VOLVER AL NEGOCIO FAMILIAR: LA VENTA DE CARBÓN
Roxana López ha revivido los buenos momentos que pasó de adolescente al volver al negocio familiar: la venta de carbón.
La joven, de 21 años, estudió gastronomía y en diciembre del año pasado se graduó y de inmediato consiguió un empleo en un restaurante, cuya especialidad son los asados, pero la pandemia del coronavirus ha truncado, por el momento, sus sueños de convertirse en chef.
«Cuando empezó esto (la pandemia) el restaurante empezó a ver la caída económicamente y los dueños empezaron a quitar a los trabajadores y yo era eventual (trabajo por días) y a raíz de eso ya no me pudieron dar trabajo y estoy esperando que vuelva a organizarse el restaurante y que vuelva a funcionar, mientras eso pase le vengo a colaborar a mi mamá», explicó a Efe la ayudante de cocina.
El establecimiento de venta de carbón está ubicado en las cercanías del mercado central de San Salvador y desde hace 45 años esta familia abastece de este producto a restaurantes y personas particulares.
López es la quinta de ocho hermanos y desde los 11 años ha ayudado de forma eventual a sus padres en el negocio, que también ha sufrido pérdidas.
«Con este negocio hemos comido, nos han dado estudio y nos hemos formado mis hermanos y yo profesionalmente», señaló.
MASCARILLAS CONFIABLES
Las mascarillas serán un accesorio más que todas las personas deberán utilizar, por lo menos en algunos meses si no es años, y esto ha motivado a Evelyn Trejo, de 49 años, a emprender.
Trejo, que vive en una populosa colonia de la localidad de Ilopango (este) con dos hermanas y una hija, es una persona propensa a adquirir el coronavirus porque padece de diabetes y asma.
Por lo anterior, la mujer ya no pudo ir a trabajar y dejó de cobrar su sueldo, de un poco más de 300 dólares, por lo que se puso «a fabricar mascarillas para sobrevivir porque gastos siempre hay», según indicó.
Con su imaginación y «la ayuda de YouTube», confecciona diferentes tipos de mascarillas, a las que realiza una prueba con aerosol para comprobar la calidad de las mismas.
«Son muy confiables», dijo.
El precio de las mascarillas oscila entre los 2 y 3 dólares, y si el cliente pide un diseño personalizado el valor aumenta.
Además, debido a que el transporte público está suspendido, las entregas son a domicilio, comentó.
«Desde que a mí me han dejado de cancelar (pagar el salario) nos pusimos a hacer las mascarillas (…) y empezamos a ver vídeos de YouTube para nuevos estilos», apuntó.
Señaló que «lo bueno es que nos están ayudando, y nosotras (ella y sus hermanas) ayudamos a terceros porque el envío es a domicilio, se cobra al cliente y le pagamos a un muchacho que tampoco está trabajando y con esto ya tiene un poco de ingresos».
En la empresa en la que Trejo trabaja desde hace 29 años se fabrican capacitores electrónicos (condensadores eléctricos) pero tuvo que suspender sus actividades y ahora las pocas personas que retomaron sus labores cobran por día y no cada quince de mes como habitualmente lo hacían.
«Mi contrato no está cancelado, pero como padezco de diabetes y de asma y como está prohibido, según la ley, que una persona con problemas crónicos esté trabajando tuve que buscar una alternativa», añadió.