Esta es la historia de un general cuyo nombre, Juan Rafael Bustillo, resuena junto a las peores atrocidades de la guerra civil salvadoreña (1980-1992). Es la historia de un general que reconoció la autoría del Ejército en la masacre de 1.000 campesinos en la localidad de El Mozote (1981), pero a quien nadie, al menos no los sobrevivientes, le cree su narración exculpatoria.
Bustillo, otrora comandante de la Fuerza Aérea de El Salvador, llegó ante el Tribunal de Instrucción de San Francisco Gotera (noreste), que lo procesa junto a 15 militares retirados por crímenes de guerra, para dar su «declaración indagatoria» sobre la referida matanza.
Esta sesión de la corte, que abrió el proceso en 2017 tras la anulación de una amnistía general de 1993, fue una jornada de varias primeras veces.
«Quiero que sepan ustedes que no he venido a decir que soy inocente, pero quiero decirles, con toda propiedad, que no soy culpable de ningún hecho que ocurrió en aquel entonces en El Mozote».
Así comenzó Bustillo su relato, amparado en la ley que le permitía decir y callar lo que quisiera.
El juez, Jorge Guzmán, le recordó previamente los cargos que se juzgan en el proceso: asesinato, violación, privación de libertad, violación de morada, robo, daños, estragos, actos preparatorios de terrorismo, terrorismo, desaparición, tortura y desplazamiento forzado.
Bustillo, que ascendió a general tres años después de la masacre, aseguró encontrarse «sano», sin ninguna enfermedad mental y con una «memoria excelente».
Su declaración inicial marcó el interrogatorio, que se centró en desvincularse del operativo, de las decisiones de la cúpula militar y de la conducta de los soldados.
«Es el Estado Mayor el que ordenaba a las unidades qué es lo que se tenía que hacer», apuntó el militar retirado de 88 años, quien aseguró que nunca formó parte de este grupo.
El relato del exuniformado también dejó entrever que estos jefes castrenses actuaban por su cuenta, pese a que en esa época el país era gobernado por una junta de militares y civiles.
Entre los miembros de este alto mando que dirigía la guerra se encuentran exministro de la Defensa José Guillermo García y el general Rafael Flores Lima, ambos procesados.
«Yo no tenía ningún conocimiento y pienso, creo y estoy seguro de que ninguna otra unidad tenía conocimiento» del operativo que derivó en la masacre.
Ante estas declaraciones, el ceño de los sobrevivientes que presenciaron el interrogatorio se fruncía, la sala de audiencia se llenaba de murmullos de incredulidad.
«Lamento a los señores que están aquí que perdieron a sus familiares, lo lamento porque las guerras no sirven de nada: ¡malditas guerra!», dijo y recordó que a su hijo lo asesinaron policías de un cuerpo militarizado.
Bustillo cedió al llanto. Los rostros seguían sin dar crédito.
Esta línea de la historia de Bustillo, que también es parte la historia salvadoreña, se escribió en una pequeña sala atestada de periodistas, abogados, activistas y sobrevivientes de una de las peores masacres registrada en Latinoamérica.
Ahí, Bustillo se convirtió en el primer militar de alto rango procesado por delitos de lesa humanidad que reconoció que el Ejército masacró en El Mozote.
Dijo que unos 1.200 soldados fueron trasladados en diciembre de 1981, principalmente en camiones.
«Yo no le presté ningún apoyo» y «no tuve, en absoluto, conocimiento qué es lo que hizo el batallón Atlacatl. Yo me enteré tres, cuatro días (después), cuando salió a nivel de todos los medios de comunicación la masacre de El Mozote», relató.
No obstante, las primeras noticias sobre el hecho se dieron a conocer por varias semanas después de la matanza.
También se convirtió en el primer acusado por este crimen en dar crédito al Informe de la Comisión de la Verdad de 1993.
La estrategia rota
Bustillo, quien se ha mostrado alejado de sus excompañeros de armas, dio al traste con el pacto y estrategia de silencio y llamó al resto de acusados a defenderse con sus propias palabras.
«No quiero culpar, no quiero defender a nadie del alto mando porque no sé qué es lo que pasó. Ellos están acá (en el proceso), los que participaron en esa operación, muchos de ellos están vivos, entonces pregúntenles a ellos», dijo.
La derecha en El Salvador tiene al difunto teniente coronel Domingo Monterrosa como un héroe de guerra, como el mejor estratega. El militar, señalado de dirigir al batallón Atlacatl durante la masacre de El Mozote y otras más, fue asesinado por la guerrilla en 1984.
Bustillo lanzó lodo a la imagen del «héroe», le atribuyó una locura momentánea por la caída de algunos de sus hombres, puso en sus manos la responsabilidad de los 1.000 cadáveres, la mayoría de niños, que quedaron esparcidos en El Mozote.
«Pienso que fue por iniciativa de él, que dio la orden de matar a esa población. Casi considero que fue un momento de una locura del coronel Monterrosa de haber cometido esa grosería», subrayó.
Dorila Márquez, sobreviviente y líder de las víctimas de El Mozote, dijo a la prensa tras finalizar la declaración de Bustillo que no le cree, no al menos la parte en la que se desmarca de toda responsabilidad.
«Con mis propios ojos vi cuando estuvieron transportando al Ejército. Cuatro, cinco helicópteros pasaban juntos y llevaban soldados encañonando», relató y agregó que atribuir la responsabilidad únicamente a Monterrosa es una estrategia de culpar a los muertos.