El Salvador
domingo 24 de noviembre de 2024

La azarosa vida del primer transgénero que se graduó de la UES

por Redacción


Su abuela notó ciertos rasgos de personalidad femenina, por lo que al cumplir los 11 años de edad, la regresó a San Salvador para que viviera con su padre, quien era un miembro de la hoy extinta Policía Nacional.

Isabella Flores es esposo, mecánico, madre, abogada. Tiene 39 años de edad. Es propietaria de un taller de reparación de vehículos, exboxeadora y el primer transgénero en graduarse de la Universidad de El Salvador. Todo lo que tiene es en parte a dos cosas que aprendió durante su adolescencia: el oficio del mecánico automotriz y la técnica del buen boxeador. Lo primero le ha servido para ganarse el sustento diario y lo segundo le ayudó a crecer y formar resistencia ante las adversidades.

Este día, Isabella está en su oficina llena de libros de derecho, licores y diplomas de reconocimientos. Tiene 20 años de poseer y administrar un taller de reparación de vehículos, ubicado cerca del bulevar Constitución en la ciudad de San Salvador, donde  llegan muchos clientes que están satisfechos por el buen servicio que reciben.

Con una actitud muy serena, dice que acaba de graduarse de Licenciatura en Ciencias Jurídicas, carrera que decidió estudiar para conocer más de sus derechos y ayudar a personas de la comunidad LGBTIQ de El Salvador. Además de lo difícil que puede ser estudiar un grado universitario por el contenido complejo de algunas materias, ella se enfrentó a otro tipo de problema como la homofobia.

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Cuando estaba por graduarse tuvo que vencer la oposición que encontró en uno de los jueces de su tesis, a quien considera homofóbico. El día en que Isabella presentaría su trabajo de graduación, el presidente del jurado le dijo que había una inconstitucionalidad en la tesis y que si defendía sin arreglar eso, él se lo anularía.

Ella contestó que sabía cómo defender esa parte, pero el profesor no quiso darle una oportunidad para exponer ese día; al contrario, le empezó a posponer el día de defensa de tesis y poner múltiples estorbos, provocando atrasos en su fecha graduación.

Isabella descubrió por medio de un amigo que el miembro del jurado repudiaba verla con ropa y apariencia femenina. Solicitó cambio de jurado, las autoridades universitarias se lo aprobaron, ella defendió correctamente su tesis: estaba lista para graduarse. No obstante, los tropiezos siguieron apareciendo.

El fiscal de la Universidad de El Salvador la llamó un día y le dijo que no podía graduarse porque no era posible que apareciera en el título con su actual nombre, debido a que en la partida de nacimiento tenía otro nombre. Esto no detuvo a la entonces estudiante, pues conocía que documentos como el instructivo de graduación, el reglamento administrativo y el sistema informático universitario permiten la opción de “conocido socialmente como”.

Días después, Isabella le presentó al fiscal los ejemplares de los documentos mencionados junto a su partida de nacimiento marginada, el DUI y otros documentos que evidenciaban los obstáculos que estaba recibiendo. Al final ganó la resolución del conflicto y se graduó con su actual nombre.

A la graduación asistieron su esposa y su hija, dos mujeres con las que dice vivir muy felizmente. Su relación con su familia es excelente, pese a que en un principio no fue la mejor.

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Isabella nació en el departamento de San Salvador, pero a temprana edad se mudó a San Miguel para vivir con su abuela paterna. A los ocho años de edad tuvo sus primeras manifestaciones del sexo femenino, se sintió identificada como mujer.

Su abuela notó ciertos rasgos de personalidad femenina, por lo que al cumplir los 11 años de edad, la regresó a San Salvador para que viviera con su padre, quien era un miembro de la hoy extinta Policía Nacional.

“La idea de mi padre era formarme  valores, prácticas o costumbres relacionadas a un género determinado”, pronuncia Isabella para explicar el porqué su padre la metió a un taller de mecánica para que aprendiera el oficio. Fue llevada donde un psicólogo, pero afirma que no fue nada productivo. Durante tres años se formó como mecánico automotriz, un oficio que ama hasta esta fecha.

Por momentos sintió frustración por las palabras hirientes y comentarios fuertes que hacía su familia sobre su identidad sexual,  aunque supo lidiar con ello. Asimismo, se sumergió en el mundo boxeo, deporte que practicó en la Federación Salvadoreña de Boxeo durante siete años en los que ganó muchas medallas.

Al llegar a los 18 años de edad, siguió especializándose en mecánica automotriz tomando cursos técnicos sobre inyección electrónica. Trabajó para diversas empresas de dicho rubro. A finales de la década de los años noventas, fundó su taller con el objetivo de independizarse, un vecino le alquilo el terreno que en el 2006 terminó comprando.

A pesar de practicar muchas cosas asociadas al sexo masculino, no pudo dejar de sentirse como una mujer. “Llegó un momento en el que dije ‘hasta aquí’ y comencé mi proceso de transición en el 2007”, declara.

Primero se informó de todo lo que conllevaría el cambio. Seguido, fue donde un psicólogo y luego visitó a un endocrinólogo, los que le dieron más detalles de cómo sería su cambio de sexo.

Sus padres, otros familiares y amigos apoyaron su deseo de transformación, incluyendo sus abuelos que en un momento manifestaron su desacuerdo con su identidad sexual. Se sometió a los tratamientos médicos de la transición de género y se siente satisfecha con la decisión tomada.

Manifiesta que lleva una buena relación son su madre y padre que actualmente tiene 62 años de edad.

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Isabella atiende a sus clientes por medio de sus tres empleados, pues ahora se dedica más a la parte administrativa que a la realización de tareas. De vez en cuando repara algún motor o le da mantenimiento a un árbol de levas, como lo ha hecho esta mañana.

“La verdad que el precio vale la pena por la calidad y prontitud del servicio”, dice un automovilista que siempre acude donde Isabella para que le dé mantenimiento a su carro.

Contrario a lo que muchas personas pueden pensar. La mayoría de personas que solicitan sus servicios son heterosexuales. Pocos miembros de la comunidad LGBTI salvadoreña buscan que les repare sus automotores.

“Si la gente ve a una mujer lesbiana, la miran sin mayor escandalización. Si ven a un hombre trans, también lo miran sin mayor escándalo. Cuando ven a una mujer transexual es lo trágico, o sea, el machismo es tan fuerte que dicen ‘se perdió a un hombre’, creen que también ellos salen afectados”, expresa Isabella

Isabella pelea para que se apruebe la Ley de Identidad de Género que organizaciones LGBTI han presentado en la Asamblea Legislativa. Quiere que se deje de atropellar derechos de las lesbianas, transgéneros, gay y todos aquellos que son diferentes. Por eso, una de las razones por las que pondrá su despacho jurídico a finales de este año es ayudar a personas que sufren de discriminación.

Se levanta a seguir dándole mantenimiento a un motor, antes dice está muy contenta porque el otro año ya tomó la decisión de estudiar una maestría, otra meta que cumplirá sin importar quién o qué se le oponga.