El 30 de noviembre de 2016, cuando el reloj marcaba las 7:00 de la noche, Moisés*, un médico de profesión empleado del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS), se conducía sobre la Carretera de Oro. A la altura del polideportivo España bajó la marcha de su vehículo y se estacionó. Junto a Moisés se encontraba una mujer.
La pareja comenzó a platicar de forma amena. Un tema llevó a otro. Pero las palabras subieron de tono y las caricias comenzaron a incrementar. Besos, caricias, era la dinámica de la pareja.
Fueron 15 minutos de coqueteo que subió cada vez más de tono, hasta que las prendas sobraron. La pareja se encontraba semidesnuda, cuando en el vidrio del automotor se escuchó un golpeteo. La pareja se sorprendió. Eran dos agentes policiales.
“Sus documentos”, le dijo un agente a Moisés. Asustado los entregó. El interrogatorio comenzó:
“¿Para dónde se conduce? ¿Trabaja cerca?”, fueron las primeras preguntas de los agentes. Moisés contestó lo más franco que pudo. Sabía que había cometido un error.
“Bájese del vehículo por favor”, le indicó uno de los uniformados. El hombre avergonzado obedeció. “Usted es médico, gana mínimo $1,200”, le dijo uno de los agentes, mientras el otro simuló una llamada telefónica. “Intenta intimidarme”, pensó Moisés, ya que el agente policial fingió llamar a un canal de televisión que podría estar interesado en la novedad.
“Hay déjalo, el canal nos pagará mejor”, le dijo el agente a su compañero mientras Moisés escuchaba. El agente le hizo una oferta al médico: “Dame $300 y acá muere esto”.
“Conocés a alguien acá cerca te lo puede prestar”, le sugirió; “pensalo bien, no creo que te guste salir en un noticiero”, concluyó mientras se alejó.
Moisés pensó y le respondió: “Esperame, vamos al cajero que está cerca del supermercado para retirar el dinero”. Los agentes accedieron y se quedaron los documentos del médico.
El hombre se dirigió al cajero y llamó a un amigo de confianza y le contó la situación. Este le aconsejó llamar al sistema de emergencias 911 y les explicara el caso.
Al ver que Moisés tardó más de lo normal, los agentes fueron a buscarlo. Tras llamar al 911, el médico se escondió. Minutos más tarde llegó una patrulla policial al lugar.
Una mujer bajó de la patrulla. Era una sargento. Moisés se envalentonó y llegó a encarar a sus victimarios. “Acá está el dinero”, les dijo Moisés.
Los policías, con los documentos de Moisés en la mano, no supieron explicar lo ocurrido. La sargento ordenó la detención de los dos policías.
Los agentes Carlos Omar Hernández Vásquez y Ovidio Gerardo Rosales fueron sentenciados a tres años por el delito de cohecho por el Tribunal de Sentencia de San Salvador y que serán sustituidos por trabajos de utilidad pública.