Son las 8:30 de la mañana. Tarde para los que estudian y peor para los que trabajan. En Soyapango, un municipio dormitorio de la capital, la hora habitual del sonar de los despertadores es entre 4:30 y 5 de la mañana. No puede existir retraso, sobre todo para los que tienen que enfrentar el despiadado tráfico del bulevar del Ejército.
Mientras muchos luchan para llegar a tiempo a sus destinos, en el reparto Los Santos, donde existe relativa calma pero que es dominada por estructuras de pandillas, la vida pasa sin sobresaltos.
En la mayoría de casas es la hora para los quehaceres domésticos. Menos en una, la de Rodrigo Ramos, un joven de 22 años. Él y su hermana duermen hasta que el calor los azota. La joven tiene 16 años. Ella dejó de estudiar hace 3 años cuando cursaba noveno grado. Rodrigo no trabaja, ni estudia, pero “al menos saqué el bachillerato”, dice sonriendo.
Este día Rodrigo “madruga”; son las 8:45 de la mañana, cepilla sus dientes y solo echa agua en su cara. Con llaves en mano sale de su casa a paso lento, todavía adormitado. Él está seguro que su remesa ya está depositada, como todos los jueves.
Desde hace 19 años su abuela decidió emigrar a los Estados Unidos para darle una vida mejor a su nieto. Por cierto fue el único que conoció.
Rodrigo tiene madre, pero la ve raras veces. Ella abandonó a los jóvenes hace más de 10 años, con el objetivo de tener una nueva relación, la que fracasó. Nunca regresó. Pero ellos quedaron bajo la supervisión de una tía y la asistencia económica de su abuela.
***
Rodrigo y su hermana, quienes pasan la mayor parte del día frente a la computadora o el televisor, son parte de los 415 mil jóvenes Ninis (jóvenes entre los 15 y 29 años que Ni estudian, Ni trabajan), según un estudio realizado por la Fundación Dr. Guillermo Manuel Ungo (Fundaungo) revelado en el año 2014.
Pero esa cantidad es basada en un censo realizado entre los años 2012 y 2013. Ese informe revelaba que uno de cada cuatro jóvenes se encontraba en esa categoría. A esta fecha, algunas autoridades estiman que esta cifra ha crecido, por la falta de oportunidades tanto educativas como laborales con las que cuenta este tipo de segmento poblacional.
En junio de 2016, el presidente de la República Salvador Sánchez Cerén, anunció el programa Eje de oportunidades de empleo y empleabilidad para la juventud, con el que pretendía brindar asistencia económica a los Ninis.
Aunque no especificó detalles, como cantidades y mecanismos para ingresar a este, el mandatario adelantó que el programa estaba diseñado para beneficiar a 15 mil Ninis, en una primera fase. Rodrigo no supo de este programa gubernamental y ni le importó.
***
Rodrigo sale entusiasta de aquel comercio, con sus manos en la bolsa resguarda la remesa. Se aproxima a la tienda del reparto donde vive a cancelar la cuenta de las cosas que ha fiado durante la semana. En la lista de la deuda sobresalen golosinas y cervezas, que habitualmente fía, algunas verduras y sopas instantáneas. Esa es la dieta de los jóvenes.
El joven asegura que la situación por la que atraviesa él y su hermana no es la ideal. “A mí me gustaría estudiar cocina y trabajar, pero no hay oportunidades”, lamenta. Rodrigo ingresó al proceso de admisión del Instituto Técnico Centroamericano (ITCA) para la carrera Técnico en Gastronomía, sin embargo reprobó.
A los meses decidió probar suerte al buscar empleo. Aunque confiesa que sus alternativas eran pocas, ya que probó en dos call center. “Es una lástima, no hay oportunidades”, dice, “te piden experiencia y que seas joven, eso es para descartarte”, piensa.
La piedra que sostiene a los jóvenes Ramos es la remesa, que puntual llega los jueves.
***
FUNDAUNGO en su estudio señala que el fenómeno Nini es originado por la frustración o consentimiento paterno, al abandonar los estudios y algún empleo. Esta situación genera afectaciones en el plano familiar y en los entornos económicos y sociales, ya que se vuelven una carga para el gobierno y las comunidades.
Se estima que el 22.8% de los hogares de los Ninis reciben remesas como forma de subsistencia, mientras que el 77.2% restante no cuentan con este ingreso.
En El Salvador, una de las causas del fenómeno Nini es la dependencia de remesas. Autoridades del Banco Central de Reserva (BCR), revelaron que los ingresos familiares por remesas en 2016 fueron de $4,576 millones, siendo el monto más alto en la historia del envío de remesas al país.
La institución estima que los ingresos por el envío de remesas, constituye el 17.1% del Producto Interno Bruto (PIB), consolidándose como el indicador que saca pecho no solo para la economía familiar, sino nacional.
El crecimiento histórico de las remesas, se debe a la mejora de la economía estadounidense y a la reducción del empleo hispano, que irónicamente ha mejorado en momentos que la crisis migratoria se agudiza debido a la ola delincuencial que afecta a países del Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, El Salvador y Honduras), que de hecho son los mayores receptores de remesas de la región.
***
Es casi el mediodía, Rodrigo se alista, tiene una salida con sus amigos. En la tarde no sabe qué hará. Tampoco en la noche. “Es que no sé qué hacer, ni cuándo”, dice, pero esta vez no sonríe, se ve avergonzado. Esto denota que no tiene idea de lo que hará en un futuro.
“No puedo vivir así siempre, tengo que buscar algo”, concluye sin tener idea de lo que quiere. Mientras eso pasa los días se van entre visitas a amigos, televisión y una que otra salida. Los estudios y entrevistas de trabajo esperan, no hay nada en agenda.
***
En El Salvador, el segmento entre los 15 y 29 años representa la cuarta parte de la población total, el 26.3%, y de estos uno de cada cuatro no estudia ni trabaja.
La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) estima que América Latina cerró el año 2016 con un promedio de 30 millones de Ninis, siendo México el país con mayor cantidad de desocupados.
Por su parte, algunos expertos en la salud mental señalan que este fenómeno se ha convertido en una epidemia, las casusas son la falta de incentivos y exigencia, sumada a una sociedad creciente con poca orientación vocacional. La cura son los incentivos y, sobre todo, las exigencias tanto vocacionales como académicas.