Tras doce años de servicio, el agente especial de la Administración para el Control de Drogas (DEA por sus siglas en inglés) Danny Dalton, presentó su renuncia a la entidad gubernamental estadounidense el 24 de marzo de 2005, en un memorándum enviado a la entonces administradora de la DEA, Karen Tandy.
En días recientes, Dalton hizo pública la versión en inglés de esta carta de renuncia, a través de su cuenta oficial de Twitter.
Para ese entonces, Dalton contaba con un extenso historial de servicio, que incluyó incursiones en la zona fronteriza entre Afganistán y Paquistán, así como la oficina de la DEA en San Salvador, donde estuvo desde 2002 a 2004.
Los argumentos más fuertes que llevaron a Dalton a renunciar, los cuales expresa en su carta, son la deficiente distribución de recursos que hace la DEA, ya que según él, se hace énfasis al combate al narcomenudeo en Estados Unidos, y no a las grandes transacciones de droga en otros países.
Otro problema que lo llevó a abandonar la DEA, alega Dalton, es el poco apoyo logístico que las oficinas centrales brindan a las misiones en el exterior y cómo muchas oficinas de país trabajan sin un encargado titular.
“Durante mis 12 años como agente de la DEA, tuve la oportunidad de participar y liderar investigaciones a todo nivel, en el campo de la lucha antidrogas: Desde compras pequeñas en las calles, hasta transacciones por toneladas de cocaína y opio, y fui desilusionándome cada vez más a medida que cada año pasaba. Me disgusta la falta de enfoque, la inadecuada continuidad y la vergonzosa distribución de recursos mostrado por la DEA y el Gobierno Federal para combatir el problema de las drogas”, señala Dalton en su carta.
Dalton describe esos problemas en su estadía en Peshawar, Paquistán, previo a los atentados que sufrió Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001. El exagente explica que se le fue encomendado neutralizar el suministro del 70 por ciento de la heroína y el opio mundial, el cual transita en la frontera entre Afganistán y Paquistán.
Pese a la titánica tarea, Dalton señala que no contaba con apoyo logístico destacado en el campo, equipo de trabajo obsoleto y sin el respaldo de la sede general en Arlington County, Virginia. “Se esperaba de nosotros que hiciéramos lo imposible”, sostiene Dalton en su misiva.
Lo más grave señalado por Dalton, fue de ventas de heroína a gran escala proveniente de Afganistán, las cuales se realizaron en Estados Unidos, de las cuales fue notificado por sus informantes. Al indagar a profundidad, descubrió que la droga era ofrecida por agentes de la DEA en Estados Unidos.
Al ser evacuado por el gobierno estadounidense, luego de ocurridos los ataques a las Torres Gemelas, Dalton es enviado a Nueva York y ahí tenía la esperanza que alguien retomaría sus informes de inteligencia o le ayudara con equipo para la oficina de Peshawar, pero nadie se ofreció a ayudar.
Agrega además que tuvo esos mismos problemas, durante su periplo de dos años en El Salvador, donde dijo que debía investigar a importantes traficantes de droga, con “nada que temer, más que a ellos mismos”.
Dalton reconoce que idealizó una oficina de primer nivel en El Salvador, dado que el 75 por ciento de la droga con destino a Estados Unidos, es trasegada a través de América Central. Lejos de esto, dice que solo encontró dos agentes, un supervisor y nuevamente se vio sin ayuda logística.
A esto añade que no había ningún tipo de coordinación entre las oficinas de la DEA en América Central, algunas de las cuales atravesaban por problemas burocráticos, relacionados con la falta de liderazgo in situ. Esta descoordinación fue más evidente, indica Dalton, cuando empezó a seguir un caso que involucraba un importante traficante de drogas y armas que controlaba el Golfo de Fonseca.
El mayor obstáculo lo enfrentó al requerir coordinación de la oficina de la DEA en Guatemala. Así describe Dalton su experiencia: “Los agentes de la Oficina de Guatemala son tan ineptos, que no sabían que se podía usar grabaciones hechas en Guatemala para ser usadas como evidencia en Cortes Estadounidenses. Estos mismos agentes de hecho contrataron a un blanco de la SSCO (Oficina de la DEA en El Salvador) como informante por su negativa a cooperar con la SSCO en objetivos mutuos de investigación, y a medida de eso fueron incapaces de saber que esa persona era un objetivo”.
No logró resultados en el campo, sino con la ayuda de la oficina de campo de la DEA en Nueva York y el Fiscal de Distrito Sur de Nueva York, quien tenía un expediente abierto contra un capo de la droga guatemalteco, manifiesta Dalton en la carta.
Luego de 2004, Dalton es transferido a la oficina d la DEA en Seattle, en el Estado de Washington. Ahí, y con un equipo de nueve personas, pasó de indagar a grandes organizaciones de narcotráfico, a dedicarse a casos de narcomenudeo, deteniendo traficantes de crack.
“Si hubiésemos tenido la mitad del dinero durante nuestro período en El Salvador y un equipo de nueve agentes, estoy seguro que hubiésemos hecho mucho más que arrestar a un montón de traficantes callejeros”, cuestiona Dalton y a eso agrega que “la distribución de recursos en la DEA es poco menos que criminal”.
Cuando se le pregunta el por qué no sigue cooperando con la DEA para indagar casos relacionados con el narcotráfico en El Salvador, Dalton ha declarado que considera mejor operar en solitario.
También ha criticado la falta de acción por parte de las autoridades en El Salvador para proceder contra narcotraficantes, aun y cuando hay evidencia más que suficiente en contra de ellos.
Dalton se despide en su carta, con este lapidario mensaje: “Nos gusta decir que estamos en una guerra contra las drogas, pero ¿por qué nunca ha sido ganada, si se han usado tácticas defensivas por décadas? La fuente del problema de las drogas no está en las calles estadounidenses, pero ahí es donde escogemos pelear nuestras batallas. Llenamos nuestras cárceles con traficantes de poca monta para cumplir con estadísticas de arrestos, cuando debemos enfocarnos en los cárteles y capos de la droga que son los responsables de ingresar el producto a través de nuestras fronteras. Cuando este simple hecho sea reconocido u se tomen los pasos para implementar un curso de acción completamente distinto, esta guerra está destinada al fracaso”.
A continuación se reproduce la traducción libre de la carta de renuncia presenta por Danny Dalton el 24 de marzo de 2005 a Karen Tandy, administradora de la DEA:
Primero, quisiera agradecerle por tomar tiempo de su ocupada agenda para leer esta carta; creo que concuerda conmigo de que no será una pérdida de tiempo, y que en mi opinión le brindará valiosa información interna de la DEA, la cual usted encabeza y por la cual estoy renunciando. Anterior a esta asignación a la División de campo de Seattle, fui asignado a la oficina para El Salvador, entre julio de 2002 a agosto de 2004 y anteriormente fui asignado a la oficina residencial de Peshawar y fui responsable de recabar inteligencia del Gobierno Talibán y de la producción de heroína en Afganistán, desde octubre del 2000 a marzo de 2002.
Durante mis 12 años como agente de la DEA, tuve la oportunidad de participar y liderar investigaciones a todo nivel en el campo de la lucha antidrogas: Desde compras pequeñas en las calles, hasta transacciones por toneladas de cocaína y opio, y fui desilusionándome cada vez más a medida que cada año pasaba. Me disgusta la falta de enfoque, la inadecuada continuidad y la vergonzosa distribución de recursos mostrado por la DEA y el Gobierno Federal para combatir el problema de las drogas.
Estuve asignado en Peshawar junto con otros dos agentes y un supervisor que no proveyó apoyo de inteligencia. En un intento por desbaratar el 70 por ciento del suministro de heroína del mundo, con equipo técnico obsoleto con poco o nulo apoyo del cuartel general y sin un plan serio de traer a alguien ante la justicia, se esperaba de nosotros que hiciéramos lo imposible.
La falta de planificación y comunicación entre la base y las operaciones en el exterior se puso de manifiesto mientras estuve destacado en Peshawar. Mientras estuve ahí, informantes me advirtieron de tres oportunidades en las que se vendería en Estados Unidos una enorme cantidad de heroína afgana. En cada ocasión y luego de desperdiciar valioso tiempo y recursos, supe que esa heroína era parte de operaciones inversas en las que la droga era ofrecida por nuestros propios agentes en Estados Unidos, los cuales fallaron en informar a nuestros oficiales que esas operaciones estaban ocurriendo ¡Puede imaginar mi frustración al saber de esto!
Luego que fui evacuado al cuartel general tras la destrucción de las Torres Gemelas; era muy aparente que nadie en el cuartel general iba a tomar nuestros informes de inteligencia en serio y no hubo una efectiva diseminación de nuestra información en el campo, ni siquiera ningún plan para actuar proactivamente al respecto. Cuando regresé de Peshawar, en diciembre de 2001, la respuesta de la DEA a esta crisis fue vergonzosa; por ejemplo: solicité a la División de Campo de Nueva York si podía asignar agentes de forma temporal a Peshawar para poder asistir a una investigación en curso contra una organización de tráfico de heroína que estaba apoyando el terrorismo en la región. Se me dijo que el agente especial en cargo no apoyaría mi petición, porque no le gustaba la idea de que el Cuartel General tomara agentes de su división.
Durante ese tiempo le brindé un tour por la oficina de Peshawar al asistente especial del administrador de la DEA, Asa Hutchinson. Le hice ver mis frustraciones y le expliqué sobre la falta de continuidad y disponibilidad de recursos para hacer mi trabajo. Nada fue hecho en ese momento y el señor Hutchinson dejó la DEA para ayudar en la implementación del Departamento de Seguridad Interna.
Me encontré en la misma situación en El Salvador. Solo otro agente y yo, con un supervisor y sin apoyo de inteligencia. Con este raquítico equipo, se nos hizo investigar importantes traslados de toneladas de cocaína hacia los Estados Unidos. Al igual que en Paquistán, estos traficantes no tenían nada que temer, excepto a ellos mismos. La Fiscalía General de Estados Unidos, ante el riesgo de dañar su historial perfecto, le hizo falta agresividad y coraje para procesar casos de manera adecuada. En lugar de eso, prefirieron perder tiempo y arriesgar la vida de los informantes, esperando evidencia imposible y demandando objetivos nada realísticos en los testigos.
La falta de coordinación y cooperación entre las oficinas de la DEA en América Central es simplemente increíble. Yo creí que debido a que DEA ha puesto mucho esfuerzo y dinero en el combate al tráfico de cocaína en los últimos 30 años, que las oficinas en América Central, donde fluye el 75 por ciento de la cocaína, serían de primera línea y algo para sentirse orgullosos, pero en lugar de eso, para mi sorpresa, lo que encontré fue unos cuantos agentes pobremente equipados con falta de enfoque y cargados con requerimientos burocráticos del cuartel general.
A lo largo de mi carrera vi cómo nuestros managers saltaban de posición en posición para cumplir requisitos para un ascenso; una de las razones para la desastrosa inconsistencia. Esto dejaba vacantes varias posiciones importantes por varios meses, tal es el caso de Honduras, donde la oficina de Tegucigalpa fue dejada sin ningún “attaché” por meses, y por ende, sin ningún tipo de liderazgo. Los dos agentes que quedaban, incluso antes de la llegada del “attaché”, se vieron obligados a usar dinero de sus propios bolsillos para costear investigaciones. De la mima forma, la oficina en Nicaragua estuvo operando por meses con un supervisor y sin agentes de apoyo, por lo que fui incapaz de coordinar casos con esa oficina. Eso fue más notorio, cuando estuve siguiendo un caso que involucraba un importante traficante de drogas y armas que controlaba el Golfo de Fonseca, el cual bordea a Nicaragua, Honduras y El Salvador. Puedo seguir y seguir con ejemplos que ilustran mi creciente decepción con las operaciones de DEA en América Central, pero creo que usted ya tiene una idea.
Nunca pude obtener ninguna ayuda de los agentes de la DEA delegados en Colombia para auxiliar nuestros casos, aun cuando nuestros objetivos estaban embarcando toneladas de cocaína desde su país y habíamos logrado obtener informantes que habían infiltrado las organizaciones en Colombia. Lo mismo pasó en el caso de México y Panamá.
La División de Operaciones Especiales es ineficiente porque no tienen la calificación necesaria para apoyar de forma efectiva, casos importantes desde las pequeñas y poco equipadas oficinas en América Central. Vi como el caso que involucraba a un importante proveedor de cocaína se cayó, porque la División de Operaciones Especiales no pudo manejar el caso y los fiscales asignados tuvieron miedo de actuar. El objetivo fue subsecuentemente indiciado y capturado en México; la evidencia sobre la cual el caso estuvo basado no cambió por meses y un importante informante fue asesinado.
Dejé de contar con ellos por su inefectividad y solicité apoyo al Departamento de Campo de Nueva York (NYFD), donde encontré un grupo que accedió a apoyar un caso de un importante traficante de droga destacado en Guatemala, que había sido procesado por el distrito del Sur de Nueva York en 1996. Nadie más buscaba procesar a esta persona y el Departamento de Campo de Nueva York ni siquiera sabía que el caso todavía estaba abierto. Solo gracias a un dedicado trabajo de un delegado de servicio exterior enviado a la Oficina de San Salvador (SSCO), un grupo de pensamiento progresista de la NYFD, una fiscalización agresiva del Fiscal de Distrito y un “attaché” de país (sin egocentrismos) al frente de la SSCO, fue que logramos, como equipo, procesar a un importante traficante de drogas que estaba operando desde Guatemala desde los años 80. También logramos identificar a otras organizaciones e indiciamos a varios de sus miembros. Todo esto se logró prácticamente sin el apoyo de la oficina de la DEA en Guatemala.
Durante una investigación hecha por el cuartel general a la SSCO, informé de los problemas a los inspectores y cómo se buscó la cooperación de la Oficina en Guatemala sin obtenerla. Obviamente esta situación no fue atendida porque sé que la situación sigue igual. Los agentes de la Oficina de Guatemala son tan ineptos que no sabían que se podía usar grabaciones hechas en Guatemala para ser usadas como evidencia en Cortes estadounidenses. Estos mismos agentes de hecho contrataron a un blanco de la SSCO como informante por su negativa a cooperar con la SSCO en objetivos mutuos de investigación, y a medida de eso fueron incapaces de saber que esa persona era un objetivo.
Durante estas investigaciones, tuve que pedir en repetidas ocasiones apoyo de inteligencia del cuartel general (porque ningún analista de seguridad había sido asignado a El Salvador); al fin logré obtener apoyo del único agente de inteligencia asignado a Centroamérica y este agente tenía menos de un año de experiencia. La comunidad de inteligencia al interior de la DEA es un desastre y muchos de los oficiales terminaron colgando sus gorras (retirándose) dedicándose a arrestar a mulas y pequeños transportistas, debido a que no tuvieron apoyo de inteligencia para interceptar a mayores infractores o a organizaciones completas.
Finalmente, después de cuatro años en el exterior, la sabiduría de la DEA me asignó a Seattle y me encontré junto a un grupo de nueve agentes, investigando 5,100 compras de crack hechas a un viejo traficante de 65 años, asociado con un suicida sin piernas. Si hubiésemos tenido la mitad del dinero durante nuestro período en El Salvador y un equipo de nueve agentes, estoy seguro que hubiésemos hecho mucho más que arrestar a un montón de traficantes callejeros; la distribución de recursos en la DEA es poco menos que criminal. Me estacionaron entre Albany (Nueva York) y Norfolk (Virginia), donde sería imposible encontrar un blanco de alguna magnitud, y esos agentes tenían tres veces los recursos que yo tenía en El Salvador. Nos gusta decir que estamos en una guerra contra las drogas, pero ¿por qué nunca ha sido ganada, si se han usado tácticas defensivas por décadas? La fuente del problema de las drogas no está en las calles estadounidenses, pero ahí es donde escogemos pelear nuestras batallas. Llenamos nuestras cárceles con traficantes de poca monta para cumplir con estadísticas de arrestos, cuando debemos enfocarnos en los cárteles y capos de la droga que son los responsables de ingresar el producto a través de nuestras fronteras. Mientras este simple hecho no sea reconocido y no se tomen los pasos para implementar un curso de acción completamente distinto, esta guerra está destinada al fracaso.