Marcos, nombre ficticio para esta historia, es un médico general que residía en una populosa colonia del municipio de San Salvador, que tuvo que abandonar su vivienda al ser obligado, en varias ocasiones, a atender pandilleros heridos de bala en enfrentamiento con la Policía o en ataques de delincuentes de estructuras criminales contrarias.
El galeno aseguró que hace más de 15 años se graduó de la Universidad de El Salvador y juró hacer todo lo posible por salvar la vida de un paciente, pero las pandillas lo llevaron a dudar de su compromiso hipocrático con la sociedad salvadoreña.
El hombre, de aproximadamente 45 años de edad, nació en una de las colonia más populosas de San Salvador, estudió y con mucho esfuerzo logró alcanzar una carrera universitaria. Decidió quedarse a vivir en el mismo lugar donde creció, con el objetivo de ayudar a sus vecinos y amigos que de alguna manera lo impulsaron a no abandonar su preparación académica.
Después de su graduación como médico, formó un hogar con una maestra, con quien procreó tres hijos. Marcos aseguró llevar una vida normal como cualquier otro ciudadano honrado y trabajador.
Sin embargo, las cosas cambiaron a inicios de noviembre, cuando un grupo de pandilleros tocaron su puerta y le pidieron “ayuda” para atender a un “Home Boy” que estaba herido de bala.
Marcos atendió al pandillero en la sala de su casa, mientras sus hijos y su esposa se encerraron en las habitaciones de la vivienda para no tener contacto con los sujetos.
La herida del criminal no era de gravedad, por lo tanto, rápidamente fue auxiliado y el galeno recetó algunos medicamentos que ayudarían al proceso de sanación. Además, facilitó una lista de alimentos que no debía consumir mientras se encontrara en el proceso de recuperación.
“Doctorcito… ¿Cuánto le debemos?”, preguntó uno de los pandilleros, pero Marcos afirmó que no les cobraría ni un centavo por sus servicios profesionales.
El hecho quebrantó la tranquilidad del médico y de su familia, pero después de una breve reflexión, lo calificó como un acto humanitario hacia el prójimo.
Dos días después, nuevamente los pandilleros visitaron la vivienda del médico con otro de sus compañeros heridos, pero por la gravedad de las heridas, el profesional recomendó trasladarlo a un hospital, pero los criminales le advirtieron que si intentaba llamar a una ambulancia lo matarían.
Los pandilleros le informaron que desde ese momento, él curaría a los heridos de la pandilla, que no debía informar a las autoridades y le aclararon que preferían morir en las casas destroyer que en un hospital de la red pública.
E l temor de los pandilleros no era directamente a los nosocomios. Los delincuentes trataban de evitar ser capturados por la Policía mientras se recuperaban de las heridas, ya que al ser identificados, las autoridades se percatarían que tienen órdenes de capturas por distintos delitos y terminarían en la cárcel.
Marcos, ante la presión de la pandilla, decidió huir con su familia y abandonar su vivienda. Sus hijos tendrán que cursar el próximo año educativo en otro departamento y empezar una nueva vida alejados, por el momento, de estas estructuras criminales.
Nota: Algunos de los datos fueron modificados para proteger la identidad del médico y la de su familia.