Una cosmetóloga que estaba siendo extorsionada decidió buscar a un antiguo amigo, que ahora es pandillero, para que intercediera por ella ante la Mara Salvatrucha y que le permitieran trabajar tranquilamente en su negocio ubicado en el Barrio San Jacinto de San Salvador. El favor le salió muy caro, según sus familiares, quienes detallaron que actualmente se encuentra desaparecida.
Sofía, nombre ficticio que usaremos para esta historia, es una mujer de aproximadamente 34 años de edad, que realizó varios cursos de cosmetología y después de trabajar a domicilio finalmente decidió colocar su negocio propio.
Los primeros meses de operación del negocio fueron muy buenos económicamente, relatan familiares de Sofía, aunque la mujer siempre mantenía el temor de ser extorsionada por pandillas.
Aproximadamente en junio de 2014, un pandillero llegó a cortarse el cabello a la sala de belleza, a pesar que la visita la llenó de miedo, la cosmetóloga trató de atenderlo con amabilidad como a cualquier otro cliente ; sin embargo, tuvo un presentimiento que algo negativo ocurriría.
Efectivamente, otro pandillero de la Mara Salvatrucha llegó al negocio de Sofía y le informó que desde ese momento pagaría a la estructura criminal $20 semanales, de lo contrario, atentarían contra el establecimiento y en el peor de los casos la matarían.
Ante la encrucijada, la mujer no tuvo otra alternativa que pagar la extorsión y durante algunos meses entregó los $20 semanales, es decir, $80 mensuales. Pagar dicho monto afectaba sus finanzas familiares y dificultaba sus responsabilidades ante sus dos hijos, a los cuales mantenía con la ayuda de su pareja.
Una salida al problema
Sofía recordó que tenía un amigo de infancia, con el cual incluso asistieron juntos a la escuela, pero que posteriormente se había convertido en un pandillero de la Mara Salvatrucha.
La cosmetóloga investigó sobre el paradero de su amigo y fue informada que estaba recluido en el penal de Mariona y tras “rebuscarse” consiguió el contacto telefónico con el hombre que estaba tras las rejas.
La mujer habló telefónicamente con su amigo pandillero, a quien le expuso que estaba siendo víctima de extorsión y que necesitaba su ayuda para dejar de pagar los $20 semanales.
Según los familiares de mujer, el pandillero se mostró muy amable y le dijo que no se preocupara, que ese “clavo” lo resolvería a la brevedad y así fue. Posteriormente, Sofía fue informada por unos pandilleros que la mara le perdonaba la extorsión.
En una nueva llamada, la cosmetóloga agradeció a su amigo por librarla del problema y acordaron continuar con la comunicación constante.
El pandillero comenzó a enviarle cartas a la mujer, a quien le confesaba algún interés amoroso, pero ella insistía que tenía pareja y que lo quería como amigo. Nada más que eso. Esas cartas llegaban una vez por semana y un pandillero hacía la labor de mensajero.
Las pláticas continuaron. Incluso el pandillero le envió un teléfono celular con saldo ilimitado para llamar en cualquier momento y el tiempo que ambos estimaran conveniente. La mujer aceptó el teléfono, pero se dio cuenta que estaba en un camino sin retorno.
El pandillero recordó el favor realizado a la mujer al quitarle la extorsión, por lo que le solicitó pagarlo de alguna manera. El pago era sencillo para el criminal: que la mujer fuera al centro penal a visitarlo y sostuvieran relaciones sexuales.
La cosmetóloga se negó a ir al penal de Mariona y le insistió, con mucho miedo, que no podía ir a visitarlo y le pedía cortar la comunicación para evitarse inconvenientes futuros. El pandillero aceptó que ella no lo visitara, pero le pidió continuar con las llamadas telefónicas. Ella aceptó.
Penal de Ciudad Barrios
Días después, el pandillero hizo una nueva petición, pero ahora las condiciones habían cambiado, no era una sugerencia, sino una orden. La mujer debía ir al penal de Ciudad Barrios a visitar a un “homeboy” y tener relaciones sexuales con él.
Un sábado del mes de agosto de 2014, el pandillero llamó a la mujer y le informó que el siguiente día a las 4:00 de la madrugada llegaría un pandillero a traerla a su vivienda, quien la llevaría al penal ubicado en el departamento de San Miguel. Un automotor tipo sedán, color rojo y de año reciente.
Ante esto, la mujer advirtió a sus familiares de lo que sucedía, quienes le recomendaron irse inmediatamente de su vivienda, pero ella optó por dejar a los niños en casa de sus padres y quedarse sola en casa. La pareja de la mujer estaba fuera del país al momento del ultimátum del pandillero. Nadie acudió a la Policía o buscó ayuda de las autoridades.
La vivienda de la víctima se encuentra en una zona vigilada; sin embargo, una amiga que sabía de la situación, la visitó a las 6:00 de la mañana del domigno, pero ella no estaba en casa, por lo que supuso que había acudido a la cita con el pandillero.
Al consultar al vigilante del lugar, el hombre aseguró no haber visto si algún vehículo llegó al lugar a traer a la mujer o si ella salió por sus propios medios, lo cierto, es que nadie sabía el paradero de la cosmetóloga.
Los familiares pensaron que la mujer efectivamente fue llevada hacia Ciudad Barrio, San Miguel, por lo que esperaron su regreso al finalizar la tarde, lo cual no ocurrió.
Hasta la fecha, dos años después de los hechos, la mujer se encuentra desaparecida, sus hijos quedaron al cuidado de la pareja de la cosmetóloga y sus familiares siguen con la interrogante sobre paradero la víctima.