Interiano y Matute entraron al local y pidieron unas cuantas cervezas para empezar. Los dos agentes de la Policía Nacional Civil venían acompañados por otros dos agentes más que, al igual que ellos, gozaban de sus días de licencias y aprovecharon para empinar el codo a lo grande. Eran cerca de las diez de la mañana y sabían bien que les esperaba un largo día de beba y jolgorio.
El local de la “niña Gloria” es uno de los muchos que hay sobre la novena calle oriente, en el centro de San Salvador. Una cuadra llena de prostitución, droga, alcohol, ladrones, pandillas y otros males, parecía un escenario paradójico para que cuatro agentes de la ley lo prefirieran para ir a departir, pero eso no evitó que se divirtieran.
Luego de varios envases vacíos, los agentes salieron del local y anduvieron visitando otros en la misma cuadra comúnmente inundad de olor a orines y música estridente, hasta que se hicieron las seis de la tarde.
Para esa hora, Interiano y Matute habían quedado solos y sin dinero. Los otros dos agentes que los acompañaban se dieron la retirada mientras los dos amigos y compañeros seguían con sed. Entonces decidieron regresar al puesto de la niña Gloria y pedir otro par.
La cervecería de la niña Gloria está en la esquina opuesta al parque Centenario. Es un local pequeño con algunas mesas pequeñas de madera y una barra para servir tragos en el fondo. Tiene unos ventanales amplios y dos puertas que dan a la calle. Ese día, como de costubre, había dos bafles grandes apilados que sonaban a todo dar y ponían más ameno el ambiente.
Interiano, cliente frecuente de doña Gloria y su bar, veía de reojo a las prostitutas sentadas a unos metros de él y pedía más cerveza para él y Matute. Era su segundo día de licencia y faltaban dos.
Cuando el reloj estaba cerca de señalar las siete de la noche, Interiano se dio cuenta que todo el dinero con que salió temprano de su casa se había reducido a envases vacíos y ya no había qué tomar. Entonces recordó los beneficios de ser cliente en un bar y comenzó a pedir “fiado”. Pero don Gilberto Sandoval, el esposo de doña Gloria y por demás dueño del bar, le dijo que no estaba dispuesto a darle ni una sola cerveza más sin que pagara.
Ante la negativa, Interiano continuó insistiendo, y esta vez probó por la dueña del bar, quizá creyendo que a ella sí la lograría convencer de que le dieras más cervezas sin pagar. Sin embargo, apegada al discurso de su esposo, la dueña del bar le dijo que no y; es más, le preguntó que si ya se iban a ir.
Interiano, molesto, le gritó a doña Gloria “está bien, pues, vieja pendeja” y se quedó rezongando sobre la mesa mientras Matute se levantó hacia el baño. En esas iba el compañero de Interiano cuando el dueño Gilberto, el dueño del bar, se le acercó a decirle que no soportaba que hubiera insultado a su esposa y a exigirle que se fueran, que no los querían ver más por ahí. Matute, con varias-varias cervezas entre el pecho y la espalda haciendo eco en su cabeza, optó por callar los gritos del cantinero a las malas y desenfundó su pistola.
Cuatro disparos sonaron y todos supieron que la fiesta había terminado. Tirándose en el suelo, a rastras, prostitutas, borrachos y no tan borrachos salieron como pudieron del local pegando gritos despavoridos. El cantinero retrocedió unos pasos y agarrándose con ambas manos el estómago cayó acostado en el suelo. La sangre le brotaba y a su camisa blanca se le dibujó una enorme mancha roja.
Al ver lo ocurrido, doña Gloria apresuró el paso y se lanzó sobre Matute, tratando de quitarle la pistola, pero el policía logró apartar a la mujer con ayuda de Interiano y le disparó varias veces. Doña Gloria cayó en el suelo y se repelió a como pudo apretándose el estómago y la pierna.
-Puta, qué degenere – fueron las palabras de Interiano antes de quitarle la pistola a Matute y buscar la salida del bar.
El cuerpo del cantinero había quedado atravesado frente a la salida, y los pies le impedían el paso a los dos policías. Interiano, que para entonces no había podido disparar ni una sola vez porque él no andaba pistola, aprovechó y le dio un tiro de gracia en el pecho al moribundo.
Una llamada al 911 alertó sobre lo ocurrido en el bar. Los policías llegaron a la escena y socorristas de Comandos de Salvamento trasladaron a doña Gloria hasta un hospital.
Aunque en ese entonces, la Policía dijo a los medios de comunicación que desconocían quiénes podían haber sido los hechores de aquella balacera que dejó muerto al cantinero y a su esposa hospitalizada, las investigaciones determinaron más tarde que se trataba de dos policías destacados en la Unidad Aeroportuaria de la PNC, Jose Interiano Ávalos y Alvaro Antonio Matute.
Las investigaciones fiscales lograron detectar que, efectivamente, ambos policías estaban de licencia el día de los hechos y que uno de ellos, Interiano, no portaba pistola porque le había sido prohibido ya que tenía varios procesos disciplinarios abiertos por sus problemas de alcoholismo.
Dos días después del hecho, según relató la encargada de la Unidad Aeroportuaria, Katya Elizabeth Morales, ambos policías pidieron “curiosamente” dos días de incapacidad y tres días más tarde, Interiano pidió seis meses de permiso sin goce de sueldo y Matute pidió dos años bajo las mismas condiciones.
La policía logró capturar a ambos acusados y durante el proceso confesaron los hechos, argumentando que todo se había tratado de un hecho confuso y que fue durante la pelea entre el cantinero y Matute que “él solo se disparó” la noche del 16 de abril del 2015.
Este jueves 30 de junio de 2015 fue suspendida la audiencia preliminar en su contra y reprogramada para la próximas semana en el juzgado décimo de Instrucción de San Salvador para decidir si pasan a juicio.