jueves 24 de octubre del 2024

Raúl Mijango, “El Señor de los penales”

por Redacción


Según la Fiscalía, durante el tiempo de la tregua, Mijango entraba y salía de cualquier penal con total libertad, llevando celulares y cigarrillos que a veces dejaba a los pandilleros, incluso moviéndose en un vehículo del Estado.

Para el tiempo de la tregua, Raúl Mijango pasó de ser un simple y particular exguerrillero a tener paso libre y voz propia en todo el sistema penitenciario de El Salvador. Así lo aseguran las acusaciones de la Fiscalía General de la República (FGR) en la investigación realizada en torno a este tema y por la cual 14 de 17 acusados ahora guardan prisión preventiva.

La relación circunstanciada de los hechos, o, en palabras de uno de los fiscales del caso, “la  historia” de la tregua, dibuja al exguerrillero y mediador como un señor de los centros penales.

Mijango entraba a la hora que quería, cuando quería, con quien – o quienes – quería, al penal que quería. También usaba carros de inteligencia policial o de la Dirección General de Centros Penales para trasladarse, para trasladar pandilleros o para llevar alimentos hacia los penales, según la acusación fiscal.

De acuerdo con la Fiscalía, todo comenzó con el proceso que mediáticamente se llamó “Tregua” y que tuvo su punto más álgido entre los días 8 y el 9 de marzo del año 2012, cuando se trasladó a 30 líderes de pandillas desde el penal de máxima seguridad de Zacatecoluca a penales ordinarios.

Para entonces, el recién nombrado ministro de Justicia y Seguridad Ciudadana, general David Munguía Payés, había encargado como director de Centros Penales a Nelson Rauda Portillo y como director de la Policía al también general Francisco Ramón Salinas. Ambos hombres de confianza del general.

El sistema carcelario de El Salvador, para entonces, no era el más estricto ni el más justo, ni el menos corrupto o corruptible que digamos. El tráfico de droga y teléfonos al interior parecía algo normal. Las noticias de extorsiones ordenadas por un pandillero encerrado en la cárcel tampoco era algo por lo que extrañarse, sin embargo, a principios del 2012 algo extraño comenzó a pasar.

Fue a principios del año 2012, pocas semanas después de que Munguía Payés prometiera públicamente que reduciría a toda costa al menos en un 30% el número de homicidios del país, cuando el en ese entonces subinspector Luis Alonso Aguilar Marín, en compañía del policía retirado José Roberto Castillo Díaz, llegaron al penal de máxima seguridad de Zacatecoluca, La Paz.

Llegaron a reunirse nada menos que con la ranfla nacional de las dos pandillas mayoritarias en El Salvado, la Barrio 18 y la Mara Salvatrucha. Semanas después de esa primera reunión que quedó registrada en los libros de visitas del penal, y que la Fiscalía ha presentado como prueba ante los tribunales, Castillo Díaz es contratado nuevamente en la policía como subinspector.

Fue posterior a estas visitas que Mijango aparece en el radar de la fiscalía. Acompañado del obispo Fabio Colindres, una tarde del mes de febrero, el que más tarde sería reconocido como mediador de la tregua entre pandillas se presentó al penal de Zacatecoluca para reunirse con los líderes de pandillas. Para que lo dejaran entrar le bastó decir con que traía “órdenes de arriba”.

Después de algunas visitas de Mijango al penal de Zacatecoluca, los custodios del recinto encontraron una “güila”, como se le llama a las notas que ocupan los pandilleros para comunicarse entre sí, para emitir órdenes entre sí, o para comunicarse inclusive entre los mismos sectores de los centros penales.

En esa güila, los pandilleros informan que hay una intención de acercarse con ellos a dialogar, y que como parte de sus condiciones van a exigir el traslado de los líderes a otros centros penales de menor rigor y a pedir que los soldados que se encargaban del registro de los visitantes se retiraran.

Ese mismo día que se encontró la güila, según consta en el requerimiento presentado por la Fiscalía, Mijango dijo durante una reunión que él mismo ya había hecho “las gestiones” para que se trasladara a los cabecillas para varios penales; y al día siguiente, fue monseñor Fabio Colindres quien lo reiteró: no sé cómo ni cuándo, pero parece que van a haber traslados de reos a otros penales”.

Pocas horas habían pasado desde que Mijango y Colindres anunciaron la buena nueva a los pandilleros cuando un equipo de técnicos del Consejo Criminológico llegaron a realizar jornadas maratónicas con tal de llenar los expedientes de 30 pandilleros enlistados en un documento, según la Fisclaía, emitido por Carmen Elena Arévalo Mata, miembro del equipo criminológico de la región paracentral.

Cuarenta y ocho horas después, 15 cabecillas de la Mara Salvatrucha estaban siendo trasladados hacia otros penales y un día después otros 15 del Barrio 18.

Desde entonces, las visitas de Mijango a Zacatecoluca fueron más esporádicas. Sus reuniones, según las investigaciones de la Fiscalía, eran en el penal La Esperanza, mejor conocido como Mariona. Hasta ahí, dicen los fiscales del caso, Mijango hacía llevar a pandilleros de Ciudad Barrios e Izalco.

Durante todo este tiempo y lo demás que duró la tregua, Raúl Mijango pudo entrar con teléfonos y cigarros que repartía en los centros penales, según lo ha acusado la Fiscalía. Y siempre, para entrar a cualquier penal, decía que traía “órdenes de arriba” para evitar cualquier registro.

Aunque la Fiscalía lleva registro y reconoce durante todo el expediente que arriba de Mijango hubo todo el tiempo otros funcionarios, incluso arriba del director Nelson Rauda, durante lo que el fiscal Douglas Meléndez anunció como “el cierre de la primera etapa”, los gráficos, los relatos, incluso la acusación formal ponen a Mijango como el principal líder de una estructura que habría cometido varios ilícitos durante la tregua.

“Sobre Munguía Payés. Él también aparece mencionado en la fase inicial de la tregua, pero no hemos encontrado personas que quieran dar información en relación a él. A lo mejor por el nivel de empoderamiento que tenía”, dijo el fiscal cuando anunció la captura de Mijango, el pasado 3 de marzo.

El pasado sábado por la tarde, el juez suplente del Juzgado especializado de Instrucción “A” de San Salvador ordenó seis meses de prisión a Mijango y 13 implicados más en este caso; sin embargo, no se especificó a cuál de los penales del país, de los que algún día entró y salió con total libertad, será enviado el ex mediador.