El Salvador
jueves 28 de noviembre de 2024
Nacionales

El Barrio 18 mató “por venganza” a un policía que no debía nada

por Bryan Avelar


Tres pandilleros disparon al agente Milton David Hernández Clavel, luego de que un palabrero del Barrio 18 de una zona de Apopa muriera en un enfrentamiento.

Dos palabreros de la facción “Revolucionarios” del Barrio 18 dirigían una reunión en el interior de una casa destroyer en la residencial Miramundo, en el municipio de Apopa. La reunión, liderada por El Largo y El Tierno, también incluía a varios pandilleros “morros” y a algunos colaboradores de la pandilla. El objetivo principal era claro: vengar la muerte de El Obama, el dieciochero que llevaba la palabra antes en la zona y que murió mientras intentaba escapar de la policía.

Los dos pandilleros que tomaron la palabra después de la muerte de El Obama dijeron a los gatilleros, a los postes y a los colaboradores, que ya tenían identificados a dos miembros de la policía que vivían en la zona y que en unas horas iban a dar una “pegada”. Era la tarde del domingo cuatro de enero del 2015.

La 18-R es la pandilla que opera en la zona de la Miramonte, El Tikal y los alrededores de la comunidad Tinetti. El agente a quien iban a matar, por otra parte, nunca participó en la muerte de El Obama, según la investigación fiscal. Sin embargo, la pandilla lo único que quería aplicar era la «ley del talión» y vengarse de la institución policial con la vida de uno de los suyos.

Cerca de las 3:00 de la tarde del siguiente día, la pandilla comenzó su operación. Tres pandilleros con los alias El Plátano, El Ariel y El Chimbolo caminaron por la zona del puente El Tikal, cerca del río del mismo nombre, en las cercanías de la cancha de lacolonia Miramundo. La zona estaba posteada por varios colaboradores de la padilla, y al otro lado del puente estaba El Cheyo en un Toyota Corolla blanco, esperando a escuchar los disparos para huir con los hechores y las pistolas.

Eran cerca de las 6:00 de la tarde cuando Milton David Hernández Clavel, uno de los dos agentes de la Policía que vivían en el pasaje 7-D de la Miramundo, parqueó su pick up azul, se bajó y caminó despacio en dirección hacia su casa por un espacio llano y sin ningún obstáculo que se atravesara en el camino de las balas que ya estaban preparadas para él.

Pero, por alguna razón, ese día la pandilla no “pegó”, y el policía mantuvo su vida por una cuantas horas más.

Los pandilleros caminaron frente a la casa del agente, revisaron que la puerta estaba cerrada y avanzaron hasta la casa de Flor de María Cornejo, a quien el Barrio conocía como La Madrastra del Sietillo, por colaborar con la pandilla y porque, además, tiene un hijo que también es pandillero, a quien apodaron El Sietillo.

En esa casa que quedaba a una distancia de un pasaje de la casa del policía en la mira, un grupo de cinco pandilleros terminaron de afinar el plan y acordaron dar “la pegada” para el siguiente día muy temprano. Cornejo aceptó que se quedaran y los resguardó toda la noche.

A las 5:00 de la mañana los pandilleros estaban listos. Todos en sus posiciones. El Pinky, «posteando» (vigilando); El Plátano, El Ariel y El Chimbolo, cada uno con su pistola; El Cheyo en el carro y otros colaboradores simulando barrer las aceras de sus casas para ver lo que pasaba y alertar por si acaso llegaba alguna patrulla antes de tiempo.

Cerca de las 5:45 de la mañana, el agente Hernández Clavel, un investigador destacado en la División Élite contra el Crimen Organizado (DECO) de la PNC, salió de su casa con un recipiente en el que llevaba su desayuno. Caminó hacia su carro, y apenas había sacado la llave de su bolsa, sonaron los disparos.

Los tres pandilleros le hicieron lluvia de balas al policía como venganza por la muerte de El Obama. Hernández Clavel tiró su comida al suelo e intentó huir, pero las balas lo hicieron caer al suelo. Estando ahí recordó que cargaba su pistola y la sacó, pero no pudo disparar ni un solo tiro.

Después de asegurarse de su muerte, los pandilleros pasaron cerca del cuerpo del policía y se dirigieron hacia donde los esperaba El Cheyo para huir lo más lejos posible. Media hora después, el lugar estaba lleno de policías, fiscales y médicos forenses.

Entre todos los colaboradores de la pandilla que la policía logró capturar se encontraba uno a quien llamaremos Anderson. Este es el nombre que la Fiscalía le asignó en el proceso judicial contra los involucrados luego de que el colaborador aceptara delatar a los suyos con tal de reducir su pena en la cárcel.

Anderson confesó todo. Contó desde la planeación del asesinato hasta su ejecución y los motivos que llevaron a la pandilla a cometerlo. Delató a los palabreros, a los colaboradores y a los gatilleros. Contó los secretos de la pandilla y sus reglas.

Gracias a las declaraciones de Anderson, cinco de los pandilleros involucrados ya guardan prisión en uno de los penales del país.

En una declaración jurada, sentado en el banquillo de los acusados y con la voz distorsionada por un altoparlante, Anderson terminó de hundir a cuatro de los acusados que se presentaron ante el juez este martes 24 de mayo del 2016.

El Juzgado Especializado de Sentencia “B” de San Salvador que llevó el caso aprobó todas las pruebas presentadas por la Fiscalía y escuchó las declaraciones de ocho testigos más, aparte de Anderson, entre ellos el otro policía a quien la pandilla tenía en la mira, pero que huyó luego del asesinato de su compañero para proteger su vida y la de su familia.

Tras una audiencia de casi seis horas, la jueza decidió continuar el proceso y emitir su sentencia el próximo jueves 26 de mayo.