A finales de 2010, una mujer que se dedica a echar pupusas, conoció a un hombre de 30 años, cuatro años menor que ella y después de unos meses de noviazgo decidió formalizar una relación sentimental y lo llevó a vivir a su vivienda en el municipio San Cristóbal, Cuscatlán.
Erick Antonio Alfaro Hernández, un sujeto delgado y de aproximadamente 1.60 metros de estatura, llegó al hogar ubicado en el cantón Santa Anita, el cual estaba conformado por la mujer, su hijo que en ese entonces tenía 9 años y una niña de seis años.
Durante los seis años de relación, el hombre solamente trabajó por 12 meses, en una empresa embotelladora de bebidas gaseosas, el resto de tiempo se dedicó a cuidar a los niños, mientras la mujer trabajaba en una pupusería del centro de la ciudad de Cojutepeque.
La madre de los niños, todos los días de la semana, salía a las 4:00 de la madrugada de su casa rumbo a su trabajo y regresaba a las 7:00 de la noche; es decir, que los infantes, la mayor parte del tiempo se encontraban con su padrastro.
En la actualidad, los adolescentes tienen 15 y 12 años, ambos estudian en un centro escolar público, pero en horarios diferentes. El mayor estudia en el turno de la tarde y la niña en el turno de la mañana.
Mientras el hermano mayor andaba en la escuela, el hombre se quedaba a solas con la menor, situación que era aprovechada para manosearla en sus partes íntimas.
Los abusos iniciaron a mediados de 2015, pero la joven cayó, ante amenazas de su padrastro, quien reiteraba que si le contaba a su mamá, sería golpeada con un palo y la violencia se extendería hacia su hermano y su progenitora.
La menor de edad no pudo callar más la situación y contó lo sucedido a su abuela materna, quien inmediatamente acudió a la Policía a interponer una denuncia, contra el padrastro de sus nietos. Hasta este momento, la madres desconocía porqué había sido capturado su compañero de vida.
La víctima quedó en manos del Instituto Salvadoreño para la Niñez y Adolescencia (ISNA) y la custodia anciana, la cual tiene 60 años, pero dijo que defendería con todas sus fuerzas y llegaría hasta las últimas instancias legales.
El caso llegó hasta los tribunales y actualmente se encuentra bajo la jurisdicción del Tribunal de Sentencia de Cojutepeque, donde Alfaro Hernández, está siendo procesado por el delito de agresión sexual contra menor e incapaz. De ser encontrado culpable, podría enfrentar una pena de hasta 12 años de prisión.