Una familia salvadoreña, integrada por cuatro miembros, decidió disfrutar de uno de los días de la vacación de Semana Santa en el Lago de Ilopango, ubicado en el municipio del mismo nombre y al oriente de la capital. La belleza del lugar, la cercanía con la ciudad de San Salvador y el atractivo turístico, fue lo que orilló a este grupo a decidirse por las aguas del lago de origen volcánico.
Sin embargo, los veraneantes, ignoraban que la zona está infectada por miembros de la Mara Salvatrucha, quienes vigilan la zona del turicentro propiedad del Instituto Salvadoreño de Turismo e incluso deambulan dentro del mismo para evitar que personas “sospechosas o de la pandilla contraria” invadan su territorio.
En su vehículo tipo sedán, los dos padres, un joven de 17 años y una señorita de 24, salieron de su residencia ubicada sobre el bulevar Constitución y en un aproximado de 30 minutos, se encontraban en la entrada principal del balneario donde se encuentra un letrero que da la bienvenida a los visitantes.
Desde que se bajaron del automóvil, el padre se percató de la presencia de pandilleros, quienes centraron sus miradas en el joven de compleción delgada, casi dos metros de estatura y quien vestía una bermuda negra y un centro rojo.
Además, el muchacho portaba una patineta, con la cual esperaba practicar skatebording y hacer piruetas con su tabla en el pasillo principal del centro recreativo, a un costado del faro ubicado, ubicado en las orillas del lago.
Previo a ingresar al lago para el respectivo baño, la familia conversó sobre la posibilidad de retirarse del lugar antes de cualquier incidente con los pandilleros; el padre recordó a los suyos que portaba legalmente un arma calibre 9 milímetros y que no dudaría defenderse ante los criminales.
El padre decidió no bañarse y vigilar de la diversión de su familia, la mañana pasó sin ningún inconveniente alguno, aunque los sujetos no dejaban de merodear el lugar y centrar su atención en el joven.
La hora del almuerzo llegó, la familia acudió al área de comida del turicentro, ordenó unos platos de pescado frito, arroz, una ensalada improvisada con unas rodajas de tomate, pepino, rábano y una hoja de lechuga, sin faltar, el limón que acompaña el tradicional platillo.
El resto de la familia aparentemente había olvidado la presencia de los criminales, pero el padre, no, seguía alerta y pendiente ante cualquier eventualidad.
Discretamente, una de las meseras, se acercó a la familia y le recomendó retirarse del lugar, ya que los pandilleros andaban preguntando si alguien conocía al joven, si le habían visto tatuajes mientras se bañaba y sobre la posibilidad que fuera un “chavalo”; es decir, un miembro de la pandilla 18.
Sin haber terminado sus alimentos, el hombre pidió la cuenta, pagó los $16 de los cuatro platos e informó a su familiar que se retirarían del lugar.
Sin hacer muchas preguntas, la mujer y los dos jóvenes, obedecieron dirigiéndose al vehículo, lo abordaron e iniciaron la marcha de regreso a casa, aunque su principal objetivo, era salir del lugar ante el temor a la Mara Salvatrucha.
El padre de familia lamentó que un lugar tan hermoso esté prácticamente tomado por las pandillas, aunque reconoció que había presencia de efectivos policiales y militares, los pandilleros no se detienen en su actividad delincuencial.