Eran pasadas las diez de la noche. Marco ingresó con su vehículo a un motel de la capital para pasar la noche. No quería regresar a su casa. Había bebido demasiado, estaba ebrio, mareado, y no quería manejar en ese estado.
Temía encontrarse con un retén policial, ser detenido por los agentes y pasar la noche en una bartolina. Por eso decidió pagar unos cuantos dólares y hospedarse en el motel El Escorial, ubicado en calle Edison, entre la Avenida Cuba y Avenida Barberena del Barrio San Jacinto, en San Salvador.
Minutos después de ingresar a su habitación, salió a caminar al parqueo del establecimiento. Los pasillos estaban oscuros, apenas iluminados por los focos externos de las habitaciones.
De pronto, un empleado del motel le pidió ayuda. Le dijo que había observado a un hombre sospechoso que estaba escondido en el área de la cocina. Ambos caminaron hasta ese lugar y, al llegar, encontraron a una persona boca abajo.
Al observar la presencia de los dos hombres, el sujeto que estaba en el suelo hizo un movimiento como de sacar un arma. En seguida, al ver ese movimiento, Marco sacó su pistola y le disparó en varias ocasiones.
Al ver que el hombre estaba muerto, Marco corrió hasta el parqueo, subió a su vehículo y se marchó a toda prisa. Pero, horas después decidió ir a una delegación de la Policía para entregarse por el crimen que había cometido.
Todo eso ocurrió la noche del primero de abril del año pasado.
El Juzgado Segundo de Sentencia de San Salvador condenó el pasado jueves a Marco Antonio Cardoza Avelar a diez años de prisión por el delito de homicidio simple en perjuicio de David Ismael Alas Guevara.