Al otro lado de la línea alguien pronunció cuatro palabras incoherentes, pesadas, confusas y cortó la llamada. El policía de turno de la delegación de Guatajiagua, Morazán, se quedó con el teléfono en la mano tratando de entender. En unos pocos segundos su cerebro logró procesarlas hasta que el mensaje tomó forma, se hizo más claro:
«Aquí hay una muerta».
El agente se quedó con la duda, vio que la llamada se había originado en Yoloaiquín y telefoneó a sus compañeros de esa delegación.
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Los domingos es día de fútbol aquí y en China. Y como dicta la costumbre Yoloaiquín entero se fue a la cancha polvosa del cantón Antillón a patear la número cinco. Adán Mendoza fue con sus dos hijos a jugar mientras en la casa quedó su esposa Juliana Arbaiza dando de comer a las gallinas y los perros.
El día transcurrió rápido. Parecía un domingo normal. Pero en la calle apareció un grupo de miembros de la Mara Salvatrucha con su caminar pendenciero y caras de pocos amigos. Buscaban una víctima y la encontraron: entraron a la casa de la mujer de 58 años y la empezaron a desmembrar viva.
A machetazo limpio le quitaron un brazo, una pierna, otro brazo, la otra pierna. La sangre espesa se acumulaba en el piso de tierra. Pero la mujer no moría. Había entrado en shock pero estaba viva. Los asesinos empezaron a tirar de un lado a otro los miembros del cuerpo. Parecía que jugaban con el dolor. Finalmente la decapitaron.
La clica de Yoloaiquín es muy poco dada a cometer asesinatos con tal brutalidad. Pero la Pinos Locos Salvatruchos tenía que hacer un ritual de iniciación para uno de sus nuevos miembros y lo hizo.
¿Por qué la Pinos Locos si es de Santa Tecla? Es que, según fuentes policiales, sus tentáculos han crecido tanto que a principios de 2015 ya tenía operaciones en San Miguel y desde entonces ha ampliado su radio de acción en Oriente.
La carnicería terminó pasadas las tres de la tarde. Una hora después los curiosos empezaron a llegar a la escena a contemplar el mórbido espectáculo. Los últimos en llegar fueron Adán y sus hijos.
Las partes del cuerpo quedaron regadas -separadas unas de otras a no menos de seis metros- en un terreno con maleza cerca de un pozo.
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Para la MS simplemente fue un rito de iniciación. Para los vecinos una muerte tan horrenda que no tiene parangón.