Luis Alberto Chacón salió de su casa pasadas las siete de la mañana. Montó la bicicleta para llevar a pastar a sus seis vacas; en la mano llevaba una vara para arrearlas. Apenas anduvo unos cuantos metros cuando en el horizonte apareció un grupo de pandilleros, entre ellos, sus tres hijastros conocidos en el cantón La Poza, de Ozatlán, Usulután, como los pelirrojos. Lo bajaron a patadas y le asestaron seis disparos en el pecho y el rostro.
Pero Luis Alberto no murió en el momento sino que agonizó durante varios minutos; los asesinos, explicaron los vecinos, se burlaron de las últimas bocanadas de aire que tomaba con desesperación y le colgaron en el cuello la vara. Después que huyeron, los semovientes se quedaron dando vueltas alrededor del hombre cuya vida se extinguía poco a poco.
El responsable de disparar fue uno de sus hijastros, según las investigaciones preliminares de la Policía Nacional Civil (PNC). Fuentes de esa institución explicaron que ahora los asesinos de su padrastro escalarán posiciones en la jerarquía de la Molinos Locos Salvatruchos (MS-13). En la pandilla matar es común pero cobrar como víctimas a un familiar da puntos extras.
Los asesinos escaparon en dirección al caserío Jocote Dulce. El lugar del crimen es poblado, con varias casas cerca y una subestación de CEL. Los vecinos, después que el hombre quedó solo con sus vacas, se acercaron a espantarlas y a comprobar que ya estaba muerto.
Hace ocho días los mareros asesinaron a otra persona. Son un grupo de 30 criminales que cuando no asesinan vagabundean en los cantones Guadalupe, Jocote Dulce, La Puerta, La Poza y el Molino. Cada vez que se dejan ver es porque habrá un muerto.
Uno de los pelirrojos es uno de los asesinos más buscado; fuentes policiales explicaron que en su prontuario criminal tiene cuatro órdenes de captura por homicidio. Pero tiene un soplón que le avisa cuando debe esconderse más en la oscuridad en los momentos que la PNC realiza operativos para capturarlo.