Hacia las siete de la noche acabaron de matar a las mujeres. Dijeron “ya terminamos” y se sentaron en la calle casi a mis pies. “Ya terminamos con los viejos y las viejas, ahora solo hay esa gran cantidad de niños que han quedado encerrados. Allí hay bien bonitos, no sabemos qué vamos a hacer”. Otro soldado respondió: “La orden que tenemos es que de esta gente no vamos a dejar a nadie porque son colaboradores de la guerrilla, pero yo no quisiera matar niños”.
“Si ya terminaron de matar a la gente vieja, vayan a ponerles fuego”. Pasaron los soldados ya con el gran matate de tusa de maíz y una candela prendida, y le pusieron fuego a las casas donde estaban los muertos. Las llamas se acercaban al arbolito donde yo estaba, y me asustaban las bolas de fuego. Tenía que salir. Se oía el llanto de un niño dentro de la fogata, porque a esas horas ya habían comenzado a matar a los niños. “Andá ve, que a ese hijueputa no lo has matado”. Al ratito se oyeron los balazos.
* Fragmento de relato de la masacre de El Mozote, contado por Rufina Amaya, sobreviviente que murió años después, el 6 de marzo del 2007. Tomado del libro “Luciérnagas en El Mozote”, publicado por el Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI).
Este 12 de diciembre de 2015 se cumplen 34 años de la masacre perpetrada en los cantones El Mozote, La Joya y Los Toriles, en el norte del departamento de Morazán, en El Salvador, donde murieron cerca de mil personas, entre niños, hombres y mujeres, según el Informe de la Comisión de la Verdad.