Adentro del pick up hay un hombre muerto. Tiene el rostro hinchado, oscuro y descompuesto. El cráneo está destrozado. Los ojos están saltados y el cuello se le ha desfigurado. Sobre su pecho, entre la carne descompuesta, reposa una cadena de oro. El vehículo es doble cabina, color gris, y ha sido abandonado sobre una calle de la residencial Jardines de La Libertad, municipio de Santa Tecla. Es 16 de marzo de 2014.
La escena ha sido acordonada por elementos policiales que inspeccionan, cavilan y hacen anotaciones en sus libretas. Instantes después, sacan el cadáver y lo tienden sobre el suelo. El olor a podredumbre es insoportable. La víctima tiene al menos tres días de haber sido ejecutada. Los agentes revisan sus documentos personales y descubren que el hombre era un cafetalero que residía en Santa Tecla.
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El 10 de marzo del 2014, por la noche, el cafetalero llegó a su casa con una bolsa transparente repleta de dólares. Eran $57 mil en efectivo. Le explicó a su esposa que ese dinero lo utilizaría para comprar café que luego iba a comercializar. Eso fue todo. No hablaron más.
Al siguiente día, por la mañana, salió en su pick up y regresó hasta altas horas de la noche. En esta ocasión le manifestó a su esposa que ya había pagado el café y que se lo llevarían al beneficio “Buena Vista”, ubicado en el municipio de Juayúa, departamento de Sonsonate. Le contó que se había reunido, en ese lugar, con su socio Juan González.
Pasaron uno, dos, tres días y el café no llegó a su destino. El 14 de marzo, el cafetalero salió de su casa a las seis de la mañana. Se fue a dejar a sus hijos a un centro escolar y regresó pasada las ocho. Estuvo unos instantes y volvió a salir a bordo del pick up. Horas después, su esposa le realizó una llamada telefónica, pero este no le contestó.
A la mujer se le hizo raro que la llamada se desviara al buzón de voz. Intentó comunicarse con él al menos quince veces más, pero fue imposible. Siempre le aparecía apagado. Fue entonces que se comenzó a comunicar con los amigos de su esposo para saber si alguno de ellos tenía alguna noticia. Pero nadie le brindó ninguna referencia.
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El 26 de enero de 2014, Vicente caminaba junto a su hijo por un caminito de un pequeño parque ubicado en la colonia Jardines del Volcán, en Ciudad Merliot, Santa Tecla. De pronto, observó a un grupo de sujetos que se le acercaron. A todos los conocía. Eran pandilleros de ese sector. Uno de ellos, llamado Eduardo Martínez, conocido como “El Pelón”, le ofreció un teléfono móvil, marca Black Berry Z, color negro. A cambio le pidió 75 dólares.
Vicente tomó el celular y observó que en la pantalla aparecía la fotografía de un hombre barbado, con una cadena de oro que pendía sobre su pecho. Trató de seguir manipulando el teléfono, pero “El Pelón” se lo arrebató de las manos. “¿Qué más querés pendejo?”, le dijo. Luego le reiteró que si lo quería tenía que pagarle 75 dólares. Este le respondió que no tenía ese dinero.
De repente llegó otro pandillero conocido como “Colocho”. “El Pelón” le comentó que estaba vendiendo el teléfono móvil. Le hizo otras preguntas que Vicente no logró comprender. Otros pandilleros que estaban en el lugar tenían dos botellas de licor. Uno de ellos abrió una y “El Pelón” le dijo que dejara de estar de “abusivo”, porque si no “te vamos a dejar como a este maitro de podrido”, y le enseñó la fotografía del celular. En la imagen aparecía el cafetalero.
Después se sentaron en el suelo y comenzaron a beber licor. “El Pelón” comenzó a narra cómo habían asesinado al hombre. Detalló que proyectil que disparó en la cabeza del cafetalero se lo había dado “la Mailyn”. El “Colocho” le dijo en un tono molesto que por haber matado a ese hombre lo habían ascendido y que a ellos, que habían posteado, no les habían dado nada.
“El Pelón” le contestó que no había sido fácil; que había sentido miedo y que hasta “las manos le habían temblado” cuando asesinó al cafetalero. “Con tal que me ascendieran en la cancha (territorio) le descargué el mortero”, murmuró.
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Días después de haber encontrado el cadáver, la División Élite contra el Crimen Organizado de la Policía Nacional Civil (PNC) capturó a Juan Carlos Ernesto González Durán, de 43 años de edad, y a Blanca Marlen Bonilla Pereira, de 24. El primero era el socio del cafetalero asesinado y la segunda una mujer conocida como “Mailyn”, quien tenía relación con la pandilla MS que opera en Ciudad Merliot.
Ambos fueron acusados por la Fiscalía General de la República (FGR) ante los tribunales por el delito de homicidio agravado. Las autoridades indagaron y llegaron a la conclusión que estas dos personas planearon el asesinato del cafetalero (de quien han protegido su identidad, en el proceso judicial, con clave “Fuerza”).
La hipótesis es que González Durán planeó el crimen para limpiar la deuda, pues este no había cumplido el pacto de entregarle el café. Sobre el dinero que el cafetalero le pagó a su socio no consta ningún documento que detalle cuál fue su paradero. Tampoco se indica si hubo otras capturas. Actualmente el proceso se encuentra en el Juzgado Segundo de Instrucción de Santa Tecla. Todavía falta el desenlace judicial.