El Salvador
sábado 16 de noviembre de 2024

«Esta zona es nuestra: no dejamos entrar policías ni soldados»

por Redacción


Esta es la vivencia de un periodista –cuyo nombre no puede darse a conocer por seguridad- que conoció una de las tantas formas en las que la Mara Salvatrucha siembra el terror en Ahuachapán.

Viajábamos en un pick up sobre una calle de tierra alumbrada únicamente por la mortecina luz de la luna menguante. Eran pasadas las siete de la noche y a nuestro paso solo quedaban nubes de polvo que bañaban la abundante maleza que rodea el lugar.

Después de varios minutos de travesía escuchamos los motores de dos motocicletas y vimos a dos motociclistas reflejados en los retrovisores avanzando en medio de la polvareda. Mantuvimos la calma  porque pensamos que quizá eran dos investigadores policiales que nos habían considerado sospechosos dado lo inusual que debe ser que a esa hora circulen vehículos de forasteros.

Pero de pronto uno de los motociclistas aceleró, se detuvo unos segundos a nuestro lado y se adelantó unos pocos metros tratando de mantener una distancia prudente. Luego aumentó la velocidad, frenó y cruzó la moto en medio de la calle. El que venía atrás nos seguía siempre muy de cerca.

Por prudencia también decidimos que lo mejor era frenar y preguntarles qué querían. Manteníamos la esperanza que fueran investigadores, que solo nos iban a pedir nuestros documentos de identidad y nada más. Aunque la verdad es que esa ilusión fue en extremo ingenua.

Dejaron las motos y se acercaron a la ventana. Nos dijeron que nos bajáramos y entonces nos vimos frente a frente: evidentemente no eran policías.

Nos pidieron nuestros documentos. Los revisaron. Nos preguntaron –a los cinco pasajeros del pick up– qué hacíamos en el lugar, qué buscábamos, para qué. En ese momento llegaron tres vehículos más: dos pick ups y un jeep con sujetos que portaban escopetas, fusiles 22, M-16 y pistolas. Estaban armados hasta los dientes.

Nuestra visita al cantón Las Mesas, en Jujutla, Ahuachapán, no había sido por diversión. Unas fuentes nos habían dado a conocer que desde hace tres meses la gente está desapareciendo; definitivamente no puede ser casual que en menos de doce semanas haya más de una docena de casos de los cuales solo se han encontrado dos cadáveres de víctimas.

Tampoco es normal que haya tanto silencio. Fuimos a la Fiscalía General (FGR) y a las delegaciones de la Policía Nacional Civil (PNC) a preguntar qué tanto sabían. Pero solo encontramos puertas cerradas.  Solo Medicina Legal (IML) nos confirmó lo que está pasando en esa zona colindante con Tacuba y Ataco.

Los residentes tienen miedo. No salen de sus casas a menos que sea estrictamente necesario y la mejor coraza contra los asesinos que se han tomado las calles del cantón es el silencio y la resignación. Según la información que recabamos la clica Vatos Locos Salvatruchos de la Mara Salvatrucha (MS-13) se ha erigido como una autoridad de facto en las zonas rurales de Jujutla cobrando $10 impuestos de tránsito a los vecinos y matando a quienes se resistan.

La pandilla, además, ha tejido una fina red de informantes que alertan cuando los policías salen de las delegaciones a patrullar, cuando los soldados se acercan o cuando uno de los lugareños se han convertido en un delator.

Entonces nos dimos cuenta que habíamos caído en las manos de los que cobran el impuesto de tránsito, de los que han desaparecido a los vecinos, de la pandilla.

Uno de los motociclistas llevó a enseñar nuestros documentos al que presumimos es el líder de la pandilla en el lugar. Le dijo que éramos reporteros que habíamos llegado a hacer una investigación. La luz de las lámparas LED con las que alumbraban solo nos permitían ver unos rostros hasta desconocidos entonces pero que nunca olvidaremos.

El sujeto regresó. Nos explicó que eran la autoridad, que todos los que cruzaban debían pagar $50 como derecho de tránsito e incluso justificó que los vecinos cancelaban $10 cada quincena para poder ir a trabajar.

“El dinero es para dejarlos circular porque esta zona es nuestra, no dejamos entrar policías ni soldados”, nos dijo. Posteriormente supe que que la delegación más cercana está en Jujutla a hora y media de recorrido, que no tienen vehículos adecuados porque deben ser de doble tracción y que, aunque los policías actuaran con más fuerzas contra ellos, no serviría de mucho porque los pandilleros se esconden en la maleza y los vigilan desde las alturas.

Obviamente les pagamos y nos dejaron ir. El miedo, sin embargo, se fue con nosotros y hasta este día nos sigue atormentando.