Maggie fue diagnosticada con cáncer de mama a la edad de 46 años. Nadie de su familia había padecido anteriormente esta enfermedad. Ella comenzaba a trabajar en la Asociación Salvadoreña para la Prevención del Cáncer (ASAPRECAN); sin embargo, a pesar de estar relacionada con el tema, nunca pensó que pudiera padecer una enfermedad de este tipo. Según Maggie, cualquier persona podía sufrir cáncer, menos a ella.
Un día, mientras estaba trabajando con la doctora de la Asociación, le comentó que se había sentido una pelotita en su pecho, pero que no le había tomado mucha importancia.
− ¿Cuánto tiempo lleva sin hacerse la mamografía?
− Como un año llevo, pero no me ha salido nada.
− No, Maggie, ¡mañana tiene que ir a hacérsela, sin falta!
Y así fue. Al siguiente día se practicó el examen y cuando recibió la noticia no logró asimilar de inmediato lo estaba pasando. El cáncer ya iba en una escala fuerte, tenía metástasis en los ganglios de la axila derecha. Como no pensó recibir esa noticia, fue sola a la cita, pero al enterarse llamó a sus hijos y familia, quienes llegaron angustiados al centro médico.
“Yo sé de muchas mujeres que tienen fibromas o pelotitas, pero solo se las extraen y no pasa nada. Es difícil asimilarlo a la primera”, dice.
Maggie no solo pensó en que la enfermedad la iba a afectar a ella, sino también a todo su núcleo familiar. Fuera de ellos, a sus compañeros de trabajo y amigos más cercanos.
El tratamiento fue duro, largo y lleno de mucha incertidumbre. El temor que tenía de saber si iba a poder superar la enfermedad o fracasaría la invadía todos los días. Durante el camino vio a muchos compañeros, como ella los llama, caer en batalla. Por más que lo intentara no podía estar indiferente a eso, le afectaba.
Con ayuda de su doctora y colegas lograron programar la cirugía dos meses y medio después de recibir la noticia. Antes de eso, le practicaron un examen para extraerle tejidos de la zona donde estaba el tumor y eso hizo que este se alterara provocando que creciera de forma más rápida. Llegó a medir 11 centímetros y medio.
Luego de esto y previo a la operación, fueron necesarias tres quimioterapias cada 21 días. Llegó el día de la mastectomía −que consiste en la extirpación total o parcial de la glándula mamaria− y salió con éxito.
Pero aunque ya se había realizado la cirugía todavía faltaba lo peor.
El tratamiento que los doctores le practicaron fue muy duro y desgastante. Le recetaron 12 quimioterapias más cada 21 días, pero su cuerpo soportó solo 10. No podía más. Sus defensas estaban bajas completamente, su cuerpo sin energías y tuvo que ser ingresada de emergencia en un hospital. Terminada esta etapa, tuvo que iniciar las radiaciones diarias. Fueron 25 en total.
“A mí me daban dolores de cabeza, dolores fuertes de estómago, hubo veces que me dio diarrea; era una falta de energía increíble, yo me sentía fatigada hasta de estar acostada o sentada”, recuerda.
Un aspecto que Maggie considera que la ayudó a mantenerse activa durante el tratamiento fue su trabajo. Nunca se incapacitó durante un año. Un día iba a la quimioterapia y al siguiente día se presentaba a su trabajo. No lograba dar el 100 %, pero considera que fue una terapia ocupacional llena de muchas dificultades.
Su actitud nunca fue de derrota, al contrario, se sentía segura, confiada y positiva. El cariño y apoyo de sus familiares y amigos cercanos fue clave durante el difícil tratamiento. Al terminarlo, empezaron los chequeos médicos cada dos meses, cuatro, seis, y luego cada año. No podía de prestar atención a las revisiones, ya que la enfermedad podía regresar.
9 años de ser una vencedora
El pasado junio, Maggie cumplió nueve años desde que le diagnosticaron cáncer de mama y está en remisión total, es decir, que el tumor ha desaparecido por completo y tampoco han aparecido signo o síntomas de la enfermedad.
ASAPRECAN es la asociación en donde funciona como secretaria ejecutiva, la misma en la que comenzaba a trabajar cuando fue diagnosticada con la enfermedad. Tiene 55 años de edad y es madre de cuatro hijos y tiene nietos.
En el apoyo de su trabajo ha tenido la oportunidad de viajar a países de Latinoamérica compartiendo su experiencia. La idea es que una mujer que ya pasó por la enfermedad, como ella, pueda hablar y entender a otras mujeres que están luchando contra esta.
“Los últimos exámenes que me hicieron, salió todo limpio, gracias a Dios. Aquí estamos trabajando y agradeciéndole a Dios por ser parte de la asociación y a través de ASAPRECAN ayudar a otras mujeres”, afirma.
En El Salvador, en el 2014 el Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS) realizó 36,472 mamografías a mujeres entre las edades de 40 a 69 años, de los cuales se diagnosticó cáncer en 334 mujeres. Para el presente año, se contabilizan 129 nuevas pacientes que luchan día a día contra la enfermedad.