El Salvador
domingo 24 de noviembre de 2024

Las “señales” que mandan las pandillas con los monstruosos homicidios de policías

por Redacción


Desde el crimen del sargento Olaizola Díaz el encarnizamiento va en aumento.

El sargento Baltazar de Jesús Olaizola Díaz estaba en su día de descanso cuando la muerte lo sorprendió. El lunes 5 de octubre salió a departir con sus amigos pero nunca más regresó a la casa. Al día siguiente, entre las seis y ocho de la mañana, un ciudadano llamó a la Policía Nacional Civil (PNC) para alertar de un paquete abandonado en una acera del puente Majucla, en el kilómetro 12 y medio de la carretera Panamericana.

Cuando llegaron los investigadores hallaron una cabeza metida en una bolsa que a su vez estaba adentro de un bolsón negro. A un lado había un carné con el escudo de la PNC y el nombre de Olaizola Díaz.

Al sargento no solo lo asesinaron. No. También torturaron su cuerpo. La cabeza tenía laceraciones en todo el rostro. Eran delgadas marcas hechas quizá con tijeras o navajas y pequeños y  profundos puntos en la piel infligidos, probablemente, con pica-hielo.

Pero su cuerpo no aparecía.

Los investigadores dedujeron que el cadáver completo debía estar en el lugar donde los supuestos pandilleros lo asesinaron. El único problema que tenían es que desconocían dónde era. Cinco días más tarde descubrieron en una orilla del lago Suchitlán, en Suchitoto, un cuerpo desmembrado. Y entonces se encendieron las alertas.

“Eso lo determinará Medicina Legal”, dijo una fuente policial a la que en ese momento se le preguntó sobre la veracidad de la hipótesis.

Pero el sargento no es el único policía que ha sido asesinado con brutalidad.

El viernes en la noche el agente Wilfredo Ramos Vides regresó a la casa después de trabajar. Un par de horas más tarde volvió a salir en su motocicleta y le aseguró a la familia que no tardaría mucho. Ya nunca más volvió.

Cerca de las seis de la mañana los vecinos del bulevar Sur de Santa Tecla llamaron a la PNC para avisar que, aparentemente, un cuerpo se estaba quemando en la acera. Pasados los minutos llegaron los agentes y el Cuerpo de Bomberos a sofocar el pequeño incendio. Apagadas las llamas se dieron cuenta que era una persona y poco a poco hallaron pistas de la identidad. Se dieron cuenta, gracias a un DUI que estaba tirado, que la víctima es Ramos Vides que estuvo destacado en la subdelegación de la colonia Miramonte, en San Salvador. La versión preliminar es que primero fue acribillado –casi una docena de disparos en el tórax y la cabeza-, luego le rociaron gasolina y prendieron fuego.

Ramos Vides es la baja número 53 de la guerra entre las pandillas y el Estado que se hizo más notable en abril de 2014 cuando un grupo de pandilleros emboscó a cuatro policías que atendieron una llamada de emergencia en Quezaltepeque.

Si bien la cifra de policías asesinados cerró con 39 el año pasado y hasta este día reporta 53 solo en 2015, es decir, ya superó a la primera, pero los homicidios habían sido a traición en los días de descanso.

Pero desde el crimen de Olaizola Díaz el encarnizamiento va en aumento.

Por ejemplo, los crímenes de los agentes Guillermo Antonio Escalante, Moris Adalberto González, Federico Marcelino Sánchez Aranda y otros –todos en diferentes fechas- fueron cometidos a traición en emboscadas o por asesinos que disparaban desde un vehículo en movimiento.