A Esmeralda González la empezó a violar su padre cuando tenía siete años. Un día, mientras jugaba escondelero con su hermano mayor se quedó oculta bajo la cama, guardando silencio para que no la encontraran. Ahí pudo ver cómo su padre abusaba sexualmente de su otra hermana, unos cuando años mayor que ella. A los días, Esmeralda le dijo que había visto todo. Y entonces comenzó su calvario. Un calvario de violaciones continuas que su padre no dejó de imponerle incluso después de que la dejó embarazada.
La primera vez que Antonio González*, su padre, abusó de ella le dijo que iban a jugar, extendió los cinco dedos de la mano y le pidió que eligiera uno, el que más le gustara. Esmeralda con sus siete años de inocencia señaló el dedo índice, y su padre, luego de esto la abusó.
-Esto es para que no le contés nada de lo que viste aquel día a nadie. A nadie le tenés que contar ¿oís? – le repetía constantemente Antonio a su pequeña hija.
Estos hechos ocurrieron cuando la familia de Esmeralda vivía en un mesón, en una pequeña colonia en el centro de San Salvador, y su padre trabajaba como vigilante en turnos rotativos en la colonia Escalón, siempre en San Salvador, mientras que su madre salía a las 7:00 de la mañana y regresaba cerca de las 10:00 de la noche, ya que era empleada en un bar de una tía de Esmeralda, ubicado en la Décima Calle Oriente, en el centro de San Salvador.
Antonio aprovechaba que sus horarios eran rotativos, es decir que algunos días trabajaba de día y otros de noche. En los días que tenía la mañana y parte de la tarde libre esperaba a que alguna de sus dos hijas regresara de la escuela para abusarlas sexualmente, le decía a sus dos hijos varones que salieran a jugar a la calle amenazándolos con pegarles si no obedecían, y dejaba a sus hijas bajo el pretexto que debían hacer oficio, y las abusaba una por una.
-No seás naca. No le vayás a contar a nadie o ya vas a ver – le decía su padre mientras la niña lloraba por los abusos.
Así pasaron los años entre constantes abusos, hasta que a la pequeña Esmeralda, cumplidos los nueve años, le vino la primera menstruación. Entonces vinieron días en que sentía dolores agudos, algo que comentó en secreto con su madre, quien le dijo que la llevaría al doctor para saber qué le pasaba.
Pero nunca la llevaron a ninguna parte. Su padre dijo, una tarde en que se dio cuenta del asunto, que mejor sería él quien la llevara al hospital, promesa que nunca cumplió. Contrario a eso, siguió abusándola durante varios años más hasta que la dejó embarazada cuando Esmeralda tenía 14 años.
La madre de Esmeralda se dio cuenta del embarazo de su hija y le pidió explicaciones seguido de varios castigos. La niña respondió que un tal Fiberto, compañero suyo de la escuela la había abusado y la dejó embarazada. Esta había sido el libreto que su padre le había dado.
Preocupada por la situación, su madre fue a buscar al fulano abusador a la escuela, donde para sorpresa suya le dijeron que no había ningún alumno matriculado con ese nombre, ni lo hubo durante los años recientes.
De la violación nació una niña llamada Josseline, en octubre del 2012.
La última vez que Antonio González abusó de su hija fue justo el mismo día que esta cumplió los 40 días de dieta después del parto. Cuando esta nació fue el mismo padre (de las dos) quien tomó los papeles de la recién nacida y la fue a asentar.
A los tres años, cuando su hermana, a quien las violaciones de su padre habían llegado primero, también quedó embarazada. Antonio, al darse cuenta un día mientras estaban sentados en la sala de su casa, incluida la madre de las víctimas, empezó a insultar a su hija mayor por el embarazo.
La misma noche, indignada, Esmeralda le confesó a su madre que tanto ella como su hermana habían sido abusadas constantemente durante muchos años cuando ella no estaba, y que los dos embarazos eran de su padre.
Entonces la madre de las menores tomó la decisión de separarse de su esposo y se llevó a sus hijas e hijos a vivir a otra parte, pero pasaron dos años más para que interpusieran la denuncia que terminaría este pasado martes 20 de octubre de 2015 en la condena de 23 años de cárcel por el delito de Violación Continuada Agravada contra Menor Incapaz.
*Algunos nombres de personas y lugares, así como fechas han sido cambiadas para proteger la identidad de las víctimas. Los hechos ocurrieron entre los años de 1996 a 2010, y el hecho fue condenado el pasado 20 de octubre en el Tribunal Sexto de Sentencia de San Salvador.