Moisés no era pandillero. Lo mataron por la misma razón que a diario asesinan a muchos salvadoreños: ser joven y residir en un lugar sitiado por pandillas. Eran casi las cuatro de la madrugada del pasado domingo. Un grupo de pandilleros, vestidos con uniformes militares y policiales, ingresaron a un pasaje de la colonia San Carlos del municipio de Ayutuxtepeque, San Salvador.
Llegaron simulando un operativo policial. Botaron la puerta con una almádana e ingresaron a la vivienda donde residía el estudiante de enfermería. Lo sacaron a la fuerza y lo pusieron de rodillas a la entrada de una iglesia ubicada frente a su casa.
El crimen fue brutal. El joven no tuvo oportunidad de defenderse. Le descargaron los fusiles y el cadáver quedó tendido en el pavimento con el cráneo destrozado. Los atacantes intentaron huir, pero era demasiado tarde. Una llamada había alertado a la Policía Nacional Civil (PNC) del falso operativo.
Los agentes llegaron a la zona y se encontraron con el grupo de pandilleros que se dispersó con rapidez. Unos subieron al cerro El Cusuco, una pequeña montañita, empinada, con la maleza alta; y otros escaparon por otros pasajes.
Fue entonces que los policías pidieron más refuerzos. El escenario era complicado. Las nuevas unidades policiales se toparon, en la colonia El Carmen, con tres falsos policías que iban armados y con gorros pasa montaña. Eran pandilleros. Ni siquiera intentaron huir, se rindieron y entregaron las armas.
Mientras eso ocurría, en el cerro El Cusuco otro grupo de pandilleros se había escondido cerca de un árbol plantado en el centro de la pequeña montaña. Realizaron algunos disparos para tratar de intimidar a los agentes que les daban persecución.
Pasados algunos minutos, ascendieron hasta llegar a la cima. Los pandilleros creyeron que todo estaba concluido, que habían logrado burlar a las autoridades, y comenzaron a despojarse de sus uniformes policiales. Luego intentaron escapar por la comunidad El Bosque.
Era tarde. Una columna del Grupo de Reacción Policial (GRP) había cercado ese sector. Estaban acorralados. Al percatarse que estaban en aprietos, rodeados por todos lados, comenzaron a realizar disparos contra los agentes y descendieron nuevamente. Se parapetaron en el árbol del centro y continuaron disparando. Eran pasadas las ocho de la mañana.
El enfrentamiento fue intenso. La escena era de película: policías y soldados – quienes también se habían sumado al operativo – tenían arrinconados a los pandilleros y se batían entre balas. Un helicóptero se había sumado a la batalla. Pero los mareros no daban señales de rendirse tan fácilmente.
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La génesis del enfrentamiento
La cadena de venganzas en la colonia San Carlos comenzó con la muerte de Luis Alberto Alfaro, alias “Black”. Tenía 32 años de edad y era palabrero del Barrio 18 (ala Revolucionaria) en las colonias El Tazumal y Las Terrazas.
El crimen ocurrió el pasado primero de agosto sobre la calle a Mariona, a la altura de la colonia Monterrey del municipio de Mejicanos. El pandillero, quien residía en Ciudad Corinto, se conducía en un automóvil color rojo. Y, de pronto, fue interceptado por otro vehículo que lo acribilló a balazos. El cadáver quedó al interior del carro.
La estructura dirigía por el “Black” creyó que los ejecutores se refugiaban en la colonia San Carlos, un territorio fronterizo donde hay más presencia de la Mara Salvatrucha, y que por años ha sido disputado por el Barrio 18 porque es un pasadizo clave que colinda con el penal de Mariona.
Ahí, en la colonia San Carlos, donde también vivía Moisés, estaba radicado un palabrero de la MS conocido como el “Secas”. Su nombre es Carlos Hernández. Los pandilleros de la 18 creyeron que el plan para matar al “Black” había sido fraguado en la casa de este.
La venganza estaba escita en piedra. Ocho días después del crimen del “Black”, un grupo de pandilleros llegó hasta la casa de el “Secas” y la ametralló. El “Secas” salió por la puerta trasera de la casa y se lanzó a una quebrada. Escapó y no regresó más.
Tras haber logrado expulsar al “Secas” de su vivienda, los pandilleros del Barrio 18 amenazaron de muerte a las familias residentes en la San Carlos. Les pidieron que abandonaran sus casas. Al menos quince familias obedecieron y se marcharon, custodiados por la Policía, hacia la colonia Santa Rita, un sector con más presencia de la MS.
Desde entonces, los pandilleros de la 18 han querido ganar más terreno y han matando a residentes de la colonia San Carlos, la mayoría de ellos jóvenes. La última víctima es Moisés Hernández, de 18 años de edad, quien cursaba tercer año en la Escuela Técnica de Enfermería. La Policía no lo tenía perfilado como pandillero. Vecinos y familiares del joven también descartaron que este haya sido pandillero.
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La batalla parecía no tener fin. Las horas pasaban y los pandilleros seguían poniendo resistencia. A pesar de las advertencias de los policías, estos no se rendían. La prensa también había llegado al lugar y documentaba el megaoperativo a todo color.
“El terreno era difícil y no teníamos mayor margen de maniobra. Ellos estaban rodeados. No tenían escapatoria, pero se negaban a entregarse. Entonces, el plan de nosotros fue agotarlos hasta que se rindieran. Lastimosamente no lo hicieron”, recuerda uno de los oficiales que participó en el operativo.
En cierto momento, dos de los pandilleros, al verse acorralados, decidieron entregarse. Uno de ellos ayudado por un supuesto pastor evangélico, quien le pidió por teléfono que se entregara a las autoridades. Así lo hizo.
“Ya había aceptado entregarse, pero cuando le decíamos que lanzara el arma al suelo no lo hacía. Hasta después la tiró hacia el enfrente. Le ordenamos que la recogiera y la tirara a un lado. Ponía resistencia y al final obedeció y lo detuvimos”, evoca otro policía.
Los capturados fueron identificados como Jesús Ramírez Soriano Velázquez, de 18 años de edad, Alexis Molina Avilés, de 19 años, Bryan Eliseo Molina Avilés, 19 años, e Ismael Carranza Funes, de 19. Todos están acusados por los delitos de terrorismo, homicidio agravado y portación de armas de fuego.
Otros tres pandilleros murieron en el lugar del enfrentamiento. Uno de ellos fue identificado como Douglas Alexander Cruz Saravia, de 18 años, alias “Pequeño Billy”. Este había sido perfilado por la Policía como uno de los sicarios más peligrosos de la estructura. Otro de ellos fue reconocido únicamente como “Chele Calulo”, y del tercero aún se desconoce su identidad.
La Policía decomisó cuatro armas largas, entre ellas un fusil AK-47.
“No es que la escena haya sido parecida a la guerra. Lo que sucedió fue que nosotros agotamos todos los recursos de la ley. No hicimos ninguna barrida. Tratamos de capturarlos con vida y ellos opusieron resistencia. Eso es todo”, comenta un tercer agente que participó en el operativo.