El ímpetu desmedido con que el pastor Henry Giovanni Beltrán estremecía templos durante sus sermones no sería, ni por cerca, lo que lo llevaría la perdición, sino el «pecado» (y a la vez delito) que cometió al violar a una niña de 13 años en el cuarto trasero de la pequeña ermita “Creeré”, que lideraba en la colonia Las Mercedes, del municipio de Aguilares.
El pastor Beltrán era conocido por ser un excelente «hijo de Dios» que predicaba con el ejemplo, y un –qué decir– buen consejero espiritual que a sus cortos 34 años de vida ya orientaba incluso a los ancianos de la colonia en los caminos que mandan las sagradas escrituras.
Piel trigueña y buen mozo, el pastor había enseñado a su feligresía que, tal como lo dejó escrito el profeta Malaquías, era de un buen creyente traer “todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa, para que se os abran las ventanas de los cielos, y se derrame sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”. Por eso mismo él se encargaba, con diligencia de buen pastor, de exigir un dólar cada domingo a todos los fieles que a su iglesia asistían.
Viviendo en medio de lo que él mismo llamaría “pruebas que el demonio posa sobre la carne” al referirse a las mujeres que alguna vez le habrían hecho insinuaciones desleales a los principios de la religión, el pastor Beltrán erigió su ministerio en medio de las pandillas y la violencia que norman los días y las noches en el país.
Sin embargo, la tragedia no empezaría sino hasta la mañana de un 4 de octubre de 2014 en que, previamente ¿dominado por la concupiscencia? y habiendo meditado-planeado previamente lo que iba a hacer, decidió ir hasta la casa de Sara, una fiel servidora de la iglesia que no faltaba los domingos a los dos cultos que se celebraban y de vez en cuando colaboraba con los quehaceres de la casa religiosa.
Estando en la casa de su adepta, y luego de intercambiar algunos «diosbendiga» con los familiares, el pastor Beltrán preguntó por la pequeña María, de 13 años, hija de doña Sara, y le preguntó si no quería ayudarle a traer unas cosas a la iglesia. María aceptó y se subió al vehículo de lujo del pastor.
Una vez llegados a la iglesia, la pequeña María advirtió que no había nadie en el templo, y, acto seguido, sintió la mano del pastor deslizándose hasta tomar la suya, y luego la boca del mismo arrastrándose, lujuriosa, besándola sin su permiso.
El pastor Beltrán llevó por la fuerza a la pequeña María hasta un cuarto ubicado en la parte trasera del local que funcionaba como iglesia donde la desnudó, la amenazó diciéndole que si contaba algo se atuviera a las consecuencias, se despojó de sus prendas de vestir y la violó.
Esta, sin embargo, no era la primera vez que lo hacía.
Las investigaciones fiscales que iniciaron luego de que la pequeña María denunciara el abuso ante su madre, determinaron que las violaciones comenzaron unos seis meses atrás, allá por abril del mismo año, cuando el pastor empezó a hacerle comentarios a la niña sobre su manera de vestir o sobre su desarrollo físico en plena pubertad, y a abusarla en diferentes lugares.
La familia de la pequeña María interpuso una denuncia ante la Policía Nacional Civil (PNC) que terminó con la captura y posterior juicio del pastor que fue condenado este miércoles 23 de septiembre de 2015, casi diez meses después, a 26 años y ocho meses de cárcel por el Juzgado de Santa Tecla.
Ahora el pastor Beltrán ha sido enviado al penal La Esperanza, conocido también como Mariona.