Entre las 9 y 10 de la mañana un pistolero acribilló en un bus de la ruta 44 –cuyo recorrido inicia en Mejicanos y termina en Antiguo Cuscatlán- a Jonathan Alexis Anzora, de 21 años, y Nahúm Alberto Castillo, de 32. Sus cuerpos quedaron tendidos adentro de la unidad que después de ocurrido el crimen aparcó a un costado del Instituto Técnico Ricaldone y a unos pocos pasos de una de las seis entradas de la Universidad de El Salvador.
Tres versiones de dos asesinatos
VERSIÓN 1: Después de las ocho de la mañana el tráfico disminuye. El transporte colectivo marcha con menos pasajeros que una hora antes. El bullicio de los cláxones y la prisa de las personas que van a sus trabajos casi ha desaparecido. Un bus de la ruta 44 avanzaba a menos de 60 kilómetros por hora proveniente de un centro comercial de Mejicanos cuando dos hombres se pararon de sus asientos. Uno se quedó cerca de la puerta trasera y el otro en la delantera. Amenazaron a los pasajeros. Pistolas en mano pidieron dinero, celulares y todos los objetos de valor. Nadie se opuso. Hacerlo hubiera sido un suicidio. Todo el mundo entregó sus pertenencias entre murmullos, todo el mundo estaba ahogado en pánico. Los asaltantes estaban a punto de bajarse con los bolsillos llenos de pertenencias ajenas. Habían logrado el botín pero una de las víctimas sacó su arma calibre 9 milímetros y disparó una, dos, tres, cuatro, cinco, seis veces.
Uno murió cerca de un asiento. El otro cayó al asfalto; debajo de él y en las gradas quedaron dos charcos de sangre espesa.
Esto lo contó una pasajera a investigadores de la Policía Nacional Civil (PNC) después de superar la crisis de nervios que se apoderó de ella cuando escuchó los disparos y vio los cuerpos tirados.
El motorista se negó a responder las preguntas de los reporteros. Aseguró que tenía miedo de una venganza criminal.
VERSIÓN 2: Jonathan Alexis y Nahúm Alberto eran dos pasajeros más de la casi 30 que viajaban en la ruta 44 rumbo a sus trabajos. El primero había sido contratado hace dos semanas como vigilante privado. Iban sentados en el último asiento de la unidad que puede contener a por lo menos seis personas.
Un hombre que estaba sentado en uno de los asientos de la primera fila se levantó. Caminó. Debajo de la camisa escondía una pistola 9 milímetros. La empuñó. Disparó en la cara y el pecho a una de las víctimas que murió en el instante y su cabeza quedó colgada de la estructura de hierro que está detrás de la puerta de salida; la sangre chorreaba en el pasillo.
El segundo cayó boca abajo en el asfalto. Cuando los vecinos llegaron aún agonizaba. De las heridas le manaba sangre.
En uno de los asientos de la unidad abandonaron una lonchera con comida, hojas en blanco y una camisa celeste con un monograma del escudo de El Salvador. En otro una dona de azúcar masticada a la mitad.
El asesino se bajó en silencio. Todos los pasajeros lo observaron en silencio.
Se desconoce si el móvil del crimen está vinculado a pandillas; el robo como motivo está descartado.
Esta es la versión preliminar que maneja la Fiscalía General (FGR).
VERSIÓN TRES: Un vehículo color rojo venía del monumento popularmente conocido como El Pañuelo. De él se bajaron dos sujetos. Uno se subió a la ruta 44. Se sacó la pistola. Atravesó el pasillo ante la mirada estupefacta de los pasajeros. Acribilló a Jonathan Alexis y Nahúm Alberto. Salió por la puerta trasera.
Al otro lado de la calle lo esperaba el carro rojo. Huyeron en dirección a Ayutuxtepeque.
Así como fusilaron a Gerardo Barrios…
La línea que separa la vida y la muerte es delgadísima, amarilla y tiene tres letras en negro: POLICÍA-NO-CRUZAR. Que ningún curioso pase sobre ella es tarea de Juan –nombre ficticio- un agente del nivel básico asignado a Seguridad Pública de la Policía Nacional Civil (PNC) que desde el horizonte observa cómo sus compañeros investigadores sacan de un bus de la ruta 44 los cadáveres de Jonathan Alexis y Nahúm Alberto.
Juan dice que la policía ya no puede más. Son tantos los miembros de la Mara Salvatrucha (MS-13) y el Barrio 18 que mantienen a rayas a una gran parte de la población. Cuenta que él, por ejemplo, tiene compañeros que cuando van a San Antonio Abad en sus días de descanso dejan los documentos en sus casas porque si los pandilleros de la Mao-Mao descubren que provienen de territorio enemigo los matan.
En su pueblo es parecido. Los pescadores no pueden ir a las playas que están en dominio de la pandilla rival. “Ellos viven de eso, adivine cómo hacen para llevar comida a sus hijos… está fregado”, se queja mientras se enjuga el sudor.
También recuerda que durante la Guerra Civil solo la Policía Nacional tenía unos 40,000 efectivos, más 12,000 de la Guardia Nacional más otros tantos de la Policía de Hacienda.
A esta altura del partido, cree refiriéndose a los 907 asesinatos cometidos en agosto, la única solución a la violencia es la bala disparada sin asco.
“Imagine que a Gerardo Barrios, que trajo el café a El Salvador, lo fusilaron por qué negarnos a hacer lo mismo para defendernos de los que nos atacan”, comenta.
Detrás de él están unas personas que esperan que la Policía quite la línea amarilla. Una le pregunta a otra que si se acuerda que la semana pasada murieron cuatro pandilleros que huían en un carro supuestamente robado. Esta es la conversación:
– Pero dicen que esos iban asaltando o algo así…
-Está bueno que los maten cuando se agarran a tiros pero cuando están desarmados no…
– Mire, el problema también es que no sabemos cuántos mueren por ser pandilleros y cuántos no tienen nada que ver.
– Sí, veá…
El presidente y las cruces negras
Un grupo que se denomina Ponele Coco sembró en el redondel Augusto Sandino 300 cruces para protestar por la violencia criminal que hunde al país. La Alcaldía de San Salvador las quitó porque no había dado permiso para esa manifestación.
Unas cinco horas más tarde el presidente Salvador Sánchez Cerén inauguró el mes cívico con el que se conmemora la independencia de Centroamérica de la corona de España. Sobre la violencia dijo: “Enfrentamos el problema de la falta de seguridad para nuestras familias, de la inseguridad en que viven nuestros niños y niñas, ese es el reto que tenemos, pero de ese reto tenemos que salir victoriosos”. Agregó palabras como unidad, nación, valentía, fe, esperanza y salir.