El Salvador
domingo 24 de noviembre de 2024

La historia de «La Catracha» y su red de prostitución en San Juan Opico

por Redacción


Mientras dos de los principales líderes de la red de prostitución están detenidos, uno más está prófugo y otra no se presentó a los tribunales para la vista pública programada para este martes.

Un investigador de la Policía vestido de civil entra a un prostíbulo ubicado en la colonia Sitio del Niño, en el municipio de San Juan Opico, La Libertad. El sitio es una casa de adobe con techo de lámina que, a primera vista, nadie pasaría ni por el más deplorable de los barra show del país. El agente paga los $5 que cuesta la entrada a un hombre gordo y chaparro que hace las veces de cajero, y pide una cerveza para despistar. Se sienta en una mesa frente a un televisor pantalla gigante, adonde se le acerca una mujer de treinta y tantos que viste una microfalda y blusa con un escote exagerado para ponerse a su disposición.

El prostíbulo conocido como “El Manguito” se esconde detrás de un portón largo color negro, sin letrero, y una apariencia de taberna en el gran salón donde de entrada se ven dos cámaras refrigerantes repletas de cervezas bien heladas y una rocola. Frente a las cervezas hay una tarima amplia con un tubo en el centro para que las empleadas hagan sus bailes eróticos, y a la par está el umbral de una puerta conecta la gran sala con un pasillo largo donde se esconde el verdadero secreto de este lugar.

Luego de acabarse la cerveza y negociar con la mujer de poca ropa, el agente decide hacer un amago de acuerdo y atraviesan la cortina que conecta con el pasillo largo. Ahí adentro hay cuatro puertas, dos a la derecha y dos a la izquierda. Estas a su vez conectan con cuatro cuartos independientes de unos tres metros de ancho y dos de largo; y dentro de cada uno hay una cama, un gavetero plástico con ropa interior femenina, y un espejo de unos dos metros cuadrados detrás de un tubo cromado puesto verticalmente sobre una tarima. Además hay una puerta que conecta con un baño.

Tras observar el interior del pasillo y la habitación, el investigador deja salir un pretexto cualquiera y se retracta del negocio, saliendo inmediatamente del lugar. Horas antes había sido informado de que en este lugar realiza sus actividades una red de prostitución de menores lideradas por una mujer apodada “La Catracha”, por ser originaria de Honduras.

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Un día a finales del mes de junio, la joven de 17 años a quien llamaremos Vilma caminaba angustiada por las calles del municipio de Metapán, en Santa Ana, y se encontró con una mujer de piel morena, pelo negro y ojos café que le dijo llamarse Mirna Lisseth. Esta le preguntó a Vilma que por qué caminaba sola, que adónde había dejado a su hijo de un año a quien también ya conocía.

Vilma le contestó que recién se había salido de su casa porque, tras varias discusiones con su hermana a quien le incomodaba el llanto de su hijo, decidió no enfermar más a su madre que padecía de los nervios. Mirna Lisseth le ofreció su casa como propia y le dijo que contara con ella para lo que fuera, que le iba a ayudar.

Este ofrecimiento le cayó en el momento preciso a Vilma, puesto que días antes la señora donde vivía le había dicho que dentro de poco se iría a vivir a San Salvador, pues su hijo estaba llegando borracho muy seguido y ya no la dejaba dormir. Vilma no se quería quedar sola con el hijo de la señora que le daba posada, y ese mismo día fue por sus cosas para irse a la casa de Mirna Lisseth.

Pero a una semana de vivir juntas, la casi desconocida le dijo a Vilma que se iría por un tiempo adonde una tía que tenía un negocio, un prostíbulo donde ella hacía las veces de cajera, e incluso le ofreció, en tres ocasiones diferentes, un puesto igual; otra propuesta que terminó convenciendo a Vilma, que no tenía de dónde sobrevivir más que de los $100 que mensualmente le daba el papá del niño para su manutención y lo poco que su mamá le daba para irla pasando.

Así que Vilma aceptó la propuesta y se fue hasta Opico al prostíbulo llamado El Manguito, donde, según ella, trabajaría de cajera. Nada que no podía manejar con sus 17 años y sus estudios de bachillerato. Se fueron pidiendo “ride” en un tráiler hasta llegar a la desvencijada casa de paredes color verde y el inmenso portón negro en la fachada.

Una vez llegando al prostíbulo se encontraron con don Danilo, un tipo gordo y con la cabeza brillosa, sin un pelo encima; de tez morena y que usaba muletas para caminar. Este era el dueño de El Manguito y recibió a Mirna Lisseth con un beso en la mejilla y le preguntó por su nueva amiga.

-Ella también está buscando trabajo – le dijo Mirna a Danilo.

En las mesas de la gran sala estaban dos hombres sentados, tomando cerveza y fumando, acompañados por dos mujeres extramaquilladas, vistiendo microfaldas y blusas bien escotadas, pegadas al cuerpo y desnudas de la espalda.

-¿Y de qué voy a trabajar? – le preguntó Vilma al dueño del prostíbulo, quien sin amagar le señaló a las dos mujeres que acariciaban el pecho de los hombres que fumaban y bebían.

-Pero a mí me dijeron que de cajera – replicó Vilma.

-Aquí ya tenemos cajera, así que mejor andá a cambiate porque hoy empezás – dijo a rajatabla el dueño de El Manguito.

Decepcionada y con un poco de temor, Vilma se metió en un cuarto donde había un gavetero con hilos dentales y condones, y le reclamó a Mirna Lisseth el engaño. Esta a su vez le contestó que se calmara, que iba a ganar mucho dinero en poco tiempo y le confesó que ella también trabajaba de prostituta en el lugar.

-Aquí se hacen dos tipos de trabajos, uno se llama Fichar, solo tenés que hacer que los clientes compren cervezas. Estas valen $2, de los cuales uno va a tu bolsa y el otro va para la caja, donde está La Catracha y El Chele. Ellos dos son los encargados cuando no está don Danilo. El otro trabajo es de pasar el rato con los clientes. Por eso vas a cobrar $10, de los cuales $8 son tuyos y los otros dos para la caja.

Vilma terminó aceptando el trabajo y ese mismo martes “fichó” con tres clientes y se dejó manosear un poco, nada más. Los siguientes días, jueves y viernes, hizo tres “ratos” durante más o menos veinte minutos con cada cliente, ya que el tiempo máximo de cada rato era de treinta minutos; y además fichó con otros cinco clientes.

Ese viernes, un equipo de policías del Departamento de Prevención e Investigación Contra la Trata de Personas estaba montando un operativo para allanar el lugar y sacar de ahí a Vilma y arrestar a La Catracha y al Chele, a quien las investigaciones señalaban como los principales coordinadores del prostíbulo.

Ese mismo día por la mañana, Mirna Lisseth le comentó a Vilma que había tomado una decisión: se iba a acompañar con un cliente de la tercera edad que le había ofrecido llevársela a su casa, y quería que los acompañara. Vilma respondió que lo que quería era irse a su casa, no pasar de una cárcel a otra.

Mirna se mostró enfadada y se fue del lugar el mismo día advirtiendo que se iba a vengar de la gente que trabajaba en ese lugar.

Cuatro días permaneció Vilma en el prostíbulo El Manguito trabajando sin paga, ya que La Catracha le había dicho que el dinero de los ratos se los darían hasta el viernes, mientras que los pocos dólares que hacía por fichar se los pagaban a diario para que comprara la comida; pero ese viernes en que iba a reclamar su pago, varios agentes de la Policía Nacional Civil (PNC) allanaron el lugar y se la llevaron para el Instituto Salvadoreño de la Niñez y la Adolescencia (ISNA), y al Chele y a La Catracha para las bartolinas.

Lo que sucedió fue que un agente del sistema de emergencias 911 recibió una llamada de una mujer que solo se identificó como Lisseth, quien advirtió que en un bebedero llamado El Manguito se prostituían a menores de edad, y en específico a una joven llamada Vilma, a quien ella misma había conocido hace pocos días.
También dijo que había llamado al lugar para preguntar por la menor, pero que le habían negado la comunicación por temor a que la sacara del prostíbulo. Ahí empezó el desmontaje de El Manguito.

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Las investigaciones llevaron a detener a Pedro Noel Ávalos Loyola, conocido como Danilo, y a Gladys Janeth Varela Paz, La Catracha, por el delito de Trata de Personas en 2012; mientras que Jaime Alberto Ávalos, «El Chele», y a Mirna Lisseth Calderón siguen prófugos de la Justicia. Esta última por ser señalada como la reclutadora de jovencitas para que trabajaran en El Manguito.

Tras un largo y complicado proceso judicial, el Tribunal Tercero de Sentencia proyectó la vista pública contra Mirna Lisseth Calderón por el delito de Trata de Personas para este martes 2 de septiembre de 2015, al cual no asistió. Las autoridades explicaron que la imputada no ha respondido a las notificaciones que le ha hecho el juzgado por lo que también sospechan que se dio a la fuga.