En la pared de ladrillos rojos estaba un enorme grafiti XVIII que la cubría de esquina a esquina. A la par otro XVIII en letras negras que parecía derretirse con el calor. Enfrente una casa construida con adobe y bahareque debajo de un enorme árbol cuya sombra se proyectaba en el polvo de la calle que conduce al Cementerio Norte de Usulután lleno de maleza y cruces despintadas. El miércoles pasado, en medio de árbol, casa, grafitis y cementerio, unos cuatro miembros de la Mara Salvatrucha (MS-13) se bajaron de un picap y ametrallaron a dos del Barrio 18 que murieron unas horas después en un hospital.
Entre las tres y cuatro de la tarde fallecieron Juan Carlos G. C., alias piojo que tenía 16 años de edad; y Sergio Antonio Argueta Machado, alias Scrapy que vivían en la colonia Altamira.
Ese día las pandillas iniciaron, por enésima vez, una ofensiva por controlar las comunidades de Usulután; entre bala y bala las fronteras entre soldados de un bando e inocentes se vuelven difusas.
El domingo pasado, enfriada la sangre de los muertos y en sus ataúdes, los deudos iban a enterrarlos. Salieron en una pequeña procesión desde la Usuluteca, una colonia cuya zona sur –atiborrada de grafitis y llena de casas abandonadas a las que solo les quedan las cuatro paredes- está dominada por el Barrio 18 y la zona norte por la MS.
La procesión bajó por una calle estrecha llena de piedras y una gruesa capa de polvo que conduce al cantón La Peña y de pronto sus enemigos volvieron. A la tres de la tarde en la colonia Peralta unos sujetos ametrallaron desde un vehículo gris a Luis Eduardo Quintanilla y Rhina Esmeralda Soriano que acababan de subirse a una moto. Luego los atacantes se bajaron y machetearon al hombre que ya agonizaba en el suelo y que posteriormente murió en un hospital de San Salvador.
El atentado alertó a la Policía Nacional Civil (PNC) que mandó a todas las patrullas a buscar a los atacantes; unos veinte minutos más tarde rodearon el entierro de Juan Carlos y Argueta Machado y ametrallaron a todos los que les daban el último adiós. En el suelo quedó tendido José Agustín Gaitán, de 25 años de edad –estuvo dos veces detenido por tráfico y una por asociaciones ilícitas; el lunes en la mañana falleció José Gilberto Machado, en un hospital de San Miguel.
Quedaron heridos de bala Laura Liset Cerón González, Fidelina Cerón González, José Isaac Portillo Reyes y Marvin Mejía. Todas las patrullas se dirigieron al nuevo ataque pero unos veinte minutos después en el cantón Las Trancas, de Ozatlán, seis sujetos armados llegaron a la cada de Samuel Antonio Carranza Segovia, le pidieron agua, él fue a buscarla y cuando se las entregó lo acribillaron.
No todas las víctimas del atentado camino al Cementerio Norte conocían a los pandilleros que murieron el miércoles. Marvin Mejía, ingresado en el Hospital San Pedro, de Usulután aseguró que iba en su motocicleta rumbo a la iglesia cuando de un carro negro y otro gris se bajaron varios hombres y los ametrallaron; una bala lo hirió en la pierna izquierda y otra entró en el tanque de gasolina. Para recuperarse necesita unir su hueso fracturado con un clavo.
“A lo mejor ellos eran pandilleros y por eso pasó lo que pasó. Si hubieran muerto con Dios no habría pasado nada”, expresó convaleciente. “Solo los familiares de ellos pueden ir porque si los acompañan otros es peligroso”, agregó.
Una cadena que nunca termina
La tensión todavía está viva en las escenas de los homicidios. Cuando una patrulla policial se acerca unas personas se esconden en la maleza; los agentes desenfundan sus pistolas y ven a lo alto de una maleza que está sobre la calle que conduce a la Usuluteca. Pero otras se acercan y les dicen que el domingo también resultaron heridas, que unos hombres de otro lugar llegan a molestarlos.
“Hace unos días tuvimos un tiroteo con unos pandilleros, desde aquí nos agarramos”, dice un policía mientras señala el horizonte lleno de hierba seca y árboles.
La nueva ofensiva entre las pandillas se resume así: la MS quiere arrebatar territorios al Barrio 18.
“Es la rencilla por ganar territorios. Eso es entre ellos; el 80 a 85 por ciento de los muertos son de ellos”, explica un jefe policial cuyo nombre no se dará a conocer por seguridad.
La guerra de siempre repuntó a inicios de 2015 en la colonia Peralta, donde murieron los primeros pandilleros de esta nueva cadena de crímenes. La PNC hace lo que puede para frenar los homicidios: desde el plan Batalla por la Paz hasta Usulután Seguro pero si son atajados por un lado aparecen por otro.
“No se ve la mejoría, o sea, se ha mantenido la delincuencia (…) siempre nos meten homicidios, si controlamos en una zona aparecen por otra”, expresó.
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