Su verdadero nombre no se puede mencionar. Por eso, el periodista costarricense David Barrantes le llama “Paz”. El pandillero es salvadoreño y está recluido en una cárcel de mínima seguridad de Costa Rica. Trabaja en un taller que es financiado por un programa de reinserción.
Paz fue jefe de una clica de la Mara Salvatrucha y emigró a Costa Rica en 2008. Un año después fue capturado en el cantón de Curridabat, de la ciudad de San José. Se le acusó por delitos secuestro y de narcotráfico. Luego fue condenado a 25 años de prisión.
“La intención era secuestrar tres ticos, la bronca fue por una pérdida de 2 kilos de cocaína, en este negocio el que toca lo indebido tiene que irse donde San Pedro”, explica Paz, quien durante la entrevista permanece esposado junto a un oficial penitenciario.
Paz narró el génesis de las pandillas. Aseguró que la Mara nació en el sur de Los Ángeles en los años ochenta, cuando familias salvadoreñas huyeron de la guerra al país norteamericano.
“Llegué a tener 500 muchachos a cargo y estuve 13 años involucrado donde siempre me tomaban en cuenta para todo, me respetaban, me daban amor, éramos una familia. Para defenderme usé diferentes calibres de armas y tengo más de 70 tatuajes en todo mi cuerpo, en el grupo no se consumía droga y el que la probaba era ejecutado”.
El pandillero también explica cómo funciona la pandilla. “Para probar fidelidad se le encomienda ejecutar al enemigo, tiene que caminar con nosotros, todos te están estudiando. Tráfico de armas, drogas, robos, asaltos y extorsiones es lo que más se da, en realidad lo que hacemos es defendernos, si me faltan el respeto me defiendo, mi integridad física es primero”.
“Nosotros ponemos el jefe, pero también lo quitamos y si falta a la lealtad se va para donde San Pedro, le inculcamos a los integrantes el amor y el respeto entre todos. Para financiarnos cobramos las rentas, debido a que libramos una guerra y sin financiamiento se pierden, además vamos evolucionando, ahora los jóvenes no se tatúan, todo es interno”, expone.
El exjefe de la MS está encerrado en el ámbito B de la cárcel “La Reforma”. Asegura que en ese lugar hay “falsos pandilleros”. Lo ha comprobado cuando les ha hecho señas que son códigos en la pandilla y que nadie se los ha entendido.
“Por mi hija tomé la decisión de cambiar mi vida, aquí tengo una pareja y en mi país dos mujeres, pese a que la madre de mis otras hijas es miembro de la mara y mis hijas menores están presas”.
Paz dice sentirse tranquilo en la prisión de Costa Rica y piensa quedarse en ese país luego de cumplir su condena. “Tenía distribuidora y un restaurante en Ciudad Neily, en mi país no puedo tener nada por pertenecer a la mara y no podía permitir que mis hijos mueran de hambre. No me arrepiento de mi pasado porque aprendí a sobrevivir en las calles peligrosas de San Salvador, sin embargo no se tienen ambiciones de venirse para acá, tal vez los civiles que huyen de la guerra lo hacen, pero lo mareros emigran para el Norte”.
En Costa Rica existen pandillas de origen local y desde hace muchos años, sobre todo en los sectores urbanos marginales están dedicados al narcomenudeo con alguna evolución en la violencia, pero sin generar rituales sangrientos de reclutamiento.
En El Salvador es lo contrario. Acá, según las autoridades policiales, las pandillas son las principales generadores de violencia.