El muchacho está postrado en la cama con una herida de bala en el hombro. No tiene documento de identidad. Nadie sabe su nombre. Es delgado, moreno, cabello afilado y de mediana estatura. Está pálido y ojeroso.
Dos mujeres, una joven y otra mayor, evaden las interrogantes que formulan los policías que han penetrado la casa, sin ventanas ni balcones, donde yace el muchacho lesionado.
No tiene DUI, es menor de edad, lo lesionaron en un tiroteo, él no vio nada y no sabe nada. Lo lesionaron y ya. Esas son las respuestas que las mujeres recitan. Repiten lo mismo, una y otra vez.
Después de quince minutos, uno de los policías da la orden: llevar al muchacho a la delegación policial. La madre se suelta en llanto. Suplica, reniega, grita y llora. Pese a ello, el joven camina, lento, hasta llegar a la entrada del tercer pasaje de la colonia Valle Verde de Apopa. Sube a la patrulla policial y hunde el rostro en el pecho.
Los policías se trasladan a colonias adyacentes y continúan rastreando. Registran casas deshabitadas. Van de un lado a otro, alertas, con los fusiles empuñados. El reloj marca pasadas las tres de la tarde.
De pronto llegan dos camiones repletos de soldados. Saltan de los automotores, se acercan y hablan con los policías. Coordinan e invaden con rapidez los pasajes. El ambiente desprende aires de guerra.
La ofensiva
Apopa es uno de los municipios más violentos de San Salvador. Los crímenes cometidos en ese territorio, de poco más de 150 mil habitantes, ocupan espacios casi a diario en los noticieros del país.
Pero, el detonante que desató los campanazos en ese municipio fue el homicidio de un policía supernumerario. El hecho ocurrió la noche del pasado lunes en la colonia Nueva Apopa. El policía José Mauricio Castillo fue asesinado al interior de su casa, cuando se encontraba descansando.
La Policía Nacional Civil (PNC) montó un operativo para dar con los homicidas. Sin embargo, dos días después otro policía fue asesinado en la colonia El Tikal del mismo municipio. Esta vez la víctima fue Baltazar Geovanny Escobar, un agente de 30 años que fue asesinado cuando regresaba a su casa luego de celebrar el Día del Padre con su familia.
Fue entonces que la Policía intensificó los operativos. La noche del pasado miércoles, una patrulla policial se incendió de forma extraña en la colonia Vista Bella de Apopa. El hecho ocurrió minutos después que los agentes aparcaran el vehículo e ingresaran a un pasaje a realizar un allanamiento.
Cuando regresaron, las llamas habían consumido el carro policial. En un inicio, fuentes de la corporación manejaron que la patrulla posiblemente había sido incendiada por pandilleros del sector.
Sin embargo, horas después los máximos jefes policiales aseguraron que el vehículo se había incendiado por desperfectos mecánicos, específicamente en por un «corto circuito». Pero, los bomberos que atendieron la emergencia descartaron ese planteamiento. Hicieron ver que el motor estaba intacto.
Pese al incidente, los operativos policiales continuaron en esa colonia. Una patrulla recibió ráfagas de balas y hubo un intercambio de disparos. En la emboscada falleció Gustavo Adolfo Turcios, conocido como “Player”, quien era el principal cabecilla del Barrio 18, ala Revolucionaria, de todo el municipio de Apopa.
Desde entonces, informes de inteligencia policial comenzaron a alertar sobre represalias. «Quieren dar golpes y han ordenado matar a policías radicados en Apopa. Incluso, tienen planeado atacar a los familiares de estos», dice un reporte.
La captura del presunto «concejal»
El subdirector de la Policía Nacional Civil (PNC), Howard Cotto, informó el viernes durante una conferencia de prensa que el «concejal» de la alcaldía de Apopa, David Heberto Mancía Castro, había sido capturado por colaborar con pandilleros.
Una fuente cercana a la investigación confirmó a Diario1 que al supuesto concejal se le encontró en el teléfono celular algunos mensajes que lo vinculaban con pandilleros, entre ellos el «Player».
De hecho, Cotto aseguró que Mancía le facilitó transporte al «Player» para evitar que fuera capturado en un operativo policial. El subdirector también señaló que, según fuentes de inteligencia, el relevo del cabecilla fallecido sería otro empleado de la alcaldía.
Sin embargo, el alcalde de Apopa, Elías Hernández, quien recientemente fue electo por segunda vez consecutiva como edil de ese municipio por el partido ARENA, desmiente al jefe policial.
Cuando se le preguntó sobre el señor Mancía, respondió: «No, el nunca ha sido concejal. Y si no me creen que busquen la lista de los actuales regidores. Él es el segundo al mando en el área de deshechos sólidos. Yo creo que esto tiene tintes políticos y lo que están haciendo es dañándome la institución. No a mí, porque al final siempre se aclara quien es el mentiroso».
El edil aseguró que Mancía tiene tres años de trabajar en el área de deshechos sólidos. Además, señaló que es un empresario de transporte pesado, dueño de al menos 20 rastras.
«Es un luchador que nos ayudó con el deporte en el municipio. El mundo de él es ayudarle a los jóvenes. Es una persona de alta reputación».
Al plantearle la hipótesis policial, el acalde cree que todo es una mala jugada. «Es como que alguien utilice un chip equis para mandarte un mensaje y ya con encomienda llego, te pido los documentos y te enchucho. Yo pienso que por ahí anda esa cuestión».
En el sitio web del Tribunal Supremo Electoral (TSE) aparece la lista de los concejos municipales del año 2009-2012. El nombre de Mancía aparece como «regidor propietario» de Apopa. No obstante, esa lista da como ganador al candidato del partido ARENA, pero en ese período gobernó Luz Estrella, del FMLN , y para entonces no existían los concejos plurales.
Aires de guerra
Los jefes regionales de la PNC pasaron reunidos durante toda la tarde del viernes en una oficina de la delegación central de Apopa. Los carros entraban y salían cargados de policías. A las siete de la noche se reportaban más de veinte capturas.
También se informó sobre el hallazgo de una granada M18 en una casa abandonada de la colonia Valle Verde. El rostro de algunos agentes era de tensión. Todo era movimiento. Los operativos no paraban, tampoco los radios policiales dejaban de emitir reportes.
Antes de abandonar el puesto policial, un agente que se encontraba en la entrada principal de la delegación soltó la siguiente frase: «Así estamos acá. En Apopa estamos en guerra… en guerra señores».