Yessenia sintió un fuerte impacto que pulverizó su cuerpo. Se sintió liviana, como en el aire. No observó nada, fue como un apagón que la hizo quedar ciega. Perdió la conciencia.
Cuando abrió los ojos observó un mar de personas que luchaban por enderezar los hierros del pick up donde se transportaba. Un tráiler los había arroyado y todos parecían estar muertos, triturados por los hierros, hechos pedazos. Volvió a perder la conciencia.
Despertó un tiempo después. No sabía si había transcurrido minutos u horas. Se sintió mareada, con una pesadez en la cabeza. Una agonía infinita recorrió su cuerpo cuando supo que estaba hospitalizada.
Después vino la noticia, la mala noticia. Su hija había muerto. Lloró y lloró, hasta que una enfermera le puso un sedante que la hizo volver a perder la razón.
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José Isabel Guardado está destrozado. La noche de este domingo, frente a los ataúdes de su esposa e hija, parece que una paz imperturbable se apodera de su existencia. “Es Dios quien me da fortaleza”, repite una y otra vez.
Junto al ataúd de Vanesa y Amanda, esposa e hija de José, también está el de su suegra. Las tres murieron en el accidente ocurrido la tarde del pasado viernes, en el desvío de Santa Isabel, Santa Ana.
En ese mismo lugar, que funciona como iglesia cristiana evangélica, están otros seis cadáveres. Son nueve en total: tres niños y seis adultos. Al fondo, unos bafles proyectan una música a piano. El ambiente es desolador.
José está vestido con un traje formal color negro. Su tono de voz es suave, resignado y agudo. Sus palabras son un florilegio de alabanzas para Dios. “Nuestro Padre amado tiene un propósito para nuestras vidas. En mi interior tengo un gozo que solo él me lo puede dar”.
Apenas un año atrás se había casado con Vanesa. Ahora ella está en un ataúd, con el traje de esposa que usó el día de la boda. Ambos tenían 24 años de edad y nueve de vivir juntos.
Tenían dos hijos, una niña y un niño. Su hija Amanda recién había cumplido los ocho añitos. Su hijo resultó lesionado y está hospitalizado. “Vanesa era una mujer excepcional”, dice.
Luego de esa frase, José se quiebra en llanto y no pronuncia una palabra más.
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El accidente
La tarde del pasado viernes, un grupo como de 30 personas radicadas en la colonia Divina Providencia de Santa Ana abordaron un pick up. Se dirigían al sepelio de una señora fallecida por causa natural.
Todos eran feligreses de una iglesia cristiana evangélica. Eran pasadas las dos de la tarde cuando se pusieron en marcha. El destino era el cementerio Santa Isabel. Hasta ahí todo transcurrió con normalidad.
Al finalizar el entierro, abordaron el mismo pick up y tomaron el camino de regreso. Fue en el desvío a la colonia Santa Isabel que el cabezal de un tráiler los impactó, los hizo volcar y les pasó encima.
Todo ocurrió en cuestión de segundos. El dueño del tráiler estacionó el automotor para llenar el tanque de gasolina de una retroexcavadora que estaba encima de la rastra.
Al menos dos factores incidieron en el percance: el tráiler quedó estacionado en una pendiente y el peso de la maquinaria que transportaba venció el sistema de frenos. Esto ocasionó que la rastra se comenzara a desplazar.
El conductor, al observar que el tráiler avanzaba sin ningún control, corrió hacia la puerta de la cabina. Intentó encender el vehículo de carga, pero no pudo.
En un corto lapso de tiempo, el vehículo se aproximó al vehículo que transitaba por la zona. El resultado fue trágico. Más de dieciséis personas fallecieron, seis de ellos eran niños.
Las personas que se encontraban en lugar intentaron rescatar a las víctimas. Era una lucha inagotable: unos intentaron encender el tráiler, otros empujaban los hierros doblados del pick up.
Algunas personas fueron rescatadas, otras murieron en el incidente. Los demás fallecieron camino al hospital y otros cuando eran intervenidos por los médicos.
Cuando los agentes de tránsito llegaron al lugar, observaron que un grupo de hombres y mujeres intentaban ayudar a los afectados. Otros tenían inmovilizado al conductor del tráiler, lo insultaban y golpeaban.
Gabriel Neftalí Morales, conductor del furgón, fue detenido y llevado a las bartolinas del 911. Este domingo aún se encontraba detenido en una de esas celdas.
Algunos de los fallecidos fueron identificados como Melanie Nicol Salguero, de 2 años, Nelly Tatiana Salguero, de 2 años, Caterin Guardado, de 4 años, Amanda Carolina González, de 8 años, Vanesa Carolina González de Guardado, de 24 años, Alma Maribel Reinosa de Vásquez, de 38 años, Julia Estela Vargas de León, de 44 años, Rosa Sánchez, de 45 años, Sonia de los Ángeles Sánchez, de 46 años, Sandra Yanira Santos de Merlos, de 50 años, Felicita Amelia Ventura Morán, de 50 años y Óscar Geovanni Merlos Santos, de 60 años.
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La tarde es lluviosa. Yessenia está sentada en una silla de plástico, absorta, con la mirada enfocada en el vacío. En su brazo izquierdo tiene moretones y en las pantorrillas varios raspones aún no cicatrizados.
Al otro extremo, José está en un círculo de oración. Llora con desconsuelo. Los pastores tratan de animarlo con un coro de suplicas que hacen estremecer la sala.
Cuando nos despedimos, José pide un favor a los periodistas. “Por favor, agreguen en la nota que me gustaría conocer a las raíces de la familia por parte de papá. Siento el anhelo de conocerlos. Mi madre me cuenta que mi padre falleció cuando yo tenía dos años. Él se llamaba Pedro Guardado Rivera y era de Santiago Nonualco”.
Después regresa al féretro de su hija, inclina la cabeza y continúa llorando sin reparo.
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Fotos D1: Salvador Sagastizado