En el expediente judicial, a la par del nombre, aparece el alias “Pantera». Se llama Ana María Guadalupe Burgos. Tiene 25 años de edad. Sin embargo, su rostro denota muchos años más.
Su apariencia quizá se deba a la vida agitada en que se ha movido: un mundo donde se mezcla alcohol, drogas y prostitución. Son los bares del centro histórico de San Salvador. En esa atmósfera también asedian las pandillas.
De hecho, Ana María pertenece a una estructura de la pandilla 18 que controla los alrededores del parque Libertad. Ahí se mata, se roba y se extorsiona.
Fue capturada en diciembre de 2013 por el delito de agrupaciones ilícitas. Pasó 15 meses encerrada en el Centro de Readaptación para Mujeres, ubicado en Ilopango, San Salvador.
Durante ese tiempo que pasó recluida, violando con toda impunidad todas las leyes penitenciarias, Ana María tuvo acceso a un teléfono celular con internet. Manejó redes sociales. Se comunicó con pandilleros de afuera.
Eso consta en la cuenta de Facebook de Ana María, donde se puede observar una serie de publicaciones mientras estuvo recluida en el penal de mujeres.
Incluso, un día previo a la audiencia final, publicó en el muro de esta red social una fotografía. El pasado 23 de marzo, cinco pandilleros, entre ellos Ana María, fueron puestas en libertad.
El juez Especializado de Sentencia expuso en su resolución que no encontró evidencias sobre los cargos que le imputaban. Ana María quedó en Libertad.
La ley penitenciaria salvadoreña prohíbe que los reclusos tengan en su posesión teléfonos celulares y mucho menos con acceso a internet.
No obstante, en las cárceles del país los pandilleros tienen acceso a teléfonos móviles. Buscan formas de obtenerlos a toda costa, pues la mayoría de extorsiones y homicidios son ordenados desde esos lugares.
En el Centro de Readaptación de Mujeres son pocos las requisas que se realizan. En julio de 2013, autoridades realizaron una en el sector B de ese panal.
Ese día decomisaron 37 teléfonos celulares, 31 cargadores, 27 chips, 8 memorias micro SD, 7 baterías, 20 manos libres, 9 espigas, 1 cable USB y una carcasa.
Los parqueros locos
Ana María acudió a su juicio, el pasado 23 de marzo, para conocer si sería condenada o absuelta de cargos. Ese día escuchó de boca de otra mujer un relato que la incriminaba.
Una mujer que fue colaboradora de la clica Parqueros Locos Revolucionarios, que operan en el parque Libertad y alrededores, relató en el juicio la manera de delinquir de los pandilleros. Las declaraciones las brindó en calidad de testigo criteriado.
Una de las bases para cometer los ilícitos, según narró, era la cervecería “Mima”, ubicada cerca del cine Apolo de la capital. “A los 19 años comencé a hacer amistad con todos los todos los miembros de la pandilla 18 que llegaban a esa cervecería”, expresó.
“Me involucré sentimentalmente con uno de ellos y así me gané la confianza. Me daban droga para venderla o distribuirla en la cervecería Mima”.
La testigo, con clave Yokohono, aseguró que a los pocos meses comenzaron a confiarle dinero para comprar comida, zapatos y ropa para entregárselo a los pandilleros recluidos en el penal.
“Yo armaba los paquetes, gastaba aproximadamente 100 dólares en cada uno de ellos. Una vez hice cinco paquetes, imagínese, eran 500 dólares… Yo me di cuenta de todo lo que hacían en el parqueo llamado Santa Fe, ubicado abajo del parque Libertad».
Al final de la audiencia, el juez absolvió a Ana María de todo cargo penal. Quedó en libertad.