El agente Adilson Ramos fue asesinado frente a unos bares del Cafetalón de Santa Tecla. Antes de ser ultimado a balazos había estado tomando cervezas con su novia y un amigo. El crimen ocurrió la noche del pasado 11 de enero.
Al agente le dispararon desde una camioneta azul y tres balas le destrozaron órganos vitales. Murió cuando era intervenido por médicos del hospital San Rafael, ubicado a medio kilómetro de los bares donde sucedió el ataque.
Un día después del incidente, investigadores policiales brindaron a este medio una versión preliminar del caso: el crimen tenía indicios de ser pasional.
Sin embargo, el relato que brindó el amigo del agente asesinado deja más dudas que respuestas. El escenario contrasta con algunos detalles escritos en el acta policial.
El testigo, a quien los fiscales han nombrado con clave Eduardo, asegura que ese domingo de enero estuvo departiendo con el agente Adilson y la novia de este en un bar de El Cafetalón, municipio de Santa Tecla.
En cierto momento, el agente y el testigo se dirigieron al baño. Cuando regresaron a la mesa observaron que la compañera de Adilson estaba bailando con un hombre desconocido.
El policía le reclamó, discutieron fuerte. Le dijo que ella debía de bailar con él y no con otra persona. Pidieron otro balde de cerveza, pero la mujer se levantó de la mesa y salió del bar. Estaba molesta.
Adilson salió tras de ella y regresaron a la mesa minutos después. Pero en seguida, la mujer se volvió a levantar de la silla y salió del bar. Manifestó que se iba a ir para la casa.
El agente le dijo a su amigo que salieran a buscarla y se dirigieron a otro bar donde le preguntaron al vigilante si había visto a una muchacha chiquita y de pelo rubio. El vigilante no respondió.
Cuatro sujetos salieron de ese bar y se dirigieron al testigo, quien comenzó a caminar a toda prisa. El agente Adilson le preguntó que por qué caminaba rápido, que él era policía y que no le iban hacer nada.
El testigo observó que Adilson cruzó la calle. También vio una camioneta de color azul negro, con los vidrios de la puerta delantera abiertos, el conductor llevaba un arma de fuego en la mano derecha, levantada a la altura del pecho, iba acompañado de otra persona a la que no alcanzó a distinguir.
Atrás de ese carro iba una segunda camioneta de color blanco, las ventanas de las puertas iban cerradas. La primera camioneta se detuvo y el conductor, un hombre de piel blanca y cabello ondulado, según la descripción del testigo, le comenzó a disparar al agente Adilson. Luego le dispararon a él.
Después de la balacera, el testigo observó que estaba lesionado de su pierna y que las dos camionetas huían a toda velocidad, una tras otra, con dirección desconocida.
Como pudo, caminó hasta donde yacía su amigo, quien estaba lesionado a la altura del estómago y pecho. Se quejaba. Una ambulancia de la Cruz Roja los trasladó al hospital San Rafael, donde el agente falleció cuando era atendido. Al testigo le dieron de alta esa misma noche.
Una patrulla que se encontraba a poca distancia del ataque observó que una camioneta blanca, con placas de Guatemala, era conducida a toda velocidad. Atrás iba una camioneta negra. Los agentes pidieron que frenara, pero los conductores no atendieron el llamado.
La Policía inició una persecución contra ambos vehículos. El primero fue interceptado en la calle Chiltiupán y el segundo alcanzado sobre la calle El Jabalí de Santa Tecla.
Las contradicciones
Un día después del crimen, periodistas de este medio preguntaron a un investigador de la Policía Nacional Civil (PNC) sobre las capturas de los sospechosos.
El agente aseguró que la camioneta negra era manejada por dos hombres: un empresario y su seguridad privada. Que adentro encontraron una pistola calibre 40 y varios casquillos de bala similares a los encontrados en el lugar del asesinato.
Los detenidos fueron identificados como Kerwin Alberto Hernández Ortiz, de 32 años, y José Saúl Ramírez Gavidia, de 36 años, este último propietario de un bar de El Cafetalón.
El investigador indicó que la camioneta blanca era manejada por Verónica Glomanesa Rodríguez Lemus y Magalí Jaqueline Hernández Hernández, quienes también fueron detenidas.
Incluso, ocho días después, el director de la Policía Nacional Civil (PNC), Mauiricio Ramírez Landaverde, aseguró en una conferencia de prensa que el autor intelectual del asesinato del agente Adilson era el empresario Ramírez Gavidia.
Pero, en el expediente judicial está documentado, según el acta policial, que en la camioneta negra solo iba Hernández Ortiz. Los otros tres capturados, entre ellos el empresario, iban a bordo de la camioneta blanca.
Los hombres fueron acusados por el delito de homicidio agravado y las mujeres por encubrimiento. En la audiencia inicial, el juez decretó detención con instrucción para los primeros y medidas sustitutivas a las mujeres.
No obstante, el abogado defensor de Ramíerez Gavidia pidió una audiencia de revisión de medidas. Planteó que no existían pruebas suficientes para acusar a su cliente por el delito de homicidio agravado.
Alegó que el único testigo con que cuenta la Fiscalía estaba ebrio en el momento del incidente y que Ramírez Gavidia no iba en la camioneta negra (tal como consta en el acta policial) de donde supuestamente le dispararon al agente. El juez decidió darle al empresario medidas sustitutivas a la detención y quedó en libertad.
Así está el caso: el testigo clave desaparecido (los fiscales desconocen su paradero) y el principal sospechoso del crimen en libertad condicional, esperando una audiencia que se le plantea favorable. El seguridad privada es el único que continúa detenido.
Twitter oficial de la PNC.