Una familia de aproximadamente veinte personas protagoniza un éxodo desde el pasado domingo debido al asedio de las pandillas en la zona donde vivían en el municipio de San Martín (San Salvador), de donde tuvieron que salir por temor a que atentaran contra sus vidas.
Con unas pocas pertenencias, un perro y mucho temor, llegaron el martes a un parque en la zona de Santa Elena, en Antiguo Cuscatlán, donde se instalaron para pasar la noche mientras buscaban instancias que les brindaran ayuda. Acudieron a una embajada y luego a otra sin tener respuestas concretas. Sin embargo, esperaron a la mañana de este miércoles para presentarse en las oficinas del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en El Salvador con la finalidad de conseguir apoyo para obtener asilo político fuera del país.
En dicho organismo fueron escuchados, pero la respuesta no fue favorable para los desplazados. “Lo que nos dijeron es que no podían ayudarnos así, que teníamos que salir del El Salvador y que ya estando en otro país pidiéramos el asilo”, comentó una de ellos en una conversación telefónica.
La situación de estas personas se ha vuelto tensa; temen que si regresan a sus viviendas sean asesinados por los pandilleros y creen que el país no es seguro para ellos pues piensan que las pandillas están en todos lados.
“Aquí ningún lugar es seguro, para donde nos vayamos, con una llamada pueden saber dónde estamos”, dijo otro de los jóvenes, quien además de temer por su vida piensa en su esposa que está embarazada.
El joven comentó como uno de sus hermanos fue asesinado en diciembre del año pasado por no haberse unido a una pandilla, y que en repetidas ocasiones él ha sido amenazado por los mismos. “A nosotros los vecinos nos dijeron que teníamos hasta las doce de la noche para salir, ni siquiera es que ellos nos hayan llegado a decir que nos fuéramos porque nos iban a matar. Si no fuera porque los vecinos nos contaron, no estaríamos aquí, ya nos hubieran matado”, dijo.
Los niños, unos doce, jugaban al mediodía de este miércoles frente a las oficinas del PNUD, ajenos a la peligrosa situación en la que se encuentran, mientras sus padres comentan entre ellos y tratan de encontrar una solución, repiten una y otra vez que salir de El Salvador es la única opción.
Entre los desplazados sobresalía la figura de un hombre de aproximadamente 50 años que se identificaba como “un samaritano” que solo buscaba ayudar, hablaba con las mujeres del grupo y les insistía en la importancia de regresar al parque.
“Ustedes ya hicieron lo que tenían que hacer aquí, ya les dijeron que no pueden hacer nada. Lo mejor es irse al parque, a esta hora se va a poner peor el sol y allá ustedes tienen sus cositas y los niños van a estar mejor”, repitió dirigiéndose al grupo.
Poco a poco los desplazados se levantaron, recogieron las pocas pertenencias que cargaban y se dirigieron hasta el parque donde habían pasado la noche anterior.
Una vez en el parque se dispusieron a almorzar distribuyendo panes con jamón y queso que fueron llevados la noche anterior por personas que tomaron a bien ayudarles con víveres.
Mientras almorzaban, dos personas que dijeron trabajar en las cercanías del lugar se acercaron al grupo de periodistas para consultar si los desplazados seguirían ahí por la noche para hacerles llegar algunas colchonetas y suéteres.
Pasados unos minutos se acercó un hombre a la familia y solicitó la ayuda de algunos jóvenes entregarles algunos víveres entre los que había pañales desechables, jugos, paquetes de galletas y pan. La historia se repitió con un hombre que llevó fardos con botellas de agua y algunas golosinas.
Al consultar cuál será el siguiente paso a seguir, cada uno de ellos repite lo mismo: “la idea es que nos trasladen de acá, a otro país. Aquí no estamos seguros”.