El Salvador
sábado 16 de noviembre de 2024

Cuatro degollados en un municipio donde se mantiene a raya a pandillas

por Luis Canizalez


Los jóvenes fueron golpeados, amordazados, amarrados de pies y manos y luego llevados hasta el terreno donde fueron degollados.

Los jóvenes descendieron por un camino inclinado, en plena oscuridad, con las manos amarradas. Habían sido golpeados y arrastrados por una calle polvosa. Iban amordazados. No había vuelta atrás: los cuatro serían masacrados.

Así fue. Sus cuellos fueron cortados de un extremo a otro. No tuvieron oportunidad de defenderse. Los cuerpos quedaron inertes entre la maleza de un predio desolado. Nadie escuchó nada en ese lugar.

Minutos antes de ser degollados, los cuatro jóvenes estuvieron reunidos en una casa del cantón El Salitre, municipio San José Guayabal, departamento de Cuscatlán.

Era el novenario de un joven que falleció trágicamente hace un año: el campanario de la iglesia del pueblo le destrozó el rostro y murió en el instante.

A las nueve de la noche fueron alertados que debían trasladarse al cantón Loma Chata, ubicado a un kilómetro de donde se encontraban reunidos. Nueve jóvenes caminaron entre la oscuridad que inundaba las calles.

De pronto, fueron interceptados y privados de libertad por varios sujetos armados. A todos los introdujeron por un camino extraviado. Pero instantes después, cinco de los nueve rehenes fueron puestos en libertad. Los dejaron escapar.

Los otros cuatro quedaron retenidos. Fueron golpeados, amarrados de pies y manos con un cordel verde, y luego llevados hasta el terreno donde fueron degollados.

***

El alcalde que patrulla

Son las tres de la tarde. Una mujer, morena y de baja estatura, irrumpe en la oficina del alcalde de San José Guayabal. No para de llorar. Le suplica que interceda ante la Policía para que su hijo sea liberado. Explica que fue retenido por unos agentes que investigan la masacre de los cuatro jóvenes.

–  Cálmese, señora. Dele gracias a Dios que su hijo está vivo. Si no tiene nada que ver en esto, ya lo van a dejar libre. Yo pensé que su hijo era uno de los muertos y por eso lloraba  – responde el edil.

–  No, él no. Pero los policías no me dejan hablar con él.

–   Usted confíe que está en manos de la ley. Es preferible que esté detenido a que esté muerto.

La mujer agacha la mirada y musita unas palabras. Guarda silencio. Luego agradece al alcalde y abandona la oficina a paso lento.

El edil está sentado en una silla negra, cómoda, de amplio respaldo. No para de recibir llamadas. Su teléfono suena cada cinco minutos. Es robusto, alto, cabello peinado hacia atrás y mirada aguda. El tono de su voz denota autoridad.

Junto con mi compañero estamos sentados a un extremo de la oficina. Sobre el escritorio hay papeles y  una estatua de bronce de la virgen María. De las paredes cuelgan títulos académicos, retratos familiares y una placa en la que se lee: “Si Dios está conmigo, ¿quién contra mí?”.

–  Le voy a explicar. Yo no soy enemigo de los pandilleros, soy enemigo de sus actos. No quiero pandilleros en mi municipio porque simplemente no quiero que haya extorsiones ni muertos como estos cuatro muchachos que no  merecían morir así.

Desde que cruzamos el desvío que conduce a San José Guayabal, algunas voces aseguraron que el alcalde de ese municipio realizaba patrullajes con policías y soldados a fin de desbaratar a clicas de pandillas que intentan dominar territorios.

El alcalde Mauricio Vilanova, quien hace una semana ganó su sexta elección consecutiva, no lo niega. Recuerda que todo comenzó en el año 2004, cuando pandilleros comenzaron a sitiar algunos barrios del municipio.

Pero, los planes para combatir la inseguridad los ha ido ajustando con los años. Asegura que uno de los éxitos ha sido facilitar el trabajo coordinado entre la Policía, Ejército y Fiscalía. Y el más clave es relacionarse con los líderes comunitarios bajo dos premisas: comunicación y confianza.

Con esta estrategia, dice haber reducido la delincuencia en algunos cantones donde hay pandillas. En los últimos meses no se habían registrado crímenes. Por eso, le sorprendió la noticia de esta mañana: cuatro jóvenes fueron masacrados en un cantón de su municipio.

–  En mis patrullajes logré ganarme la confianza de la gente, porque yo no veo intereses políticos, sino intereses en común. Y siempre he creído que si las autoridades no les damos respuesta a la población, la otra fase va a ser que la gente tome la justicia por su propia cuenta, y eso solo va a generar más violencia. Eso no lo quiero en mi municipio.

Vilanova reconoció que ha sido amenazado de muerte por su trabajo contra la delincuencia. “El sentirme amenazado me da más fortaleza, porque es un sector insignificante del municipio quien lo hace. Si me van a matar por estar en contra de las extorsiones y los homicidios, que lo hagan”.

Foto D1. Salvador Sagastizado.  Alcalde Vilanova camina por la calle que conduce al lugar de la masacre.

Foto D1. Salvador Sagastizado. Alcalde Vilanova camina por la calle que conduce al lugar de la masacre.

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La mañana de este miércoles, los cuerpos sin vida de Douglas Antonio Figueroa, de 20 años, Manuel Alfredo Figueroa, de 22, Manuel Tomasino Rivas, de 27,  y  Francisco Miranda Guzmán, de 17, fueron encontrados en un predio desértico.

Familiares de las víctimas aseguraron que los jóvenes degollados no eran pandilleros. Que tres de ellos trabajaban en cultivos y el menor de edad aún estaba estudiando.

Sin embargo, la hipótesis preliminar que maneja la Policía Nacional Civil (PNC) es que el cuádruple homicidio se debió a una disputa territorial entre pandillas. En el cantón Loma Chata opera la pandilla 18, del ala Revolucionarios. En El Salitre son del ala Sureños.

Tomasino, según informes policiales, era pandillero activo de la 18, ala sureños, y era uno de los cabecillas del sector.

Tres de los jóvenes que escaparon de los atacantes han sido retenidos en vías de investigación. La Policía tampoco descarta que estos hayan entregado a los cuatro masacrados. Pero las indagaciones continúan.

La tarde de este miércoles, el alcalde Vilanova recibió en su oficina a un líder comunal. El hombre reflejaba preocupación en su rostro. Pidió más patrullajes en su comunidad.

Dirigiéndose a nosotros, Vilanova expresó: “Estos hombres son claves en el trabajo. Si nosotros perdemos la confianza de ellos, ahí se acaba todo”.

Foto D1.

Foto D1.