Los atacantes llegaron al taller a bordo de dos camionetas negras. Encañonaron a un hombre moreno, bajo de estatura, que cuidaba el local y le exigieron que abriera el cerco para habilitar el paso. Luego lo condujeron a un pequeño cuarto de láminas.
Le preguntaron por los señores del taller. El hombre, asustado, respondió que no sabía dónde se encontraban, pero que seguramente no tardaban en llegar. Era mediodía.
Instantes después se escuchó el ruido de un motor y el hombre moreno se dispuso a abrir el cerco. Los victimarios observaron de lejos todos los movimientos. Cuando la camioneta ingresó al taller, los sujetos encañonaron al motorista y a una pareja de esposos que iban a bordo.
La mujer, el motorista y el hombre moreno fueron llevados al cuarto de lámina. El señor, dueño del taller, fue transportado hasta unas bodegas donde le asestaron varios disparos en la cabeza con fusiles de grueso calibre. El hombre quedó en el suelo en medio de un charco de sangre.
El motorista y la mujer fueron asesinados al interior de la champa. Al único que no mataron fue a Nelson, el hombre moreno, quien sólo resultó con golpes y heridas en una de sus manos.
Después del ataque, los sujetos abordaron sus vehículos y se largaron a toda pisa. Ninguno de los vecinos se inmutó al escuchar los disparos, pues en ese taller era normal oír explosiones de arma de fuego.
Nelson quedó en shock y fue hasta horas después que salió del taller e informó a los vecinos lo que había sucedido. Entonces llamaron a la Policía y en cuestión de minutos cercaron el taller con cintas amarillas.
Los fiscales identificaron a dos de las víctimas como Olga Odilia Rodríguez González, de 40 años, y José Mauricio Palma Aldana, de 43, pareja de esposos. El motorista fue reconocido como José Ángel.
En la bodega hay una caleta
El local donde mataron a los esposos es un predio baldío, desolado, rodeado de cañales y maizales, de unos 400 metros de longitud.
Está cercado con alambres de púas y corriente de alto voltaje. Está localizado en el kilómetro 81 de la carretera hacia Candelaria de la Frontera, municipio El Porvenir, Santa Ana.
Al interior había cuatro tráilers y tres camionetas estacionadas. Dos perros pitbull amarrados a los trocos de los árboles. También una bodega donde, según uno de los agentes, se almacenaban herramientas y repuestos para los automóviles y furgones.
La tarde de este jueves, fiscales y agentes de la División Antinarcóticos continuaban inspeccionando el terreno donde se cometió el triple crimen. Buscaban algún indicio que les indicara el móvil.
La principal hipótesis de la Policía es que el caso está relacionado al narcotráfico. La mayor evidencia es una caleta encontrada en la bodega donde fue asesinado el dueño del taller.
Pero la inspección se había detenido porque, la mañana de este jueves, sujetos desconocidos extrajeron del interior de una patrulla policial un escáner y una aspiradora que serviría para procesar la escena. Todo sucedió, según uno de los agentes, en un abrir y cerrar de ojos.
Los agentes estacionaron la patrulla frente a un comedor ubicado en el centro de Santa Ana y cuando regresaron se percataron que la puerta había sido forzada, y el equipo había sido hurtado.
“Se ha revisando minuciosamente los furgones porque la información que tenemos es que tienen caletas. El caso está relacionado con el narcotráfico y no se descarta que tenga nexos con estructuras de Guatemala, aunque eso no se ha corroborado”, expresó un policía que ha trabajado la escena.
El capitán Cristian Holm Cobian, un guatemalteco especialista en temas de crimen organizado, asegura que el caso podría estar vinculado con el cártel de Jalpatagua, radicado al sur de la capital de Guatemala, que contrata a transportistas para mover drogas y luego se deshace de ellos para borrar evidencias.
Horas antes del crimen
El taller era custodiado desde hace dos años por un hombre llamado Nelson, luego que la pareja asesinada cercara el terreno con alambre de púas para guardar furgones que eran utilizados para hacer viajes a Guatemala, Honduras Costa Rica y Panamá.
Nelson vivía con su esposa en el cuarto de láminas construido a un extremo de la bodega. Los señores, dueños del taller, que al parecer residían en el centro de Santa Ana, no llegaban al establecimiento con frecuencia.
El pasado miércoles, la pareja visitó el taller por la mañana y luego se marchó tras un incidente: el motorista se rompió la cabeza al subirse a un barril que estaba al interior de la bodega.
Después que los señores de la casa abandonaron el taller, ella se fue donde una vecina que le había solicitado frijol. Nelson se quedó en el local y por eso fue testigo de todo.
Sobrevivió al ataque, como dice su esposa, de puro milagro.