El Salvador
miércoles 15 de enero de 2025

CRÓNICA| Roberto está, pero muerto

por Redacción


El suicidio de Roberto, un joven de 14 años, ha rodeado de dudas y dolor a vecinos, familiares y amigos, quienes intentan explicarse, desde distintos puntos de vista, las razones por las cuales este adolescente se colgó de un árbol en el fondo de una quebrada.

Machete en mano, don Miguel bajó 20 metros y no encontró nada. Luego 50, 100 y nada. Tuvo que descender 150 metros la quebrada cercana al residencial Manzano para hallar a Roberto, joven de 14 años, colgando de un árbol a 20 centímetros del suelo.

El rostro estupefacto del hombre fue la primera mala señal para la madre de Roberto, quien había pedido a Don Miguel, vigilante del residencial, ir a buscarlo luego de que desapareciera desde la mañana del martes. Pero sucedió lo impensable: Roberto no se había resbalado y caído cuesta abajo, se había suicidado.

“Por más que bajaba no lo encontraba; pero no sé, como por instinto vi algo que se movía a lo lejos y estaba él guindando de un árbol y con una hoja de cuaderno quemada que no tenía nada escrito. ‘Roberto está, pero muerto’, le dije a la señora, que no me creyó y creo que todavía no cree”, recuerda el vigilante mientras fuma un cigarrillo mentolado.

El suicidio de Roberto fue la noticia del día en los distintos medios de comunicación, a raíz del informe presentado por el director del Instituto de Medicina Legal, Miguel Fortín Magaña. El funcionario dijo que según un reporte recibido por el 911 el joven se quitó la vida después de una discusión familiar por problemas escolares. Pero en el Manzano, un residencial de clase media ubicado sobre la calle Motocross de San Salvador, afloran más las interrogantes que las certidumbres cuando se trata de dar con las causas del suicidio. Impera, eso sí, la sorpresa y el dolor.

Aunque el parte oficial de la Fiscalía General de la República indicó que Roberto se estranguló, no significa nada para tres amigas de Alejandra, la hermana de Roberto, que prefirieron mantenerse en el anonimato, como la mayoría de los vecinos que accedieron a hablar con nosotros.

Nos habla únicamente una de ellas, que recuerda que en la fiesta de cumpleaños de su madre estaba Roberto. No se mostró muy sociable, pero era porque casi no conocía a nadie. Todavía con la incredulidad resonando en sus palabras, lo retrata como un “interesante, alguien que jamás sería centro de bullying. Sabía italiano, era amigable. No era feo”, expresó la niña sentada a la par de sus amigas en las gradas del parque que conectan una pequeña lomita con el playground.

Ellas se dedicaron el martes a buscarlo con su amiga Alejandra, la hermana de Roberto. Ese día, angustiadas por la desaparición, recordaban que el día antes había pasado estudiando con su hermana para el examen de matemáticas. Estaba bien preparado, entendía toda la materia, pero no pudo hacer el examen.

De repente nos interrumpe una mujer de pelo corto, labios y pantalón color rojo. Es la cuñada de la mamá de Roberto, que antes la veíamos caminar de un lado a otro entre las hamacas y el pasamanos, con una sábana en sus mano. Se nos acercó para preguntarnos si desde donde estábamos ubicados se “podía ver algo” (pendiente abajo estaba el cuerpo de Roberto), y simplemente nos limitamos a contestarle que no.

“Yo no les voy a decir nada, por más que me digan que ustedes tienen hijos y familiares de la edad de Roberto, no les importa, solo vienen aquí para sacar la noticia. No les importa nada”, exclamó enfurecida. Desde el momento en que un medio de comunicación tituló “Adolescente de 14 años se suicida porque reprobó materias”, nos declaró la guerra sin siquiera conocernos.

La impotencia de saber que un ser querido atentó contra sí mismo quizás nunca se aleje de la mente de esta mujer, a quien en parte le damos la razón al ver coberturas noticiosas llenas de morbo y amarillismo. Pero miente al decir que uno no puede llegar a conmoverse por situaciones de este tipo.

La furia de esta mujer llegó al punto de enojarse con don Miguel, el vigilante que encontró el cuerpo de Roberto. Ella se interpuso entre él y nosotros cuando lo abordamos por primera vez, y lo amenazó con denunciarlo a la Fiscalía si nos contaba su versión de los hechos.

“Yo pensé: hoy por ti, mañana por mí, y me fui a buscar al muchacho cuando me lo pidieron. Uno tiene sus hijos y si algo les pasara sería bueno que me ayudaran. Ahí abajo en la quebrada llegan mareros y yo fui a buscarlo. Por eso esta señora no debería amenazarme, debería darme las gracias”, dijo don Miguel mientras encendía otro cigarrillo.

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Frente a la entrada del residencial Manzanos, pasaje 2 de la calle Motocross, otro vigilante vestido todo de negro nos recibe. Desde hace 27 años trabaja en la zona y conocía a Roberto desde hace tiempo. Lo veía salir todas las mañanas con su madre hacia el colegio, y por las tardes, cuando retornaba a su casa, lo veía salir a encontrarse con sus amigos de los otros pasajes. La mañana del martes fue como cualquier otro día.

“Salió con su mamá en el carro, todo con normalidad, pero como a las 8:30 a.m. ya había regresado. Una vecina nos contó que cuando llegó al colegio le dijeron que tenía muy malas notas y estaba expulsado, por eso ni pudo hacer el examen. Mandaron a llamar a la mamá que lo fue a recoger y en la casa discutieron.

La señora, que trabajaba en un banco, se fue y luego el muchacho agarró para uno de los parques de afuera del residencial. ‘¿Qué vas a ir a hacer al parque, si a esta hora no hay nadie? Yo no voy a salir a ver en cuál parque estás’, le dijo la muchacha de la limpieza. ‘Ah bueno, no importa, mucho que mejor si no sabes,’ le dijo Roberto. Solo recuerdo que lo vi salir con un cuchillo y con un listón negro, tipo tela de nylon. Antes de salir se despidió de sus abuelos”, contó el agente de seguridad.

Tanto él como otro de los vigilantes que lo acompañaba, caracterizan a Roberto como un muchacho “lento, bien sumiso, como humillado. Recalcan que su hermano menor aparentaba ser más “brilloso”. Ambos agentes de seguridad confiesan que, aunque lo veían todos los días, solo llegaron a cruzar dos palabras con él: hola y adiós.

Su madre pasaba discutiendo con él, le generaba una presión adicional a su hijo por las bajas notas. Esos y otros problemas se fueron acumulando hasta que detonaron en suicidio, sugieren estos dos hombres que conocieron superficialmente a Roberto.

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En su perfil de Facebook, destacan fotos con sus hermanos y en particular una con su antigua novia, con quien había terminado su relación hace un mes.

Así lo recuerda don Miguel y tres vecinas que conversan bajo un kiosco, sentadas en cuatro bancas rojas. Contrario a la versión del otro vigilante, ellas consideraban a Roberto un joven tranquilo parte de una familia tranquila. Sus abuelos, dueños de una tienda en el residencia, siempre han sido solidarios con los demás miembros de la comunidad.

“Aquí pasábamos con don Miguel y nos lo encontrábamos leyendo, con los audífonos puestos. Nunca nos hizo una mala cara, siempre se comportó respetuoso y educado, como sus abuelos y su mamá. Teníamos varios días de no verlo porque en la semana de exámenes todos los muchachos de la colonia pasan estudiando. Por eso uno no concibe lo que pasó. Dicen que fue por que llevaba muy malas notas pero ¿por qué matarse? ¿Era necesario llegar hasta ese extremo de matarse? ¡Si pierde una materia pues la vuelve a llevar, y se acabó!”, manifestó una de las vecinas.

Esta misma perplejidad la hizo patente Eduardo, un niño que nos encontramos en el residencial Miralvalle mientras buscábamos la escuela donde acudía Roberto. Cuando le dijimos que se había suicidado, la sorpresa en su rostro aumentó. “Es bien feo saber que alguien que uno conoció hizo eso”, expresó el joven, también de unos 14 años, que cargaba una patineta en su mano.

A las 3:40 de la tarde, media hora antes de encontrarnos con Eduardo, la cruz verde sacaba del barranco el cuerpo de Roberto. Antes, un agente de la Fiscalía General de la República sacaba la evidencia en tres bolsas cafés. Varios vecinos salieron, cada quien desde la puerta de sus casas, a observar el instante en que Roberto era llevado al vehículo del Instituto de Medicina Legal.

La mujer de labios y pantalón rojo, ante el acoso de los medios que en tropel iban a la caza de la foto exclusiva se encargó en todo momento de cubrir la escena con la sábana floreada, con ayuda de su esposo. El show había terminado, no así el sosiego para los familiares, amigos y vecinos de Roberto, que buscan en el luto el refugio necesario ante tanta incertidumbre.

Foto D1/ Salvador Sagastizado.

Foto D1/ Salvador Sagastizado.