En los pasillos de los tribunales se suele escuchar sobre casos de niños y niñas que han sido abusados sexualmente por depravados mentales que muchas veces resultan ser parientes de las víctimas.
El siguiente caso retrata este escenario. A la víctima lo llamaremos Kevin. Su madre Elizabeth trabajaba en una fábrica durante el día, pero había ocasiones que le tocaba trabajar por las noches.
En esas ocasiones se veía en problemas porque no encontraba a alguien que le cuidara a su hijo. Tenía temor dejarlo solo en la casa.
Entonces, la abuela de Kevin decidió hacerse cargo de su nieto de ocho años. Una tarde de junio de 2013, Elizabeht llevó al niño donde su madre, quien vivía en una casa ubicada al sur de San Salvador, con Julio Marroquín, un taxista que desde hacía algunos años era su compañero de vida.
Julio es un hombre de avanzada edad y carácter fuerte. Robusto, rapado de la cabeza, ojos negros y de mediana estatura. Así lo describen quienes lo conocen.
Ese día de junio, por la noche, el hombre le pidió al niño que se fueran a acostar juntos a la cama. Se durmieron. De repente, Kevin sintió que le estaban tocando su trasero.
Cuando despertó vio a su “abuelito” Julio. Éste le indicó con el dedo que guardara silencio, le tapó la boca y le siguió tocando sus genitales.
Lo forzó a actos sexuales. El niño no se pudo defender porque era demasiado débil para contrarrestar la fuerza de su victimario. Esa noche no fue la última vez que Julio abusó de Kevin. Sucedió por lo menos dos veces más.
Días después, una tarde que Kevin realizaba una tarea de la escuela, le contó a su madre todo lo que Julio le hacía en las noches que ella lo iba a dejar a casa de su abuelita.
Al inicio no le creyó, pensaba que era un invento. Después, ya convencida del relato de su hijo, le llamó al padre del niño para referirle los hechos. Ambos acordaron interponer una denuncia en la Fiscalía General de la República (FGR).
Julio fue capturado en su casa. Durante el juicio reiteró en distintas ocasiones ser inocente de lo que se le acusaba. Pero las declaraciones que el niño brindó en la cámara Gesell fueron determinantes para que el caso llegara a los tribunales de sentencia.
Kevin dijo que todo sucedía cuando su madre lo dejaba en casa de sus abuelitos. Relató que el hombre lo penetraba en la noche cuando dormían o cuando su abuelita se iba a la misa de la seis de la tarde.
El pasado 30 de septiembre, el tribunal Sexto de Sentencia condenó a Julio Antonio Marroquín a 12 años de prisión por el delito de agresión sexual en menor incapaz.
Ese mismo día, el mismo tribunal condenó a Mauricio Pérez, también a 12 años de cárcel, por haber violado a una niña de trece años de edad.
Julio y Mauricio fueron enviados a prisión, pero el daño causado a Kevin y a la otra niña es irreversible.