El Salvador
martes 26 de noviembre de 2024
Nacionales

Esteban, el niño que ya roba para las pandillas

por Redacción


Esta historia es real. Sucedió en Metapán. Un niño de solo nueve años roba para la pandilla 18. Es un niño de la calle. Su madre vende frutas en bolsas plásticas. A su hermana le metieron un balazo y quedó parapléjica.

Mientras su madre trabaja, Estaban deambula por las calles. Estas son una mala escuela para el niño de nueve años, edad a la que ya anda en malos pasos influenciado por las pandillas. Esto hace que su futuro sea incierto.

Cabello negro puntiagudo recortado. Ojos negros, dientes desordenados. Lleva encima una camisa roja de pequeño futbolista. Le queda ajustada y es de de un equipo de fútbol de niños como él.

Lleva pantalón corto caqui y sandalias desgastadas en sus pies. Es un niño pobre que lo seduce la calle. Ahí sustituye al padre que todavía no conoce.

Esteban llora asustado. Está en la delegación de policía de Metapán. Sabe que el policía que lo interroga es severo: ¿Para qué querías los diez dólares? ¿Qué compraste? ¿Comida? ¿Jugaste en las maquinitas?

El niño no responde. Fija sus ojos en el suelo. Se frota las manos. Llora. Contiene la respiración. ¿Para qué querías el pisto?, insiste el agente. El niño no puede contener el llanto. Está más asustado que nunca.

Un taxista que no quiere ser involucrado en la historia policial cuenta lo que pasó: “ Yo estaba almorzando y en un descuido apareció este niño. Abrió la puerta del vehículo, sacó diez dólares y corrió a toda prisa. Lo seguimos entre varios compañeros y se escondió en una casa donde hay maquinitas”.

Cuando el taxista entró al negocio donde funcionan varias maquinitas, se percató que estaba repleto de pandilleros. Todos estaban tatuados. Fumando marihuana. Bailaban bajo los compases de una música alegre y bullanguera.

El taxista asegura que retrocedió y prefirió caminar hasta la sede policial para que intercedieran en su reclamo.

Dice que no estaba dispuesto a perder sus 10 dólares. Por eso convenció a los policías que le acompañaran a reclamarle al niño.

Cuando la policía llegó al negocio (que no estaba muy lejos), los pandilleros huyeron a toda prisa, intentando evitar cualquier refriega.

Me quitaron 10 dólares

Cuando los policías se introdujeron al negocio, Esteban todavía estaba ahí. “Este niño me quitó $10”, reclamó el taxista.

¿Dónde está el dinero? ¿Dónde están tus papás? ¿Cómo te llamas? ¿Cuántos años tienes?, el interrogatorio no se detenía.

En ese momento el niño se quedó callado. Literalmente se quedó mudo. Entonces, las autoridades decidieron llevarlo hasta la delegación policial de Metapán. Ahí lo interrogaron agentes encargados en la prevención del delito.

El niño no decía nada. Parecía no temerle a nadie. A lo lejos comenzó a escucharse la voz de una mujer que buscaba a sus dos hijos: Esteban y Margarita, esta última una niña de once años de edad.

Ese día, por casualidad, la mujer llegó a poner una denuncia por el extravío de sus hijos. Pero al llegar a la delegación se encontró que su hijo Esteban estaba detenido. Ella corrió a abrazarlo.

¿Es su hijo?, le pregunta un policía. Ella responde que sí. “Desde la mañana se me perdió este baboso. Esta es la segunda vez que me hace lo mismo”. ¿Y la niña dónde está?, pregunta Ana María, la madre. No le contestan, porque en la delegación nadie sabe dónde está.

La mujer hablaba acongojada a los policías:” Mire, ya no sé qué hacer. Cuando este bicho llega a la casa y se encuentra a los mareros como que algo lo jala a ellos. Ya no regresa. No sé que le dicen esos hombres. No quiere hacer caso”.

Las autoridades tratan de poner en orden aquel asunto. Las autoridades le dicen a la madre que si no pone orden con los niños, los remitirán al ISNA para que los estudien los responsables de menores de edad.

—Esteban, “hacele” caso a tu mamá. No le hagas caso a esos pandilleros, dice un policía.
El taxista interviene y lo aconseja: “Mejor estudiá, papa. No ande haciendo eso. Estudie mejor” .
El taxista le explica a la madre de Esteban lo que sucedió. Le dice que él solo quiere recuperar los 10 dólares que le hurtó el niño.

La mujer vende frutas picadas por las calles de Metapán. Coloca las frutas en pequeñas bolsas plásticas. Busca ganar unos cuantos dólares para comprar la sonda a su hija mayor que en algún lugar que nadie quiere recordar le pegaron un balazo y la dejaron en estado vegetal.

Ese día, la madre salió desde temprano a vender su mercadería. Es consciente que debe dejar a sus hijos en la calle.

Después de unos minutos, la mujer le entrega algo más que las ganancias de ese día. Sabe que se le dificultará la compra de frutas al día siguiente y la sonda para su hija.

—Tenga, aquí está- le dice al taxista mientras le entrega billetes de baja denominación-. Disculpe, mire lo que me hacen pasar estos cipotes”.

Ana María toma el niño y se lo lleva a empujones. El niño sigue llorando. Lleva sus dos manos a la cara.

—¿En qué usó el dinero?, pregunta la madre. El niño no responde nada. Llora.

Entre balbuceos, Esteban sólo dice: “es que me lo quitó….”
-¿Quién te lo quitó?

—“Ellos me obligaron a quitárselo al taxista…ellos me mandaron, me obligaron….

—¿Quiénes son ellos?

— Los pandilleros

¿ Están tatuados?, preguntó el periodista.

Sí, el uno y el ocho. Ellos se llevaron el dinero.