Hábil, educado, bien articulado, cortés, aceptable escritor, Rodrigo Chávez era hace una década uno de los jóvenes más promisorios en asuntos políticos.
Escribía con soltura y con un estilo aceptable sobre Francis Fukuyama, de la sucesión en México, del poder latino en Estados Unidos o de las reformas del exprimer ministro británico Tony Blair. Al menos por unos tres años lo hizo en un diario local.
De pronto, apareció como vicepresidente en El Salvador de la trasnacional minera canadiense Pacific Rim. Ahí puso a pruebas sus estudios en importantes colegios bilingües salvadoreños y prestigiosas universidades.
Pacific Rim había recibido una concesión minera en el departamento Cabañas cuando la onza del oro andaba por unos $1,100 en los mercados internacionales.
El cargo era importante y muy bien pagado allá por el año 2007, cuando gobernaba Elías Antonio Saca.
El problema para Rodrigo Chávez es que el presidente Saca se oponía rotundamente a la minería de cielos abiertos y a los métodos de Pacifi Rim.
Eso inutilizaba, de muchas maneras, las concesiones que Pacific Rim tenía al noreste de San Salvador.
La minera canadiense advertía que ya había invertido $77 millones en El Salvador y que el gobierno de Saca tenía atada de manos a esa empresa transnacional.
Por eso, a pesar de que realizaba un elevado cabildeo en diversas esferas, incluyendo a políticos, y toda suerte de acciones de relaciones públicas, el trabajo para Rodrigo Chávez no era fácil.
Tampoco se le facilitaban las cosas por el hecho de ser hijo de Fidel Chávez Mena ,excandidato presidencial de la Democracia Cristiana y excanciller salvadoreño, un político y abogado respetado en el país, aunque ya no esté activo.
La madre de Rodrigo también es una mujer muy respetada que dirige una escuela de comunicación privada del país.
Chávez, con un maletín de cuero en sus manos, y siempre vistiendo de traje entero, visitaba, semanalmente, oficinas públicas y privadas en busca de que se dejara a Pacific Rim, explotar el oro que pudieran tener estas tierras.
Los principales enemigos de lo que hacía como vicepresidente en El Salvador de esa firma minera fueron siempre las organizaciones ambientales y el gobierno de Saca.
Entra en problemas
Por razones que se desconocen, en 2010 las relaciones entre Pacific Rim y Rodrigo Chávez se descomponen y se rompen.
Pero también en ese mismo año, Chávez se acerca a algunos salvadoreños y les ofrece acciones de esa compañía, sin estar autorizado para eso. Ofrecía acciones privilegiadas de esa compañía con una tasa de retorno del 600 por ciento en un año.
Eso significaba que alguien compraba acciones por $40 mil, en un año le pagarían, supuestamente, $240 mil.
A uno de sus amigos le ofreció ese tipo de acciones y le dijo que el retorno lo pagarían desde una cuenta especial del banco estadounidense JP. Morgan.
Ese amigo, de apellido Ortuño, le compró acciones y le entregó dos cheques: uno de $37,500 y otro por $2.500.
A cambio le entregó unas supuestas acciones de Pacific Rim firmadas por Catherine Selzert, como supuesta miembro de la junta directiva de Pacific Rim.
Cuando pasó el tiempo y llegó el momento de que personas como Ortuño cobraran los réditos de las supuestas acciones, Rodrigo Chávez decidió no tomarla más las llamadas telefónicas a sus amigos.
Entonces, los abogados de estos llamaron, directamente, a Pacific Rim a Canadá.
Fue entonces cuando recibieron una carta firmada por Bárbara Henderson, vicepresidenta de relaciones con inversionistas, de Pacific Rim en las que les aclaró:
1. Que ese tipo de acciones sólo las vendían a empleados de Pacific Rim.
2. Que eso sólo se hace mediante operaciones con la Bolsa de Valores de Toronto.
3. Que las copias de las acciones que les entregó Chávez, no cumplían con las formalidades que ellos cumplen.
En pocas palabras: Rodrigo Chávez los engañó. Eso dio pie al menos a una acusación por estafa agravada contra el joven ejecutivo.
Se desapareció
Ante situaciones como esas, Chávez ya no volvió a escribir en diarios. Literalmente se desapareció aunque siempre se habló de otros problemas financieros y patrimoniales.
Los nuevos líos personales surgieron para Rodrigo Chávez a principios de la semana pasada cuando comenzaron a aparecer, en cuatro diferentes sitios, partes de un cuerpo de un joven.
Las partes desmembradas aparecieron no muy lejos de un conjunto de pequeños apartamentos que renta un militar retirado en la colonia Lomas de San Francisco. Todas las partes del cuerpo estaban dentro de valijas o bolsas de plástico que hurgaban vagabundos y alcohólicos.
Las partes del cuerpo demostraban, entre otras cosas, que la víctima había sido amarrada con unas cintas plásticas.
Todo aquello mostraba prácticas de narcotraficantes de otros países. Era extraño. Enigmático. Perverso, inhumano.
Las apuestas siempre fueron que aquello fue hecho no sólo por una persona sino, posiblemente, por varias.
Las primeras alertas de la policía se produjeron cuando, en un apartamento de Lomas de San Francisco, donde vivía Rodrigo Chávez, aparecieron en el piso muchísimas manchas de sangre.
Desde entonces, los investigadores comenzaron a unir evidencias como el hecho de que algunos testigos vieron a personas abandonar el lugar con maletas negras donde supuestamente se escondieron las partes de las víctimas.
En el lugar encontraron tanta sangre que pocos dudaron que ahí pudieron desmembrar partes de un cuerpo humano.
Como parte de las principales evidencias encontraron facturas de una ferretería local donde se compró hasta un serrucho.
Además, en el parqueo de los apartamentos encontraron dos vehículos con reportes de robo. Uno de ellos era una camioneta con placas de Honduras. Varios testigos vieron a Rodrigo Chávez conduciendo ese vehículo.
Como si eso fuese poco, en el apartamento donde encontraron restos de muchísima sangre, una serie de testigos repitieron que ahí vivía Rodrigo Chávez.
Eso complicó las cosas para el exvicepresidente de Pacific Rim. Dejó muchas evidencias que lo relacionaban con el crimen, aunque se desconoce si existen otras pruebas que lo involucran directamente con el asesinato.
Mientras todo eso pasaba, las autoridades policiales y forenses establecieron que el hombre asesinado y descuartizado fue Jonathan Mendoza, un “maestro de obras” de la alcaldía de Santa Tecla de unos 32 años.
Desde el viernes pasado, Mendoza no llegó a dormir a la casa.
Este domingo, periodistas de Diario1 visitaron en el centro de San Salvador la funeraria donde se llevaron a cabo los servicios fúnebres de Mendoza. La familia se mostró extremadamente hermética y se negó a proporcionar información sobre el hecho.
También se visitó la casa de la familia y el cementerio donde fueron sepultados los restos de Mendoza, quien, según versiones extraoficiales, manejó el pick up gris que fue robado en Ciudad Delgado y encontrado en el parqueo donde vivía Rodrigo Chávez.
Desde Ciudad Delgado a Santa Tecla, Mendoza transportaba todos los días en ese pick up a empleados de la comuna tecleña. A través de su trabajo e influencias, había logrado colocar a vecinos en la alcaldía de Santa Tecla para trabajos en diversos proyectos, por lo que era muy querido en su comunidad.
Varios niños de la comunidad donde vivía Mendoza, al ver la fotografía publicada del pick up que se encontró frente a los apartamentos donde aparentemente ocurrió el crimen, exclamaron: “Ese pick up es el que anda Jhonathan”.
Detenido
Tras una publicación de Diario1.com, este domingo se dio a conocer, aunque con hermetismo, la captura de Rodrigo Chávez. Se dijo que está arrestado desde hace tres días y que está siendo interrogado por investigadores policiales.
Pero hasta este domingo Chávez no había sido acusado formalmente ante los tribunales de San Salvador.
Tampoco se sabe por qué en el apartamento donde aparentemente se cometió el crimen aparecieron tantos documentos de compañías de Honduras y Nicaragua.
Los investigadores también se llevaron de ahí cajas de documentos que involucran en varias acciones a personajes salvadoreños y hondureños.