Su discapacidad intelectual le impedía tener destrezas en el lenguaje y habilidades de rapidez mental como el promedio. Pero no le hacía daño a nadie. No era violento. Tampoco su corazón albergaba odio.
Cronológicamente tenía 18 años de edad, pero según su diagnóstico, mentalmente solo seis, por lo que siempre necesitaba ayuda para realizar sus actividades. Pero todo eso no importó, su inocencia y vulnerabilidad no impidieron que sus asesinos lo mataran a sangre fría.
No tenía dificultades para entender y acatar reglas sociales. Sus asesinos sí. A Kike lo pusieron boca abajo y lo asesinaron. El crimen no tuvo atenuantes por la saña con que se produjo: le asestaron ocho tiros en la cabeza.
Su cuerpo quedó tendido entre un lago de sangre que se imprimió poco a poco en el terreno de la finca Monte Cristo, del cantón El Zapote, municipio de San José Villanueva, La Libertad.
Este jueves, Noé Enrique Bonilla, de 18 años, se levantó más temprano que de costumbre. Desayunó, se puso una camiseta, afiló el corvo y se despidió de su madre. Tenía que picar leña para ganarse 6 dólares que le servirían para sus pasajes.
“’No deberías de ir hijo’, le dije. ‘No mami, ya me comprometí’, me respondió. Vaya pues hijo, andá con Dios. Nunca me imaginé lo que le iba a pasar”, comenta entre lágrimas su madre, Gloria del Carmen González.
Doña Gloria combina las palabras con el llanto. Recuerda a su hijo con el amor más inmenso que una madre puede tener para su hijo. Y llora con la tristeza más profunda que siente una madre que ha perdido a un hijo para siempre.
“Pero yo me sentía algo rara – continúa diciendo-. Tenía un mal presentimiento. Cuando estaba jalando agua escuché como nueve balazos, se oyeron como si eran cuetes. Por eso no le tomé importancia y seguí jalando agua. Como a las 7:30 me vinieron avisar que mi hijo estaba tirado en el suelo. Cuando llegué, él ya estaba muerto”.
Kike, como era conocido, estudiaba en la Escuela de Educación Especial de Santa Tecla. Era un joven destacado en la disciplina del atletismo. Desde los ocho años de edad, comenzó a participar en Olimpiadas Especiales. Siempre se ganaba la medalla del primero y segundo lugar.
Su última participación la realizó en los VII Juegos Deportivos Centroamericanos para Estudiantes con Discapacidad del CODICADER, que se realizaron en la ciudad de Panamá (del 15 al 21 de junio del presente año). En su carrera deportiva ganó 17 medallas, una de ellas en Guatemala y otra en Panamá.
“Ese día estaba muy alegre porque iba a viajar a otro país. ‘Me voy a subir a un avión mami’, me repetía una y otra vez cuando íbamos hacia el aeropuerto. ‘Sí hijo’, le decía”.
Mientras sostiene una de las medallas obtenidas por Kike, doña Gloria recuerda que siempre acompañaba a su hijo a todas las competiciones.
“Cuando se ganaba las medallas, él lloraba. Me abrazaba con fuerza y me besaba. Me decía: ‘Mire mami, me gané el primer lugar’. Los profesores también lo abrazaban”, evoca.
Todos los que conocieron a Kike aseguran que era un buen muchacho: un joven cariñoso, bondadoso, respetuoso y servicial con los vecinos.
“Siento una gran impotencia, porque él era una persona indefensa y quienes lo mataron sabían eso. Gracias a Dios, mi hermano ya no está en este mundo chuco. Dios sabrá lo mejor porque la justicia de este país está podrida”, comenta su hermano.
Su asesinato
A Kike lo asesinaron como a cinco cuadras de su casa. Las hipótesis son varias. Una de ellas es que donde lo asesinaron es una zona controlada por pandilleros de la 18. Donde él vivía es territorio dominado por la pandilla MS.
Otra versión indica que un hombre, a quien conocen como Miguel, habría mandado a pandilleros a asesinar al joven por un altercado que tuvieron hace algunos días.
Una vecina del joven cuenta que la semana pasada fueron a cortar leña y que, Miguel, quien cuida una finca de la zona, insultó a Kike. Lo cuestionó sobre por qué “andaba jodiendo, robándose la leña”.
“’No don Miguel, nosotros somos amigos y no le he quitado nada’, le dijo Kike. ‘Ya vas a ver, ya te voy a poner quieto. A la mara te voy a echar’, le gritó don Miguel”, asegura la vecina.
Esta misma vecina dice que en algunas colonias cercanas a “El Zapote” han llegado pandilleros que pretenden apoderarse de los territorios.
“El otro día nos salieron unos bichos en La Limonera (una finca de la zona). Nos apuntaron con fusiles y después nos dispararon. Junto a mi hija comenzamos a correr. Gracias a Dios, nos salvamos. Después supimos que ellos mandaron un veredicto donde nos advierten a todos los de la comunidad que ya no nos acerquemos porque nos van a matar”, explica.
Esa misma mujer cuenta que, por ejemplo, en la colonia El Cajón, las pandillas ya desalojaron a todas las familias que habitaban en ella.
Este diario habló con agentes policiales de San José Villanueva. Ellos manifestaron desconocer el móvil del crimen y aseguraron que están investigando el caso.
Joven indefenso
Su madre dice que Kike era dedicado a su estudio y sobre todo al deporte. Que no era agresivo y que cuando pasaba en la casa le gustaba escuchar música cristiana. Cuidaba a su perro Terry con esmero y a dos periquitos que tenía en una jaula.
“Él no le deseaba el mal a nadie. No le hacía daño ni a las hormigas. Lejos de eso, cuando estaba comiendo y alguien pasaba siempre le ofrecía comida. Cuando en la colonia veía algún bolo dormido en la acera, y veía que le estaba dando el sol, lo movía para la sombra”, explica doña Gloria.
Kike tenía clases la tarde de este jueves, pero no fue y no irá más. Unos canallas lo mataron sin piedad y ahora está en un ataúd en la sala de su casa. En la pared de enfrente están todas las medallas que un día lo hicieron soñar y llorar de orgullo por sus triunfos.
“Yo a él lo adoraba porque era un niño especial. Solo Diosito lindo sabe cómo me había costado, cómo había lidiado con él. Son unos ingratos quienes han hecho esto. Lo único que pido es que Dios tenga misericordia con ellos”, dice doña Gloria quien no para de llorar.