David colgó el teléfono después de recibir una noticia que esperaba con ansias. Los ojos le brillaron y una sonrisa reprimida se reflejó en su rostro. Por su cabeza desfilaron todas las ilusiones que había albergado en los últimos días. Se iría de mojado a los Estados Unidos. No había vuelta atrás.
Ser soldado no es nada fácil en un país donde la delincuencia es el principal dolor de cabeza de los ciudadanos. Por eso, cuando su tía Mercedes, radicada en Los Ángeles California, le ofreció que le enviaría el dinero para que hiciera el viaje, no dudó en aceptarlo.
Corrió donde su madre y la abrazó. Le dijo que su tía Mercedes le iba a mandar todo el dinero para contratar a un coyote que le ayudaría a llegar a Los Ángeles. Mirna, su madre, trató de persuadirlo. Le recordó que esos viajes son peligrosos y que muchas de las personas mueren en el intento por cruzar la frontera.
Nada de eso importaba. Los deseos del joven soldado por superarse en otro país eran más fuertes que cualquier consejo de madre. Mirna aceptó la decisión de su hijo y lo apoyó. Lo primero que hizo fue llamarles a unos amigos que se habían ido a los Estados Unidos ilegalmente.
Ellos recomendaron a Óscar, un coyote de su confianza. Le dijeron que era una persona muy segura y que no fallaba nunca. Mirna contactó al hombre. Este le respondió que no había ningún problema, que llevaría a su hijo David (joven soldado que desertó del Ejército) hasta la puerta de la casa de Mercedes.
Al día siguiente, se reunieron en un restaurante ubicado en el parque San José de San Salvador.
Óscar es un hombre de unos 50 años de edad, moreno, de estatura media y con una cicatriz en el hombro derecho. En un tono que inspiraba seguridad, le dijo a Mirna que no se preocupara, que él tenía buenos contactos en Guatemala y en México. Le explicó que les pagaba a las autoridades de migración para que el viaje fuera sin problemas.
También, les garantizó que todo el viaje lo realizarían en vehículo, que no caminarían nada y que se hospedarían en buenos hoteles. Les pintó que no habría ningún peligro y que su hijo llegaría con bien. Por eso, les pidió ocho mil dólares.
Para hacer el trato, tenían que dar un adelanto de tres mil dólares en El Salvador y el resto del dinero lo entregarían hasta que David estuviera en los Estados Unidos.
Según les explicó, el adelanto lo necesitaba para pagar el tránsito por Guatemala y poder entrar a México sin ningún problema.
Una semana después, Mercedes le llamó a David para decirle que ya le había depositado en un banco los tres mil dólares que necesitaba para cerrar el trato del viaje.
Ese mismo día por la noche, le entregaron los tres mil dólares a Óscar. Este le dijo a David que todo estaba listo. Le recomendó que no llevara bolsón, que era mejor un portafolio.
También le dijo que llevara dos camisas marca Polo rayadas, una camiseta de color negro, dos pantalones de lona, zapatos tenis cómodos, teléfono, reloj, anillos y otras prendas de oro. Esto para que no sospecharan que era inmigrante.
La mañana del 9 de julio de 2013, se reunieron en el lugar acordado. Óscar llevaba un maletín negro de colgar. Se subieron a un taxi que los transportó hasta la terminal de Occidente de San Salvador. Ahí abordaron un autobús con destino a Santa Ana y luego otro taxi que los llevó hacia la frontera de San Cristóbal, en Candelaria de la Frontera.
Al llegar a Guatemala, se hospedaron en una casa particular, en un lugar desolado donde los atendió una mujer morena, de estatura pequeña y cabello corto. Se hacía llamar Yaneth.
En la madrugada, cruzaron por un punto ciego a territorio mexicano. Llegaron al estado de Chiapas, a un lugar conocido como Villa Flores. Ahí se hospedaron en un hotel.
David recuerda que en el camino Óscar iba comprando zapatos y ropa. Le explicó que era para despistar, que si alguien los detenía le dirían que eran turistas que andaban de compras.
Cuando estaba en el hotel, le dijo a David que le pidiera a su tía que le enviara 2,500 dólares más. Le contestó que ese no era el trato y que por lo tanto no le pediría nada a su tía.
Óscar se enfadó y le dijo que lo iba a trasladar a un lugar donde “no iban andar con tanta paja”. Lo amenazó de muerte.
Al tercer día de estar en hospedados en el mismo hotel, David comenzó a sospechar que todo era una trampa. Una tarde le dijo que saldría a hablar con su tía para que les mandara otros mil dólares. Se fue hacia un teléfono público que se encontraba cerca del hotel. Ahí se escapó. Migración lo capturó y lo mantuvo detenido durante ocho días.
Óscar le llamó a Mirna para decirle que su hijo ya estaba en Houston Texas. Le pidió que le entregara la otra parte del dinero. Pero ellas se negaron porque David ya les había informado que había sido capturado y que luego sería deportado.
Cuando regresó a El Salvador, el joven comenzó a llamar a Óscar, le exigió que le entregara el dinero, pero este le respondió con enojo que no le daría nada.
Le dijo que si quería recuperar algo que le consiguiera más clientes. Solamente así le daría una comisión de $500 por cada hombre y $1,000 por cada mujer. David no aceptó y decidió interponer una denuncia en contra de Óscar.
El Tribunal Primero de Sentencia de San Salvador condenó el pasado lunes a cuatro años de cárcel a Óscar Dubón García, de 54 años de edad, por el delito de tráfico ilegal de personas.
El juez basó su fallo en las pruebas documentales y testimoniales presentadas en el juicio. Óscar también deberá pagar $1,100 en concepto de Responsabilidad Civil.