A Nancy le metieron siete balazos en el rostro. Tan solo tenía 18 años de edad. Ni siquiera la presencia de su hijo de tres meses detuvo a los homicidas. No le perdonaron la vida y acabó tendida en suelo con el bebé entre los brazos.
Nancy era madre soltera. Hacía dos años había dejado la escuela. Se dedicaba a cuidar a su hijo y ayudaba a su padre en los quehaceres del hogar. Era una muchacha de aspecto humilde. Delgada y de piel blanca. Su cabello negro era largo y ondulado.
La noche del pasado miércoles, Nancy regresaba a su casa luego de presenciar un partido de fútbol en una de las canchas de la comunidad del municipio de Cuyultitan, La Paz. Iba con su bebé en brazos, sus dos hermanitos y una amiga.
Cuando caminaban en las cercanías del cementerio, dos sujetos que se encontraban escondidos entre las tumbas los interceptaron. Uno de ellos sacó su pistola, la tomó del pelo y sin decirle una palabra le disparó en el rostro.
La mujer abrazó a su hijo y cayó en el pavimento, su blusa blanca y su pantalón azul se tiñeron rápidamente de sangre. Jamás soltó a su hijo. Lo apretó contra su pecho y agonizó junto a él.
Los dos hermanitos y la amiga de Nancy huyeron del lugar dando gritos. Lo vieron todo. Sin embargo, no recibieron ningún ataque. El crimen ya estaba planeado. El objetivo era matar a la joven.
Después de cometer el asesinato, los dos delincuentes corrieron en dirección al cementerio. Ahí se perdieron entre los árboles y las tumbas.
Cuando la policía llegó a la escena del crimen, eran las 8:30 de la noche. Apenas habían pasado cinco minutos del ataque.
Escucharon el llanto estridente de un niño. Lo revisaron y vieron que tenía una herida de bala en su bracito izquierdo. Lo auxiliaron y lo trasladaron en una patrulla hacia la unidad de salud de Olocuilta. De ahí fue enviado al Hospital Benjamín Bloom de San Salvador.
El agente que retiró al niño de los brazos de la mujer, relató que en ese momento sintió en su pecho una mezcla de sentimientos. “No pude contener las lágrimas”, dijo.
“Sentí una gran indignación, rabia y tristeza. El ver que una criatura inocente e indefensa estaba sufriendo de esa manera… no sé, él niño no tiene la culpa de nada», se corta y luego de un instante de silencio continúa: «Es algo inexplicable. Ver a un bebé que no tiene que pasar estos momentos”.
El padre de Nancy llegó al lugar del crimen. Frente al cadáver de su hija aseguró que ella no se metía con nadie, que era una muchacha tranquila y apartada. “No entiendo por qué le pasó esto a mi hija”, repetía Juan Santos Martínez, de 59 años de edad.
Los agentes policiales han iniciado una investigación del homicidio. La primera hipótesis es que Nancy Beatriz Martínez había tenido una supuesta relación sentimental con un pandillero de la 18. Al terminar su relación amorosa, este ordenó su muerte.
De momento, la policía no reporta capturas.
* Con reportes de Salvador Sagastizado.