La sangre coagulada se mezcla con el detergente y el agua. El resultado es una espuma de color roja que corre por la acera donde dormía la “Reina de la basura”. Un día antes, un hombre que nadie conocía le asestó un machetazo en el cuello y acabó con su vida errante.
Es viernes por la mañana, Carlos echa agua con una manguera y Heidi roza con una escoba el detergente que ha rociado en el andén donde asesinaron a la indigente. En el pavimento hay también una velita de vaso (con la imagen de Juan Pablo II) que se resiste apagarse con el viento que sopla con cierto sigilo.
El agua corre. A su paso se lleva anillos de aluminio, centavos y un peine de plástico. Son sus últimas pertenencias que se diseminan por la calle donde todos los días caminaba la pobre mujer harapienta.
La “Reina de la basura” era una indigente que merodeaba desde hacía varios años las calles de la colonia Flor Blanca, en los alrededores del Gimnasio Nacional «José Adolfo Pineda», en San Salvador.
Le decían así porque solía revisar las bolsas de basura que la gente sacaba a la calle. Extraía toda clase de objetos y los guardaba en su mugriento pantalón. Algunos los usaba como prendas. Quizá por eso sus manos estaban llenas de anillos y de pulseras de fantasía. De sus orejas pendían dos largas argollas de aluminio.
Era morena y rellenita. Su cabello enmarañado estaba contrastado por las canas. Era una mujer desorientada que musitaba palabras que nadie entendía. A pesar de su inestable condición jamás se comportaba de manera agresiva. Eso sí, defendía su basura a toda costa.
Todos los objetos que recogía se los llevaba para una esquina de la colonia donde le gustaba descansar. Era el mismo lugar donde dormía. Ahí resguardaba todas sus cosas. Cuando pasaba el camión recolector no dejaba que los trabajadores se llevaran su basura. La cuidaba con esmero.
Antes de mendigar por las calles era vendedora. Con algunos de sus hermanos acudía a diferentes eventos deportivos para ganarse la vida vendiendo todo tipo de golosinas. Pero de pronto perdió la cordura y comenzó a divagar por las calles.
Nadie recuerda cuándo y cómo llegó a la Flor Blanca. Lo cierto es que se lanzó a mendigar a las calles sin alguna razón aparente y ninguno de sus familiares la detenía. Sus hijos y hermanos intentaron hacerla entrar en razón. Todo fue inútil. Nunca quiso regresar a su hogar.
Hay quienes dicen que a “La Chayo”, como también era conocida, le gustaba beber alcohol y consumir algunas drogas cuando era joven. Y que esa sería la causa de su trastorno mental.
Este viernes, Heidi evoca a la pobre mujer. La conoció hace 11 años cuando instaló un chalet de comida en la esquina opuesta donde la “Reina de la basura” pasaba sus días en su absorta soledad. En ese tiempo ya deambulaba por la zona.
Heidi recuerda que la señora era “súper tranquila”. Que no molestaba. Que jamás se metía con la gente y que en el andén tenía unos cartones donde se acostaba a descansar junto a toda la basura que recogía. Era todo. Así pasaba sus días.
“A mí me hacía mandados. Si yo le decía: Chayo andá comprame soda. Siempre iba. O si le pedía que me fuera a comprar pastillas, también iba”, recuerda Heidi.
Mientras barre el agua, la mujer que porta un delantal en su cintura asegura que “casi siempre le regalaba la comida”. También manifiesta que había días en que la hija de la indigente le llevaba algo de comer y se sentaba junto a ella.
El pasado domingo (hace menos de una semana), un hombre a quien nadie había visto antes llegó a merodear por la zona. Cargaba una mochila y un corbo. Tendría unos 50 años de edad y su aspecto era el de una persona ebria.
Nadie se extrañó de su presencia porque en ese lugar llegan drogadictos, bolos e indigentes. Algunos se quedan y otros no regresan nunca más.
El vigilante de una pizería, ubicada en la prolongación de la calle El Progreso, asegura que una noche antes que asesinaran a la “Reina de la basura” esta permanecía en el mismo andén de siempre junto al hombre que “parecía un bolito”.
“Yo me fui a las seis de la tarde y el bolo todavía estaba con ella. Dice la gente que toda la noche pasó a la par de la Chayo y que la quiso violar, pero como ella no se dejó le pegó un machetazo”, relata el vigilante.
El jueves por la mañana, la Policía Nacinal Civil (PNC) informó que una mujer identificada como Julia del Rosario Campos Gámez, de 51 años, había sido asesinada de un machetazo en la cara. Fue encontrada boca arriba en una acera de la calle El Progreso de la colonia Flor Blanca.
La Fiscalía General de la República (FGR) ha iniciado una investigación para dar con el asesino. De momento, las causas del móvil son inciertas.
Un médico forense del Instituto de Medicina Legal (IML) determinó que de todas las heridas que «La Chayo» tenía en su cuerpo, la del cuello era la más grave. Fue la que le causó la muerte.