Masonek Law Offices, un reconocido bufete con sede en Estados Unidos y con presencia en América Latina, es la firma que desde hoy representa legalmente a José Salvador Alvarenga, el pescador de 37 años que sobrevivió durante 13 meses en el Océano Pacífico, y cuya historia le ha dado vuelta al mundo. En este sentido, ofrecieron una conferencia de prensa para dar a conocer los resultados de la prueba del detector de mentiras, que habrían determinado la veracidad de todo el relato de Alvarenga.
Danilo Barrera, el especialista que fue contratado por la firma para realizar la prueba, informó que el sobreviviente fue sometido al estudio el 2 de abril pasado, luego de determinar que asistía voluntariamente. Luego, se le hizo una evaluación para determinar su estado emocional y mental que lo calificó como apto para la prueba.
Explicó que la primera batería de preguntas fueron 50 que ayudaron a verificar si los hechos o argumentos que expone una persona son totalmente verídicos. Con estas, se procedió a preguntarle aspectos sociales de su vida y posteriormente sobre los hechos durante su naufragio. Por último, se evaluó cuál era la motivación para la narración de los hechos, para evitar que hubiese una búsqueda de un beneficio económico o de protagonismo.
Barrera concluyó que el estudio habría determinado que en cuanto a los hechos narrados por Alvarenga son totalmente verídicos y apegados a la realidad.
Asimismo, uno de los miembros de la firma leyó parte del reporte médico del doctor Ángel Sermeño, jefe de medicina del hospital San Rafael, quien no pudo asistir a la convocatoria este día. Dentro del reporte, aseguró que aún se está tratando el padecimiento de Alvarengan, ya que tiene una severa infección por amebas y parásitos que tienen comprometido su hígado.
Agregó que está tomando fuertes antibióticos para curarlo, sin embargo, ha sido imposible eliminarlos de su cuerpo. Todo esto, asegura, es resultado de haber comido alimentos crudos o descompuestos. Aunque no compromete su criterio al certificar que su salud física es evidencia de haber pasado exactamente 13 meses en altamar, sí asegura que fue bastante el que estuvo a la deriva por los daños encontrados en su cuerpo.
Por otro lado, la firma legal contactó con Guillermino Rodríguez, quien habría sido el jefe de Alvarenga en México. “Salvador se perdió cuando estaba trabajando conmigo. Con su compañero Ezequiel, salió de estas costas de Chiapas. La lancha era mía, a mí no me queda ninguna duda de que él náufragó, son personas trabajadoras y muy respetuosas”, explicó vía telefónica desde México.
Asimismo, contó que luego de que Alvarenga desapareciera junto a Ezequiel, levantaron una red de búsqueda por seis días con 10 lanchas equipadas con gasolina y aceite, así como tuvieron la ayuda de una avioneta por ocho días que habría prestado el gobernador electo de Chiapas. Sin embargo, agregó el mal tiempo habría impedido continuar más días con la búsqueda.
Por su parte, Jeff Masonek, jefe de la firma legal, explicó que el único objetivo de su cliente y de ellos es demostrar la verdad que está en la historia de Alvarenga. Contó que hace 10 días su firma estuvo en un programa televisivo de El Salvador hablando sobre su nueva oficina en el país y sobre las leyes migratorias. Posteriormente, la familia de Alvarenga que reside en Maryland, Estados Unidos, los contactó para arreglar los papeles migratorios del sobreviviente.
Agregó que él ya había escuchado del caso, sin embargo, fue hasta que se convirtió en su cliente que estudio la historia a fondo. “Le creí por un par de razones. La primera es que hace 20 años yo estuve en Islas Marshall y no es fácil llegar. La otra razón es que hay un bote chiquito alojado allá en una isla pequeña y no hay razón de cómo llego ahí”, explicó.
Los nuevos detalles
Ya han pasado dos meses desde que Salvador Alvarenga regresó a El Salvador, luego de haber sido encontrado en el atolón de Ebón, perteneciente a las Islas Marshall, en la Micronesia a 12,500 kilómetros de donde fue visto la última vez en la costa mexicana de Chiapas.
Pese a que numerosas veces ha estado frente a cámaras, su relato ha sido bastante parco y sin mucho detalle. Los grandes vacíos en su historia han generado una serie de críticas, dudas y gran cantidad de ecepticos frente a la extraordinaria aventura que contó, sobrevivir 13 meses en altamar es algo que solo en las películas es común ver.
Sin embargo, ahora que la firma legal Masonek Law Offices ha tomado las riendas de su representación, salen a la luz nuevos detalles de la historia que, si bien cierto no se tiene claridad de si ha bajado su estrés postraumático y han surgido naturalmente hay más luces en este caso.
Salvador Alvarenga relató esta mañana por primera vez que la mañana del 18 de diciembre de 2011 alrededor de las 11 de la mañana salió a pescar tiburones junto a su compañero de pesca Ezequiel Córdova, de 23 años de edad. Se navegó unos 105 kilómetros dentro del mar, justo donde pudiera tener una mejor pesca.
El sol comenzó a ponerse en el horizonte y Salvador y Ezequiel continuaron con la buena racha. Siguieron durante la noche, hasta acumular 400 kilógramos de pescado. La hielera estaba hasta el tope. A la mañana siguiente ambos decidieron emprender el regreso.
Solo habían navegado 7 kilómetros cuando el motor de la pequeña embarcación de fibra de vidrio comenzó a fallar. Quedaron a la deriva. Sin más que hacer, una segunda noche en el mar era inminente. Pero el clima comenzó a ir en contra. La tormenta que los azotó los sacó del rumbo, tuvieron que botar toda la mercadería y usar la hielera de escudo para suavizar la fuerza del mar.
Las horas se hicieron días y luego semanas. Sin comer ni beber, lo que más estaba a la mano era la orina y algunas aves que se posaban en la embarcación. Salvador recuerda que los primeros 15 días no pudieron comer debido a que el fuerte olor les provocaba severas náuseas, y los hacía vomitar.
Los días pasaron y la gran aliada fue la hielera que le servía de protección contra el sol, contra el agua y la intemperie. Cuando llovía poco, incluso le ayudaba a recoger agua para beber, cuando azotaba demasiado se metía dentro de ella y el frío ya no lo golpeaba tanto.
En las mañanas toleraba el sol hasta las 9 de la mañana, después se escondía bajo la hilera hasta que el sol comenzara a bajar. Al final de la tarde, salía de la hilera para recibir un poco de sol.
Así pasaban los días. Hasta que a los cuatro meses Ezequiel murió. Todo cambió. Aunque ya no estaba su amigo, siguió confiando en que Dios lo iba a sacar de esa peripecia.
Salvador narra que para cazar a las aves se volvió igual de sigiloso que un gato. Aseguró que si se movía demasiado ellas huían, pero pronto aprendió a moverse lento. Ponía los dedos suavemente alrededor de las patas del ave y cuando las tenía lo suficientemente sujetas, las agarraba con fuerza.
Con las tortugas, recuerda que era mucho más fácil porque son más dóciles. De presto, escuchaba como el caparazón golpeaba con fuerza en la lancha, cuando la tortuga se acercaba a comer de lo acumulado en la embarcación. Y ahí, una vez las veía, las tomaba de manera más fácil.
La llegada a tierra
Salvador recuerda que ya era tarde, vio tierra desde lejos y se sintió feliz, dio gracias a Dios y aunque la emoción no le cabía en el corazón, al llegar a los primeros tumbos decidió tirarse de la lancha y nadar. Un kilómetro adelante lo recibió la arena de la playa. Al llegar y sentir tierra se desmayó.
Asegura que pocos minutos después recuperó la conciencia y gateando logró llegar a unos arbustos que había en el lugar. Ahí le llegó la noche y durmió. A la mañana siguiente, comenzó a caminar en medio de la vegetación de la zona y adentrándose en la región encontró una pequeña casa donde estaban dos personas.
Al principio le tuvieron miedo, su aspecto no ayudó mucho, ya que iba casi desnudo, barbado y con el cabello largo. Salvador solo pedía los primeros auxilios, agua y comida. Y aunque no le entendían nada estaban dispuestos a escuchar. Le brindaron un cuaderno y un lapicero para que les explicara.
Entre señas y dibujos logró explicar su travesía. Le dieron ropa, comida y agua. Pero lo que más deseaba Salvador era comunicarse con alguien que lo pudiera llevar a su país. Logró escribir su nombre y el de su madre. Y lo llevaron al centro de Ebón, donde a través de radio, intentaron comunicarse con Islas Marshall, pero fue infructuoso.
En Ebón, solo había apenas dos familias de indígenas, quienes fueron los que le brindaron los primeros auxilios. Ahí se quedó durante unos cuatro o cinco días, esperando la comunicación con el gobierno de Islas Marshall, hasta que lo lograron.
Las autoridades pidieron los registros de la lancha y al ver que era mexicana, se comunicación con la Cancillería de México y rastrearon los datos hasta llegar con Guillermino Rodríguez, quien confirmó que era su lancha y que Salvador era su empleado.
Salvador recuerda que fue hasta entonces que Islas Marshall mandó un barco para llevarlo a la capital, donde le darían atención médica y tratarían de regresarlo a su hogar. El barco tardó cinco días más en llevarlo ahí. Por lo que las primeras fotos que se dieron a conocer de Salvador, en realidad capturaron a Salvador unos 10 o 12 después de haber tocado tierra por primera vez, porque lo que salud incluso estaba un poco más repuesta de como fue visto por primera vez.
Lo ocurrido después ya fue documentado por todos los medios, refiere Salvador, quien además asegura estar interesado en compartir su historia en un libro o una película con enfoque cristiano, para dar testimonio de lo que vivió 13 meses en altamar.