Muy afectado y con lágrimas, el náufrago salvadoreño José Salvador Alvarenga, quien sobrevivió durante 13 meses a la deriva en el Pacífico, cumplió este sábado su promesa y se reunió durante tres horas con la familia del pescador mexicano que lo acompañaba y no sobrevivió.
«Esto me da tranquilidad, porque en mis sueños aún me pidió que hablara con su madre», explicó Alvarenga con la voz entrecortada fuera de la casa de Ezequiel Córdova, el joven de 24 años que contrató como ayudante y con quien salió desde la costa mexicana de Chiapas (sur) en diciembre de 2012.
Acompañado por sus padres y su abogado, el náufrago llegó el viernes desde El Salvador y este sábado se desplazó hasta El Fortín, en el municipio de Pijijiapan de Chiapas, para reunirse con la madre de Córdova, Roselia Ríos Cueto, y sus hermanos, que le recibieron entre lágrimas y calurosos abrazos.
Tras el conmovedor saludo, Alvarenga se reunió durante tres horas a puerta cerrada con la familia de su difunto compañero para darles detalles de su muerte.
Aunque ni la familia mexicana ni el náufrago quisieron ahondar en detalles, confirmaron que, como había dicho el salvadoreño cuando fue encontrado en la Islas Marshall el 30 de enero pasado, el mexicano murió unos cuatro meses después del naufragio porque se negó a comer animales crudos y beber su orina para sobrevivir.
«Él me dio fuerzas» cantando y orando en alta mar, recordó Alvarenga, quien se detuvo en varias ocasiones para llorar y confesó que, aunque no está plenamente recuperado, sentía la obligación de cumplir con su promesa.
Durante la travesía, ambos pescadores pactaron que si uno sobrevivía, visitaría a la familia del otro para contar lo sucedido.
Su abogado, Benedicto Perlera, explicó que Salvador confesó a doña Roselia que no halló fuerzas para lanzar el cadáver de su hijo al mar hasta tres días después de que murió.
«Contó que se ponía a llorar con el cadáver de Ezequiel pidiéndole que no fuera cierto que estaba muerto, sino que estaba dormido», expresó.
Alvarenga, de 37 años, y Córdova salieron a pescar tiburones en diciembre de 2012, pero el motor de la lancha en la que navegaban se averió y ambos quedaron a la deriva.
Tras la reunión con la familia, el salvadoreño se fue en lancha hacia el poblado de Chocohuital, donde vivió durante varios años, y donde sus amigos pescadores lo esperaban para que les contara su odisea de 13 meses que culminó a 12.500 km de distancia de su punto de partida.