El Salvador
viernes 29 de noviembre de 2024
Nacionales

Los miedos que se vencen para ganar El Paso del Hombre

por Pabel Bolívar


Con tan solo 17 años de edad Rubén Antonio Ruiz fue el primero, el año pasado, en llegar a la meta de El Paso del Hombre. Pese a sentir pánico al saberse solo en medio del mar, pudo imponerse gracias a la ardua preparación y fortaleza mental. Ahora afina los últimos detalles para participar en la prueba de este año.

Rubén Antonio Ruiz es una mancha diminuta en medio del inmenso azul. Siente pánico porque está solo. Ya ha nadado más de 14 kilómetros mar adentro. Un mar rebelde porque el viento atiza las olas y corrientes marinas. Avanza un poco más, y con la soledad a cuestas, los destellos de la playa atestada de gente acaparan su mirada. La llegada, en medio de abrazos y muestras de cariño por parte de su familia, fue una mezcla de emociones contrarias: sintió alivio, pero voluntad para seguir nadando la distancia que fuera.

Este joven de apenas 17 años de edad y originario de Chalchuapa, fue el primero en llegar a la meta en la última edición de la maratón acuática El Paso del Hombre, que durante 49 años ha reunido a guardavidas nacionales e internacionales, invitados de la Fuerza Naval y la Policía Nacional Civil y aficionados a la natación sin distingo de edad.

En la prueba, organizada cada año por la Cruz Roja, deben demostrar su resistencia y determinación en 21 kilómetros de trayecto entre el puerto de La Libertad y playa El Majahual. La edición de este año, programada para este domingo 23 de febrero, tendrá el mismo recorrido y la organización anuncia más dinamismo y actividades diversas para seguir atrayendo más y más público.

Un nadador de espíritu competitivo

Recuerda que fue a los 6 años cuando aprendió a nadar. Su padre era entrenador pero él nunca lo acompañaba: prefería quedarse en casa viendo televisión o jugando trompo. Un día de tantos, en procura de vencer el desinterés de su hijo, lo hizo levantarse más temprano que de costumbre y se lo llevó a una piscina. Lo agobió la inseguridad y el temor.

En una piscina de cuatro metros de profundidad, para un niño que apenas rosaba el metro de alto, la sensación de ahogarse era inminente. Pero su padre estaba con él, y en cuestión de seis meses las brazadas se fueron perfeccionando. Lo que forjó su personalidad competitiva fue ver a los demás niños que entrenaban con su padre. Él lo llevó por primera vez a una competencia y los veía felices cuando ganaban medallas. Él quería ser preso de esa satisfacción.

El éxito y la disciplina nunca abandonaron a Rubén. Cuenta con varias medallas en competencias a nivel nacional, en 25 y 50 metros libres en categorías dorso, pecho y mariposa; ha obtenido victorias en torneos de natación en aguas abiertas, en las distancias de 5 y 10 kilómetros.

Para El Paso del Hombre de 2013 se preparó siete meses antes junto con otros 40 compañeros en ríos, lagos y playas del occidente del país.

Detrás de sus logros está el apego a una rutina. “Me levanto y empiezo en las mañanas a hacer las tareas del instituto; luego en la tarde nado de 1:00 a 4:00 p.m., cuatro días a la semana. Tengo una alimentación con gran cantidad de carbohidratos y fibra”, expresa Rubén.

De la mano de la preparación física está la fortaleza mental. En pruebas de largo aliento es muy importante controlar la ansiedad y la sensación de desamparo. Esto es lo que, en muchos casos, predetermina las complicaciones físicas en las competiciones, según afirma.

El día del reto en el puerto de La Libertad partió junto con sus compañeros a las 5:00 a.m. desde su natal Chalchuapa. Ya en el lugar, el ver a contendientes más altos y experimentados que él, su ánimo no mermó.

Escuchaba la breve charla psicológica de los cruzrojistas que llamaban a mantener la calma en los momentos complicados y aseguraban la asistencia inmediata en caso de algún problema. Pero en realidad, Rubén solo esperaba colocarse las gafas y el gorro y oír el banderazo de salida para lanzarse al agua.

Los primeros kilómetros transcurrieron normales. El chapoteo codo a codo de cientos de nadadores procuraba lograr en cada uno de ellos el mejor arranque. Una demostración de fuerza que a muchos les pasaría la factura después. Rubén, entero, solo pensaba en seguir adelante.

El mar era el mar, pero también era un mar de piernas y brazos contorsionándose armónicamente, luchando contra sí mismos. Rubén se mantenía en la primera línea junto a un contingente importante de atletas.

Pero conforme avanzaban las horas y los kilómetros y los participantes quedaban atrás, Rubén era un manojo de pánico. Siete kilómetros antes de llegar solo vio que a su alrededor no había nadie más que él y las leves olas intentando paralizarle los músculos. Algunos de sus compañeros ya habían abandonado el reto y otros estaban cerca, pero no tan cerca como para vislumbrarlos.

“Solo recuerdo que de nada me sirvió la charla antes de iniciar la competencia porque sentí miedo. ¿Qué podía pasar si de repente yo aquí solo con olas más fuertes, mi cuerpo no respondiera? Perdí la calma, pero solo por un momento. Porque luego recordé los cinco meses de preparación, y el día en que nadé por primera vez en una piscina de cuatro metros. Paré por un momento y me dije: pues yo estoy bien, no me duele nada, y seguí”, relata el joven.

Siguió hasta que a lo lejos observó la playa llena de expectación. Organizadores, familiares y varios participantes ya rendidos esperaban para alentar a quienes llegan a la meta, no importa si lo hacían en último lugar. Pasadas cuatro horas y con el aliciente de El Majahual a la vista, Rubén se alivió y apuró el paso.

La kilométrica jornada concluía y ya cuando el agua se confunde con la arena Rubén corrió hasta encontrarse con su familia, que lo envolvió en una toalla y lo abrazó. Padre, madre y hermanos todos juntos sobre él lo reconfortaron sabiendo el desgaste que significa este desafío, tanto en la prueba como por los meses de entrenamiento. “Además de la emoción, sentí que podía más. Estaba cansado pero mi cuerpo podía regresar y continuar mar adentro. Claro, no sé qué habría pasado, tal vez me podía jugar una mala pasada, pero esas ganas que tenía fue porque me preparé bien”.

Ahora Rubén se alista para la quincuagésima edición. Ya no han sido cinco, sino siete meses de entrenamiento. Sabe que aunque es una competencia recreativa, todos quieren llegar en los primeros lugares y por eso han procurado ponerse a punto.

Además, tiene un incentivo extra: fue de los primeros lugares en la Copa El Salvador de natación en aguas abiertas y está esperando la confirmación para competir en el torneo Camex de Panamá.