Jesús Calderón sufría dolores en varias partes de su cuerpo. Constantemente iba al Seguro Social para tratar sus dolencias, pero su salud no mejoraba. Incluso visitó médicos privados para lograr alguna mejoría. Todo fue inútil, los dolores persistieron.
Un día de septiembre de 2012, Jesús escuchó un programa radial en el que un sujeto que se hacía llamar “hermano Serafín” prometía milagros y curar todo tipo de enfermedades a través de medicina natural y oraciones. También decía ser vidente de nacimiento.
Jesús escuchó a personas que llamaban al teléfono de la radio para dar testimonios de haber sido curadas por el hermano Serafín.
Ese día Jesús, de 76 años, creyó en las palabras del “vidente” y decidió ir a una consulta con la esperanza que se le cumpliera el milagro de terminar de una vez por todas con sus dolencias.
El 20 de septiembre de ese año, llegó a la clínica de Serafín que estaba ubicada en la colonia Layco del barrio San Miguelito, en San Salvador. Para ser atendido le pidieron 400 dólares.
Durante la consulta, el hermano Serafín le dijo a Jesús que sus dolencias eran producto de un mal que tenía en todo su cuerpo. Le explicó que debía someterse a un proceso de curación que costaba mucho dinero. Que si no lo hacía moriría en dos meses.
El hombre decidió someterse al proceso de curación y tres días después regresó con otros 400 dólares que el “vidente” le había solicitado. A cambio del dinero, Serafín le proporcionaba yerbas y le hacía oraciones.
En la segunda cita, el hermano Serafín le sugirió al anciano que empeñara o hipotecara la casa donde vivía porque necesitaba 2 mil dólares. Según le dijo, los utilizaría para un nuevo tratamiento que le iba a practicar.
Jesús logró conseguir 1,800 dólares y se los llevó a Serafín. Al “vidente” no le bastó y le pidió más dinero. El 6 de octubre del mismo año, firmó una escritura hipotecaria para darle 2 mil dólares más a Serafín y continuar así con el tratamiento.
El hermano Serafín continuó exigiendo más dinero a Jesús. Un día le dijo que si no le llevaba más dinero él se encargaría de causarle la muerte.
Durante cinco meses Jesús siguió visitando al supuesto vidente cuatro veces a la semana. Siempre le llevaba “ofrendas” entre 30 y 50 dólares hasta que se terminó un ahorro de 1,500 dólares que tenía para sus gastos fúnebres.
Jesús decidió contarle lo sucedido a un sobrino. Posteriormente “Serafín” ya no lo quiso recibir y hasta cambió la dirección de la clínica.
Fue entonces que el anciano interpuso una denuncia en contra del hermano Serafín.
Ahí se enteró que el hombre que lo había estafado se llama Ángel Darío Tinoco Payares, de nacionalidad colombiana, y que también había engañado a más personas.
Para el sicólogo, Cesar Ávalos, los charlatanes se aprovechan del estado emocional por el cual atraviesan las personas al momento de ser engañadas.
“Hay algunas personas que son más sugestivas y por ende más vulnerables a ese tipo de mensajes. Los engañan fácilmente porque sus estados físicos o emocionales no andan bien. Lo lamentable es que hasta que lo pierden todo, denuncian”, explicó.
Salvador García Deming, abogado, asegura que la mayoría de estos casos (donde existen acusaciones por el delito de estafa) terminan en conciliación.
“Las personas que han sido estafadas prefieren conciliar con sus victimario porque les interesa más recuperar el dinero o las pertenencias que han perdido”, dijo.
Deming aseguró que el delito de estafa agravada se penaliza con más de seis años.
Este miércoles, el Juzgado 8o. de Paz autorizó la conciliación entre Ángel Darío Tinoco Payares, de 41 años de edad y Jesús Ismael Calderón por atribuirle al primero el delito de estafa agravada.
Durante la audiencia inicial, el abogado de Tinoco Payares canceló 6 mil dólares en concepto del perjuicio económico efectuado a la víctima.
A pesar de haber conciliado con Jesús, el «hermano Serafín» seguirá detenido en las bartolinas de la PNC San Miguel a la orden del Juzgado 3o. de Instrucción de esa ciudad y del 1o. de Instrucción de Ciudad Barrios.